Por: Claudio Pizarro | Publicado: 09.07.2022
Volvió al escenario público luego que se viralizaran unas fotos suyas en la campaña puerta a puerta de Boric y, ahora, tras convertirse a sus 87 años en vicepresidenta del Partido Socialista. Fanny Pollarolo es incombustible y tiene cuerda para rato. Acá habla de su reencantamiento con la política después del estallido social, las definiciones que deberá tomar el PS, el proceso constituyente y los desafíos del gobierno.
Antes del 18 de octubre de 2019, Fanny Pollarolo trabajaba en una población en Lo Espejo en temas de “infancia vulnerada”. Tras dos periodos en el Parlamento, y experiencia laboral en el Sename, sentía que había una distancia sideral entre el diseño de las políticas públicas y su implementación en la realidad. Por eso decidió trabajar directamente en el territorio.
Fue allí donde no sólo descubrió una desarticulación sistémica, sin diálogos entre ministerios, sino un germen de descontento que terminaría en el estallido social. “Sentía que venía algo, no sé si de esa forma, pero sí que podía pasar. Mi aflicción era que no lo iba a alcanzar a ver. Vi una desigualdad brutal, una incomprensión muy grande de los adultos hacia la generación joven. Todo lo que es la Primera Línea es algo que, en el fondo, venía de muchos años atrás”.
-“Son treinta años, no treinta pesos”, gritaban en ese tiempo.
Era algo que no sentían sólo los viejos, a quienes miraban en menos si iban a comprar al barrio alto, sino también a los cabros jóvenes. Barrios que eran para ciertos sectores y para otros no. Fíjate que cuando estaba trabajando en el Conace, conversé con un chico que había estado detenido. Habría tenido unos 16 años. Recuerdo que en un momento le pregunté qué había sido lo más duro que había vivido. Y me dijo: “cuando el juez que me metió preso, nunca me miró”. Para el juez ese muchacho no existía. Era un objeto.
-Que triste, igual. Habla mucho sobre el fracaso del sistema.
Triste y feroz. Dice muchas cosas. La intensidad, las relaciones injustas, abusivas, tan diferenciadas. Una justicia para ricos y otras para pobres.
-Y después de esa desilusión, ¿volvió a creer en la política luego del estallido?
No estaba activa políticamente, pero había decidido aportar en un espacio reducido, enfocado en los excluidos que más necesitaban de la justicia. Por eso me quedé especialmente con los adolescentes y en el mundo popular. Entonces dije aquí va a estar mi espacio, es la política que voy a hacer. Estaba en eso, cuando el 18 de octubre emerge un nuevo país. Ahí volví a sentir que la política era necesaria y que había que intervenir para que cambiara. Para que se conectara realmente. Entonces postulé a la dirección del partido.
-¿Cómo fue retornar a la actividad política a sus 87 años?
Mira, por suerte estoy en un comunal muy bueno que decidió ser unitario, porque a mí me complica las tendencias tan rígidas. Entonces cuando llegó el 18 de octubre empecé a militar en mi comuna, mucho más de lo que lo hacía antes, para ver qué es lo que estaba pasando en el partido. Si el partido no son los dirigentes, son los miles de militantes. Lo que pasa es que el partido se parlamentarizó. Se quedó arriba. Se elitizó.
-Es la crítica que le hizo como candidata a la gestión de Elizalde.
Sí, en la transición se produjo esa distancia tan grande entre la dirección y la base. Una distancia brutal, un verdadero fraccionamiento. Empezaron a hacer una política chica y se produjeron dos vacíos grandes: la reflexión política y el diseño de estrategia. La verdad es que en los ’90 nos enfrentamos a un mundo dominado por el modelo neoliberal, instalando una hegemonía no sólo en el mercado si no en el mundo de la globalización. Eso produjo una fuerte despolitización.
-¿Se aburguesaron?
El modelo debilitó la política, transformó a los poderes públicos en administradores de una economía y, en el caso chileno, fue extremo porque podían controlar todo, incluso los medios de comunicación. Ese fue el problema que tuvo la Concertación, porque la cultura y el pensamiento fue hegemonizado por el neoliberalismo. Un individualismo tremendo que negó la comunidad. Yo creo que lo que mejor hicieron los partidos de la Concertación fue administrar bien la plata, porque lo que iba a ser chorreo no fue tan chorreo, pero algo alcanzó a llegar.
-Por eso ha planteado recuperar la identidad histórica del PS.
Lo que pasa es que el pasado a uno la reorienta respecto a cómo enfrentar el presente. Es una postura que algunos llaman compromiso, si tú quieres. Tu te revinculas con algo que tiene un alto significado, como a lo largo del siglo pasado fue el concepto de justicia social. Es una ligazón que sientes respecto a lo que es lo justo para la sociedad y la convivencia de todos. Todo eso se perdió. Nosotros tenemos que recuperar la cultura del colectivo, de la solidaridad, de la justicia, de la igualdad. Los militantes tienen que ser actores políticos en su territorio, en su trabajo, y tienen que entender muy bien en qué están y cuál es la mirada a largo plazo.
