Opinión
El senado ha muerto
por Gonzalo Valdés 10 julio, 2022
La nueva Constitución, en caso de ser aprobada, eliminará al senado y creará una Cámara de las regiones. Las razones esgrimidas son que tener dos cámaras enlentece, encarece y dificulta el proceso democrático, y que el Senado es un lugar que fomenta la existencia de elites políticas.
La primera razón no recoge la evidencia nacional e internacional. En resumen, la Cámara alta consistentemente mejora la calidad de la ley, demora menos tiempo en tramitar leyes que la Cámara baja y por si fuera poco el proyecto de nueva Constitución probablemente aumentará el número de cargos por lo que el costo sube en vez de bajar.
La segunda razón es más interesante, ya que aspira a cambiar la dinámica de la política. Lamentablemente todos los países han tenido élites políticas: la nomenclatura de la Unión Soviética, los “party leaders” del sistema parlamentario británico, la élite del Partido Comunista Chino, la nobleza en la España colonial, “la cocina” de Zaldívar en nuestro país y un largo y transversal etcétera.
Tan transversal es este fenómeno que en 1911 Robert Michels publicó un libro describiendo la “ley de hierro de la oligarquía”. Su tesis es que el simple hecho de que toda sociedad requiere organizarse de alguna forma, y que ésta es una tarea compleja, lleva inevitablemente a que existan especialistas en crear y gestionar normas, y por lo surgen “brokers” del poder. Este grupo es la oligarquía y —según Michels— siempre se formará.
El voto secreto permite que la ciudadanía entregue/quite su apoyo a algún grupo que busca el poder, pero no impide que existan élites especialistas en gestionarlo. El Senado como institución se crea para transparentar todo lo posible quiénes son y qué intereses tienen las élites políticas. Sin esta información la política será aún más lejana a la ciudadanía.
Terminar con el Senado —entendido como institución— solo ocultará quiénes son los que guían al país. El Senado —entendido como el lugar dónde la oligarquía se pone de acuerdo— seguirá existiendo. El Senado ha muerto, que viva el Senado.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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