La historia chilena se ha desbandado desde la revuelta popular del 2019. En pocos años aquel régimen conocido como transición política basada en el orden neoliberal exhibe sus fisuras, roturas como también sus parches y costuras. Un proceso marcado por cambios y regresiones que conduce también a la confusión e incertidumbre. Las demandas, junto con la rabia y desesperación, levantadas en aquel octubre no están resueltas y el tiempo no juega a favor de su satisfacción.
El Clarín conversó con el sociólogo Carlos Ruiz Encina sobre el complejo momento que sufre la sociedad chilena y la difícil relación que tiene con su sistema político. La conversación tuvo lugar en un café de Ñuñoa horas después del masivo rechazo a la idea de legislar la reforma tributaria, una de las posibles válvulas de escape a la tremenda presión ciudadana por obtener viejas demandas.
Carlos Ruiz, doctor en Estudios Latinoamericanos, fue fundador y líder del movimiento la SurDa, en la creación del Frente Amplio y dirige la Fundación NodoXXI. Ha publicado, entre otros, los libros Conflicto social en el neoliberalismo avanzado (2013), “Los chilenos bajo el neoliberalismo. Clases y conflicto social (2014) escrito en conjunto con Giorgio Boccardo, De nuevo la sociedad (2015), “La política en el neoliberalismo. Experiencias Latinoamericanas (2019) y El poder constituyente de la revuelta chilena (2022) junto a Sebastián Caviedes. Próximamente saldrá Octubre Chile.
El Clarín: Aquella escena de la política post dictadura que denominaron consensos entre la derecha pinochetista y la concertación parece haber terminado durante el segundo gobierno de Sebastián Piñera con la revuelta popular. La actitud de la derecha creo que hoy es muy diferente a la de décadas pasadas. Cuál es tu interpretación del masivo rechazo de la derecha a la idea de legislar la reforma tributaria. ¿Qué proyección ves en esta nueva forma de hacer política?
Carlos Ruiz Encina: Hay por lo menos dos campos grandes. Uno es el carácter que adopta la obstrucción de la derecha y otros sectores que no se definen de derecha pero que se comportan y se suman a la derecha, como Demócratas o Amarillos. Y otro campo son las debilidades propias. En lo primero, creo que hay una disputa, un escenario de reconfiguración de la política en general, que quedó claro con la dispersión que se produce en la primera vuelta presidencial, con el hundimiento de las fuerzas políticas que habían sido las fuerzas conducentes de la transición. Por un lado, la concertación y por otro lado aquella derecha a partir de los noventa y los pactos. Podemos criticarlos o no, pero eran las fuerzas que imperaban en la política. Las dos se desploman, de manera que a la segunda vuelta pasan dos figuras, Boric y Kast, que no son las más representativas de la transición.
Se está inaugurando un escenario que podríamos llamarlo como post transición. Ahí aparece el fenómeno de los republicanos y otros, que constituye un escenario muy complicado porque gran parte del ensanchamiento en la segunda vuelta del voto de Boric es un voto más anti Kast que pro Boric. Tampoco hay mayorías políticas sustantivas operando en este escenario. En este contexto, lo que se vio en el rechazo a la reforma tributaria es una disputa por la cabeza de la oposición de derecha, de la que se reconoce como derecha y de aquella que no, como el Partido de la Gente, que son parte de la fragmentación política que está en ese mundo. Ahí hay una disputa entre un sector que está por una política obstruccionista a todo, quitarle la sal y el agua al gobierno, que es una especie de repliegue contra la revuelta popular, muy defensiva, y otra que está buscando términos de reconstrucción política. Terminó imponiéndose la primera lo que constituye una señal medible.
Yo creo que esto seguirá. Incluso se da dentro de los liderazgos empresariales. El liderazgo de Ricardo Mewes aparece un poco abierto a conversar la reforma de pensiones. No es que lo defienda, sino constato. Incluso dijo que negarse a la reforma tributaria interfería con la salud del mercado. Pero en el mismo sector está un Juan Sutil, que distorsiona totalmente el proceso político. Me acuerdo cuando durante el proceso constituyente decía que estaba en riesgo la propiedad. Que había fuerzas interesadas en destruir el régimen de propiedad, algo que nunca le he escuchado a nadie, ni siquiera en la izquierda. Una declaración de esta naturaleza hacía pensar a la gente que le iban a quitar el celular, el auto… Eso es jugar a la obstrucción a todo evento.