-Y en este ir y venir, ¿se considera una especie de bisagra intergeneracional?
Me gusta eso que me dices. No lo había pensado, pero me encanta que te haga pensar eso. Porque siento que los jóvenes son la clave. Hay que escucharlos y de esa manera, si uno los escucha, ellos también están dispuestos a escuchar y se produce un lazo. Eso es fundamental en el Partido Socialista, los chiquillos jóvenes me gustan mucho, y en la mesa del partido hay varios jóvenes.
-Lástima que las juventudes políticas tengan escasa participación en los partidos.
Eso también es un efecto de esa distancia, de ese elitismo de las direcciones. Cuando no se reflexiona sobre el sentido de lo que estás haciendo, empiezan las cosas a desfigurarse. Comienzan a pensar que hay que estar en el gobierno, tener un cargo, en vez de partir de la importancia de la acción misma. Ahí creo que falta darle más importancia a la idea política, a cuál es nuestra identidad, qué es lo que estamos empujando y qué entendemos que va a tomar más tiempo. Ese tipo de cosas. El manejo táctico.
-A propósito de manejo táctico, hace poco manifestó que los senadores de su partido eran conservadores y que, además, estaban votando como la derecha.
Creo que ellos efectivamente no han entendido que la decisión del Partido Socialista es ser parte de este proceso de cambio. Y, por lo tanto, colaborar al desarrollo del programa de gobierno y, en paralelo, a este hecho tan trascendental que es la nueva Constitución. Eso no he visto que lo entiendan o que lo pongan como reflexión. Nosotros estamos viviendo, a lo largo de estos meses, una experiencia de democracia mucho más profunda. Una democracia plena, radical como la llaman los españoles, no esta democracia que hoy día sigue instalada. Hay una disputa política grande entonces: en qué lado tiene que estar el PS.
-No hay que olvidar tampoco que desde el mismo partido dijeron que una nueva Constitución era como fumar opio.
Prefiero ni acordarme, porque ahora el que está tratando de empujar bien es Camilo (Escalona), quien fue el que dijo esa barbaridad. Es cierto, pero creo que fue otro momento. Tengo harta esperanza en que él y Paulina (Vodanovic) empujen como corresponde. Porque en esta pugna tremenda, de si cambian o no las cosas, yo creo que vamos hacia una democracia mayor en justicia social e igualdad.
“Poco reflexivos”
–¿Todavía va marchas?
Sí, me gustan ja ja.
-Hace poco estuvo en la marcha por el uso libre de anticonceptivos.
Sí.
¿Se considera feminista?
Yo creo que fui feminista en mi generación, en el sentido de ver la actividad de la mujer más allá del hogar y por eso muchas entramos a la universidad. Pero no nos llamábamos feministas. Fíjate que en la política de ese tiempo, los partidos de izquierda, el Partido Socialista, pero sobre todo el comunista, decía que los problemas de la mujer se iban a superar una vez que se instalara el socialismo, porque el conflicto central era capital-trabajo. El conflicto de las mujeres era considerado secundario.
-Resabios patriarcales, le llamarían hoy.
Claro, eran resabios patriarcales…
-¿Hay mucha diferencia entre las feministas de su generación y las actuales?
Mira, yo soy bien hincha de las feministas y de las “8 de marzo”. Trabajé con ellas para el acto que hicimos las mujeres para la campaña de Boric, es un grupo más radicalizado, son muy puntudas en todas sus demandas, pero yo las entiendo. Todavía hay necesidad de exigir porque existen temas que están recién introduciéndose con fuerza en la opinión pública y en la política. Creo que las jóvenes están empujando y en algunos casos puede parecer un poquito extremo, pero en lo medular su lucha ha sido muy importante. Esto se ha ganado en las conciencias, porque en el fondo es un cambio cultural.
-¿Cómo ha visto a la Convención?
A mí me parece tan normal esto que algunos llaman desorden. Pero lógico, si los procesos verdaderamente democráticos son así, con un primer momento que es pura confusión, porque cada uno expone sus ideas ¿Cuál es el temor a eso?, eso es lo normal. Lo ordenadito es lo que está preparado en la cocina y lo sacan muy rápidamente. Pero eso no es democrático, eso es autoritarismo.
-¿Y qué piensa de aquellos que proponen una tercera vía?
Es parte de la campaña que viene desde el primer minuto y que busca confundir y promover el rechazo. Lo que me llama la atención es que a un sector de repente le bajen las ganas democratizadoras de terminar con el cerrojo de Pinochet. Y son los mismos que rechazaron cada vez que se plantearon modificaciones. Porque el cerrojo a ellos les dio todas las garantías, tenían el binominalismo que les permitía estar siempre como si fueran la mitad del país. Entonces hoy día parece casi una burla, porque hubo mucho padecimiento y daño durante muchos años.
-¿Qué le parecen las propuestas de la nueva Constitución? ¿Imagina ese nuevo Chile que se está planteando?
