Los medios de comunicación al calor de la constituyente
por Malucha Pinto, Francisco Melo y Rodrigo Muñoz 5 mayo, 2022
¿Cuántos sueños caben en un sueño?
Este jueves 5 de mayo se presentará en el Pleno de la Convención Constitucional la segunda propuesta para los artículos rechazados del tercer y último informe de la Comisión de Sistemas de Conocimientos. Es también la última propuesta que emana de nuestra comisión luego de meses de trabajo, noches de inquietudes y conversas, de colaboración activa con organizaciones sociales, comunidades culturales, asociaciones indígenas, académicas y expertos. Hemos deliberado genuinamente y esto se ha expresado en más de 35 normas para el proyecto de nueva Constitución. Entonces volvemos a preguntarnos, ¿cuántos sueños caben en un sueño?
Es la culminación de una larga etapa, que, con sus luces y sombras, abre una oportunidad para poner a Chile al día en una cantidad inimaginable de debates. Es una puerta que permite que los y las invisibles de este flaco y largo país que respira al fin del mundo, sean parte de la construcción de Chile. Es la posibilidad de que temas desconocidos pero muy conocidos en el mundo, entren al escenario.
A través de estos meses se ha construido un borrador escrito por 154 personas de diferentes orígenes, formaciones, culturas, ideas y condición social. Es una propuesta democrática, la más democrática conocida hasta hoy, que lejos de ser “el espejo de todos mis deseos”, como dijera estos días el Presidente Gabriel Boric, es un trabajo paritario y junto a los pueblos originarios, que busca dar respuesta a un estado de crisis social, humana y política de larga data en nuestro país.
Por ello, no podemos separar el proceso constituyente de esta última afirmación: Chile se encuentra en una crisis de múltiples características, una crisis profunda, y la propuesta de nueva Constitución intenta ser un camino, entre otros más, que ayude al encuentro mediante la aceptación de nuestra amplia diversidad. La diversidad no es fragmentación que separa, es bella inclusión de todo lo que forma un cuerpo. Esto es, sin duda, un proceso a descubrir y crear, delicadamente, de manera colectiva. El cambio no puede ser gatopardista –cambiemos para que todo siga igual–, sino justamente es para modificar el “estado de cosas” puesto en cuestión. Muchas de estas cosas no han sido resueltas durante años por el empate técnico dentro de los poderes constituidos. Muchas de ellas pertenecen a las múltiples heridas sin sanar con las que hemos viajado dolorosamente desde el principio de los tiempos.
A partir de lo señalado, en este informe, hemos abordado extensamente y desde muchos ángulos el mundo de los medios de comunicación. Se ha hablado de la democracia representativa (que se centra en la protección de las libertades fundamentales), como de la participativa (que enfatiza los vínculos colectivos que surgen de la autodeterminación), pero poco de la deliberativa.
Aquella teoría que acuñó Habermas señalaba que un proceso democrático es aquel que es capaz de generar legitimidad a través de “procedimientos de opinión y formación de voluntad que garantizan (a) publicidad y transparencia para el proceso deliberativo, (b) inclusión e igual oportunidad para la participación en el mismo, y (c) una presunción justificada de obtener resultados razonables”.
Para una concepción deliberativa de la democracia, los medios de comunicación en el debate público facilitan los procesos de legitimación en las sociedades si se cumplen dos condiciones: que haya un sistema de medios de comunicación que adquiere independencia con respecto a su entorno social, y si las audiencias son capaces de garantizar la retroalimentación entre un discurso de la elite informada y un pueblo diverso y responsivo.
La necesidad de sostener un debate público intenso, vigoroso, inclusivo y amplio, que otorgue a la mayor cantidad de ciudadanos y ciudadanas la posibilidad de tomar parte de las decisiones, informándose, visibilizando su diversidad, participando en la creación de contenidos, es fundamental, en especial, superando la paradoja de la libertad de expresión: no vale de nada tener la posibilidad de expresarse si no se tienen las herramientas para hacerlo por sí mismo.
La primera de estas propuestas que avanza en esa línea es el reemplazo del Consejo Nacional de Televisión (CNTV) por el nuevo Consejo Nacional de Comunicaciones, el cual se encargara de proteger y promover la comunicación social, la libertad de prensa, el pluralismo de los medios de comunicación y la diversidad de información –abandonando el concepto de correcto funcionamiento de la Constitución del 80–, abriéndose a los distintos tipos de medios y no uno solo en específico.
La idea es que este nuevo Consejo tenga una composición orientada por criterios técnicos y de idoneidad, y abandone el cuoteo político que utilizó CNTV.
La segunda propuesta es la constitucionalización del mecanismo para la creación de medios de comunicación públicos y los fines que estos deben tener. En la actualidad solo está vigente TVN a nivel nacional en televisión, lo que es insuficiente para un sector que tiene pocas alternativas, que cada día tiene mayor innovación y se desarrolla en más plataformas.
La visión compartida es que los nuevos medios estatales respondan a las necesidades informativas, educativas, culturales, de entretenimiento y que respondan además a la urgente necesidad de descentralización, en los distintos soportes tecnológicos, sin basarse exclusivamente en el modelo británico de la BBC, sino también mirando la TVE española o la PBS norteamericana. Garantías de su funcionamiento es que sean pluralistas, sean independientes del Gobierno de turno, acojan la diversidad del país y la visibilicen y cuenten con el financiamiento público suficiente para desmarcarse de la tiranía del rating, permitiendo la investigación en nuevos lenguajes.
La tercera propuesta contempla algo que, personalmente, debe tener un corazón en la nueva Carta Fundamental. Los medios de comunicación comunitarios son esenciales por su cercanía con la gente, sin embargo, son los más precarizados. La idea de constituir un sistema nacional que esté compuesto por consejos regionales con representantes de estos medios, así como por autoridades vinculadas a las culturas, comunicaciones y educación, tiene un vuelo altamente significativo. Las expresiones culturales, la información de interés, los conflictos de las comunidades, deben tener espacios de visibilización que les permitan descifrarse, reflexionar y dialogar entre sí.
En la medida que este sistema se encargue de promover el desarrollo y fortalecimiento de los medios comunitarios de cada región, así como la valoración de los elementos identitarios, vamos a estar generando una estructura que hoy no existe para quienes no persiguen fines de lucro y generan la tan necesaria participación que buscamos.
Cerramos entonces con el principio… Sin duda tenemos sueños que hablan de democracia, inclusión, participación y de un país construido por todos y todas.
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