Liderazgo de almirantes: la Armada puesta a prueba
por Richard Kouyoumdjian Inglis 25 mayo, 2022
En los últimos días, la Marina de Guerra ha estado ocupando los titulares de la prensa, no solo por ser el 21 de mayo la fecha en que se celebran las Glorias Navales de Chile, sino también por situaciones políticas que han puesto a prueba a dos de sus almirantes.
El problema se gatilla en parte el jueves 19 de mayo, por la decisión del Presidente de la República de cambiar, solo 48 horas después de haberlo designado, al contraalmirante Parga (comandante en Jefe de la Segunda Zona Naval) como Jefe de la Defensa para las provincias de Arauco y Biobío, para ser reemplazado por el contraalmirante Zúñiga (comandante en Jefe de la Fuerza de Submarinos).
En un comienzo no estaba clara la razón del cambio, pero con el pasar de las horas se entendió que tenía su origen en un reclamo de la familia de Manuel Rebolledo, contra el almirante Parga por haber indicado, en julio del 2021, antes de que saliera el fallo judicial, que creía en la inocencia del cabo IM Medina, el conductor del vehículo que lamentablemente atropelló a don Manuel Rebolledo. El cabo Medina solo fue condenado por el cuasidelito de homicidio, lo que implica la ausencia de dolo, por lo que se puede concluir que Jorge Parga no estaba equivocado. Para algunos en el Gobierno, y en particular la delegada presidencial de la Región del Biobío, lo que hizo el contraalmirante es incorrecto y no propio de una autoridad, al referirse a algo que está por ser fallado, cosa que no es ilegal. También se le crítica defender a los infantes de marina que están siendo procesados por el incidente de Cañete de noviembre de 2021, en donde falleció Yordan Llempi Machacan, un incidente en donde la patrulla IM fue atacada y debió reaccionar.
¿Por qué el contraalmirante Parga es reconocido por su liderazgo? Lo es por su distinguido desempeño como oficial de marina, pero, por sobre todo, defender a su gente y jugársela por los marinos e infantes de marina que han debido salir a patrullar y dar seguridad a los habitantes de las regiones de Chile que han estado bajo Estados de Excepción Constitucional, y que en el cumplimiento de esas funciones excepcionales han debido hacer uso de su armamento de servicio cuando han sido atacados o, bien, en el caso del cabo Medina, conducir un vehículo militar en un Chile afectado por el estallido social.
Lo que hizo el contraalmirante Parga es algo normal y esperable de un oficial de marina, el cual siempre va a estar al servicio de las dotaciones y tropas que tenga bajo su mando, pero algo que no es muy habitual en el mundo civil y en los tiempos actuales. No saben ustedes lo que tranquiliza a las tropas saber que sus jefes los van a apañar si es que tienen que enfrentar problemas y hacer uso de sus armas, más aún cuando las reglas de uso de la fuerza (RUF) son poco prácticas, especialmente cuando las atacan, y por el hecho de que, a pesar de estar realizando funciones militares, estos casos los investiga el Ministerio Público y se les juzga en tribunales civiles y no bajo el sistema de justicia militar. El tener el respaldo de sus jefes, junto a su amor por la patria, son las razones principales por las cuales, en el Chile de hoy, soldados, marinos, infantes de marina y aviadores salen a cumplir las tareas que un Estado de Emergencia exige, y que a ellos no les da mayores garantías.
Jorge Parga acató la decisión presidencial y volvió a sus labores como comandante en Jefe de la Segunda Zona Naval. Calladito, con humildad, sin buscar la prensa y sin querer asumir el rol de rockstar que algunos le quieren dar.
A la noche del día siguiente, a eso de las 21:30 horas del 20 de mayo, la situación que ya estaba complicada por lo de Parga, se complica más aun cuando este medio saca un artículo que habla de un almuerzo ofrecido por la Liga Marítima de Chile a la Armada de Chile, con motivo de las Glorias Navales, y al que asistió su comandante en Jefe y algunos integrantes del alto mando naval, aparte de miembros de la Liga y del mundo marítimo-portuario. Un almuerzo en que el discurso no era conocido por el comandante en Jefe, de alto contenido político contingente y que lo deja en una posición compleja, lo que se suma al hecho de que tenía la ceremonia del 21 de mayo, al día siguiente, con la asistencia de todos los poderes del Estado.
Aquí surge la figura del comandante en Jefe, del único comandante en Jefe, el almirante Juan Andrés De La Maza, quien en vez de adoptar la cómoda posición de silencio y de hacer como que aquí no ha pasado nada, se desmarca con claridad de lo dicho por el almirante (r) Miguel Ángel Vergara en el citado almuerzo, reafirmando que la Armada trabaja para todos los chilenos y que no se comparte la tesis de un enemigo interno. Lo hace por la vía de sacar un comunicado oficial y al indicárselo personalmente al Presidente de la República y su ministra de Defensa en el cóctel que tiene lugar después de la ceremonia del mediodía en la plaza Sotomayor (ver comunicado oficial de la Armada de Chile).
Lo fácil y lo que quizás hubiera dejado contentos a buena parte del mundo de los que están en retiro, habría sido el silencio del comandante en Jefe, o la confirmación del diagnóstico de lo dicho en el almuerzo, generando una crisis aun mayor de la que se estaba fraguando a esa altura. Hay muchos que no le perdonan al Presidente la falta de seguridad que se vive en el país y, en especial, el haber cambiado al contraalmirante Parga, un oficial que –como se indicó anteriormente– goza de alto prestigio y que además es nieto, hijo, hermano, sobrino y primo de marinos.
El liderazgo estratégico, que es propio en la Armada del comandante en Jefe, exige muchas veces actuar en contrario a la voz del Chile polarizado y, en este caso en particular, a las opiniones de varios que no estaban contentos con el actual Gobierno y que exigen acción a las instituciones de la Defensa. El liderazgo en este caso requiere actuar con la cabeza fría y entender lo que es mejor para Chile, los chilenos y la Armada, y siempre tener claro el propósito de la Marina de Guerra.
Los liderazgos del comandante en Jefe y del contraalmirante Parga son los que el Chile de hoy necesita, liderazgos al servicio del país, de la institución naval y de los marinos e infantes de marina que integran la Armada de Chile. Están modelados por el ejemplo de Prat y desarrollados a lo largo de sus carreras navales, y son liderazgos que podrían ser emulados por quienes conducen los destinos políticos del país, los que a veces buscan más bien los fines de sus tiendas políticas antes que lo que es mejor para Chile. Son liderazgos en los que ellos no se pretenden beneficiar de la fama que les podría traer ser menos humildes y más belicosos, sino más bien apuntados a lo que nos puede hacer la diferencia entre un Chile que pueda salir de la poco feliz situación actual en que estamos, de uno que se pueda terminar hundiendo en las profundidades del subdesarrollo.
Chile puede estar tranquilo, tiene una Marina de Guerra con almirantes que sabrán cumplir con su deber y conducir a la Armada en forma correcta y adecuada, sin desviar el rumbo y dedicada a sus labores profesionales, pero que estarían agradecidos si este y otros gobiernos descontinúan la práctica de usarlas para resolver problemas políticos y de seguridad interior, ya que el gato está cansado de que le pidan sacar con sus manos las castañas del fuego.
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