Siento que están apuntando a otra manera de convivencia y sobre todo de reflexión, yo creo que este país, quizá por el ritmo acelerado de la vida, la lógica mercantilizada de vivir, es en general poco reflexivo. Nos hemos convertido en personas que pensamos poco. Y hoy día lo más importante es que la Convención nos está invitando a conversar. Nos estamos politizando en el buen sentido de la palabra. Esta Constitución nos está haciendo mucho más ciudadanos. Y nos está marcando nuevos aspectos que se ligan a la vida, no sólo al aparato…como nos arreglamos, por ejemplo, para producir riqueza y empezar a proteger activamente intentando rehacer este camino destructivo.
-¿Y cómo ha visto a la derecha en todo este trance?
He visto dos cosas. Aparece esta derecha híper dura que votó en contra del plebiscito, que no quería Constitución, pero igual entró a la Convención. Y empezaron desde el primer día a burlarse de los trajes, de esto y lo otro. Y hay otro sector de Renovación Nacional, incluso en la UDI, que han incorporado algunos conceptos. El lenguaje es importante. Liberarnos de esta hegemonía cultural tremenda que nos instaló el pensamiento individualista, por eso me parece importante que esos sectores adopten, por ejemplo, el término derechos sociales.
-¿Y respecto a la instalación del nuevo gobierno?
Estoy bien conforme. Han hecho un trabajo con mucha energía, intenso, todos los días en acción, me gusta lo que están mostrando. Mostrar es ir educando. Es indispensable. Que lo digan, que lo muestren, que no sea de escritorio.
-¿Hay alguien que le llame la atención?
Encuentro que la Camila (Vallejo) sabe expresar muy bien. Tiene una fluidez que encanta y, además, tiene una serenidad que a mí me gusta mucho.
-Izkia Siches, en cambio, no se ha visto tan bien.
Pero ha ido mejorando. Creo que se equivocó al colocarse demasiadas dificultades al principio. Quizá se sobrevaloró en su capacidad de resolver cosas difíciles, como el tema mapuche. Pero ella es una persona muy capaz. Lo demostró en el Colegio Médico.
-¿Y Boric?
A mí lo que me gusta en él es esta integralidad humana que tiene. Hay pocos hombres que son capaces de expresar su cabeza, su intelectualidad, y también su humanidad, sus afectos, sus emociones. Él percibe sus emociones y las expresa, le importan las personas que están al frente y eso lo sentimos todos. Yo lo encuentro un líder en eso. Su discurso del 1º de mayo fue notable, porque planteó todo de una manera pacificadora. Él le hace muy bien a la salud mental de este país.
-Y usted como psiquiatra, ¿cómo ha visto este tema en el país?
Malazo, hoy se habla de un estrés crónico que sería bastante generalizado. Soy una convencida de que ha existido un nudo de tensiones y un sentimiento de no tener piso firme en la tierra. Todo en medio de una convivencia hostil. Andamos enojados y nos pegamos empujones en el Metro. Hay mucho niveles de miedo. La inseguridad también es tremenda, el miedo a que te roben, que te asalten, el miedo de llegar a la casa sin el celular. En fin.
-Usted pasó en dictadura por organismos como la Vicaría de la Solidaridad y Mujeres por la Vida. ¿Cómo recibió su postulación al Premio Nacional de Derechos Humanos?
Ha sido tan emocionante, tantas organizaciones que han escrito. Me siento absolutamente premiada con la pura nominación. A mí me da no sé qué la verdad, uno siente que hay tantos que se lo merecen. Abogados que se han sacado la mugre para poder defender. Por eso me siento bastante premiada con el hecho de que me hayan postulado.
-¿Qué piensa de los encierros prolongados en las cárceles post estallido?
Encuentro que es una de las cosas más vergonzosas que hay. Eso no es justicia, se les ha castigado. Los presos políticos son los presos de conciencia, pero otro analista agregó que también son aquellos que no están recibiendo una plena justicia por razones políticas. Y ese el caso acá. El principio de la proporcionalidad de la justicia no ha operado para nada. Algunos llevan más de dos años y otros salieron en libertad absoluta porque las pruebas eran inventadas.
-¿Es partidaria entonces de una reforma estructural a Carabineros?
Sí, una reforma grande, porque salen convencidos de la doctrina de seguridad nacional y se les mete en la cabeza, al igual que los militares, que hay enemigos. Pero lo más grave fue cuando (Sebastián) Piñera habló de guerra.
-¿Es responsable Piñera de las violaciones a los derechos humanos durante el estallido social?
Definir lo que estaba pasando como una guerra fue un acto de grave incapacidad, de indolencia democrática, porque dentro de sus responsabilidades políticas está manejar los conflictos y lograr que éstos no se traduzcan en situaciones descontroladas. Pero en lugar de desarmar, llamó a una guerra y eso le dio otra connotación. Además manejó con una debilidad brutal las barbaridades que fueron ocurriendo. Falló entonces como cabeza del sistema democrático: su rol era que la sociedad funcione y si había un conflicto tenía que detectarlo. Nunca ha hecho una autocrítica al respecto.
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