El gobierno juega mucho de su futuro el cuatro de septiembre. Y, cosa curiosa, la Nueva Constitución depende mucho del actual gobierno. Esta relación suficiente y necesaria se ha venido armando según se suceden los acontecimientos, en gran medida empujados por la reacción de la derecha.
No será lo mismo para el legado de Gabriel Boric haber tenido la opción histórica de ensamblar la nueva Constitución, que seguir en el gobierno con un fracaso del Apruebo y la victoria de lo más abyecto celebrando.
Pero mucho más se juega el pueblo.
Para ese que mira desde la vereda puede ser una de las derrotas más contundentes después del once de septiembre de 1973 y de la llamada transición del 1990. Y puede ser un golpe del que la gente demore en reponerse, habida cuenta de la terrible falta de organización del pueblo.
La ultraderecha y sus aliados exconcertacionistas harán lo que esté a su alcance y más allá para hacer fracasar al gobierno de Gabriel Boric, acoyuntado como está con el proyecto constitucional.
Los poderosos saben que en esta pasada se juegan mucho y la ultraderecha local, los grandes empresarios, la alta oficialidad de las fuerzas armadas, el Departamento de Estado y la CIA, desplegarán toda la batería de medios y armas para seguir horadando la ya muy horadada cabeza de la gente común.
Desde la instalación misma de la Convención Constituyente los sectores más rabiosos y desvergonzados de la ultraderecha se dieron a la tarea de desprestigiar su trabajo y propuestas.
Luego de la disolución de la Convención ha venido instalándose una ofensiva que no se ha detenido en pareceres éticos o límites morales para mentir con descaro: la idea es que el cuatro de septiembre venga el descalabro de todo.
Queda claro que el pueblo no ha hecho valer su condición de mayoría y su poder.
Cierta izquierda se ha contentado con pasarle la cuenta al gobierno por cosas que ni siquiera se ha planteado, por otras que simplemente no puede y todas respecto de las cuales esa izquierda no ha movido un dedo.
Voces lúcidas se alzan para tratar de hacer ver que en esta pasada el gobierno de Gabriel Boric y la posible nueva constitución, se alzan como momentos históricos que deben servir para levantar algo más la vista y hacer funcionar la conciencia y la organización popular.
Si se mira bien, estos momentos instalan una idea de transición efectiva hacia la democracia más plena si se considera que existe una alta probabilidad de que aquellos que nos vinculaba directamente con la herencia del tirano, la Constitución del 80/2005, termine en el tacho de la basura.
Para el efecto, esa izquierda ausente debe partir por entender que el gobierno de Gabriel Boric no es el enemigo. Que el enemigo son los poderosos, millonarios hasta el hartazgo y lo obsceno, nueve de cuyas fortunas por sí solas acumulan el 16.1% del PIB.
Según el informe World Inequality Report de 2022, el 1% más rico de Chile concentra el 49,6% de la riqueza total del país, mientras que en Brasil controla el 48,9%, en México el 46,9% y en Estados Unidos el 34,9%.
Hay un peligro tremendo allá afuera: que mediante el despliegue de toda la mentira y la desvergüenza de la que es capaz la derecha y parte de la exconcertación, erosione la mentalidad de un pueblo casi huérfano.
La derrota del Apruebo abriría una caja de Pandora de imprevisibles consecuencias y definirá un giro en redondo para quedar en donde partimos.
Hace falta elevar la vista hacia lo que viene, tratar de entender en el mundo en que vivimos, sus peligros presentes y futuros, y asumir que una opción que supere más de treinta años de neoliberalismo cuyos efectos se ven a cada rato, es la construcción de una mayoría social y política que no discrimine en la pureza química ni en la historia ni en la alcurnia que muestre pasados impolutos.
La fuerza del pueblo reside precisamente en su diversidad.
Por Ricardo Candia Cares
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