EC: Mencionaste también las debilidades propias del gobierno
CRE: Así es. Todo esto está cruzado con otro tema. Yo creo que las propuestas y líneas de transformación del gobierno tiene que hacerlo con la sociedad. Hay que hacerlo con el pueblo. El proyecto de pensiones se presentó y se elaboró entre expertos, en una comisión cerrada. El propio movimiento No + AFP se quejaba que no había tenido una participación directa ni tampoco sus consultas habían sido muy atendidas. Aquí había una fuerza popular muy importante que antecede a todo este proceso político actual. Ahora también podríamos hacer la autocrítica que esto no se explicó suficientemente a la sociedad para ejercer presión sobre la esfera política sobre la cual hay un alto nivel de escepticismo; todas las encuestas así lo avalan, la desconfianza que hay en el mundo político es muy grande. Entonces, se puede combinar, se puede trabajar esto con los grupos sociales y no como se hizo durante la concertación, de espaldas a la sociedad. Creo que lo que ocurrió el miércoles 8 de marzo con la reforma tributaria en el Congreso resume una serie de temas que se dan a los dos lados del campo de batalla. Quienes estamos interesados en las transformaciones tenemos que sacar cuentas tanto del comportamiento de la oposición como del gobierno.
EC: Hace poco el gobierno tomó una decisión con el TPP 11, un tratado que se sabía era rechazado no solo por amplios sectores de la sociedad sino por gran parte de quienes hoy son gobierno. Es la consolidación del modelo neoliberal, pero también pudo entenderse como una entrega al sector privado a cambio de ciertas reformas. Pero eso no existió. El gobierno rubrica el TPP por voluntad propia y prolonga de forma indefinida el régimen de mercado desregulado.
Si, coincido en el diagnóstico. Lo que está en el fondo de la discusión es la forma de inserción de la economía y sociedad chilena en el sistema capitalista mundial, en la variante actual que toma la expansión capitalista. Esos términos de inserción fueron muy impulsados por la concertación, en particular por el gobierno de Lagos y después refrendados por los gobiernos de Bachelet y por supuesto profundizados por los gobiernos de Piñera. Las fuerzas del Apruebo Dignidad eran críticas en general a este proceso y también el conjunto de fuerzas sociales, con partidos contra eso, incluso el propio Frente Amplio con la figura misma del presidente. Ante eso, es lógico que el apoyo al TPP resulte sorpresivo. Yo creo que aquí hay que ir a un tema de composición política del actual gobierno. Yo he insistido que este no es el gobierno del Frente Amplio, no es tampoco el gobierno de Apruebo Dignidad porque para la segunda vuelta se configuró una mayoría electoral que no está precedida por una discusión programática. En la segunda vuelta entra el apoyo de un sector representativo de la ex concertación que se vuelve muy determinante en estos procesos de incorporación de las economías más periféricas de forma totalmente pasiva y desigual en los términos de intercambio. Aquí la presión de los sectores de la ex concertación fue determinante, los que son mayoría en el gobierno. Todos los principales ministerios han pasado a figuras de la ex concertación. Eso, más la campaña que se generó contra el exsubsecretario José Miguel Ahumada, donde está radicada el área de trabajo de las relaciones económicas internacionales. El viene de las filas del equipo original de Apruebo Dignidad y fue blanco de fuertes críticas. En particular quien ha encabezado estas críticas es el expresidente Lagos que es quien consiguió esa forma de inserción de la economía chilena subordinada a la economía mundial. Lagos tiene capacidad de presión incluso en este gobierno.
Yo he insistido que este no es el gobierno del Frente Amplio, no es tampoco el gobierno de Apruebo Dignidad porque para la segunda vuelta se configuró una mayoría electoral que no está precedida por una discusión programática. En la segunda vuelta entra el apoyo de un sector representativo de la ex concertación que se vuelve muy determinante en estos procesos de incorporación de las economías más periféricas de forma totalmente pasiva y desigual en los términos de intercambio
EC: Has dicho que la exconcertación terminó por desarticularse en la segunda vuelta. Su incorporación al gobierno apunta a una recomposición del sistema político o definitivamente una descomposición en cuanto no está claro qué dirección tiene.
CRE: Ese es otro de los dilemas. La exconcertación se descalabra en la primera vuelta y lo que sigue son una serie de tensiones de una concertación en descomposición. No hay secreto que los que se incorporan de los círculos más laguistas o bacheletistas generan tensiones sobre el actual gobierno. Son presiones propias de la política en el viejo estilo, que es lo que pasó con Mario Marcel y Ana Lya Uriarte en la forma en que tramitaron la reforma tributaria. Al viejo estilo y de espaldas a la sociedad. En el caso de la reforma de pensiones lo mismo. Había una historia de movilizaciones populares para la reforma del sistema de pensiones que no fue tomada en cuenta. Eso se olvidó y se vuelve a la pequeña cocina. ¿Cual es el problema de vincularse con esas fuerzas? Yo no estoy diciendo que no haya que articularse con esas fuerzas, además que tenemos una derecha muy agresiva por lo que hay una necesidad de articulación. Lo que estoy reclamando es que haya una discusión abierta. Porque esas fuerzas para articularse deben tener una respuesta respecto del origen de la gran crisis social que ha vivido la sociedad chilena. Qué pasa con “no son 30 pesos sino 30 años”. Aquí tienen algo que decir. Pónganse de acuerdo y digan algo para que podamos conversar la forma en que nos vamos a articular. No digo que no nos articulemos, pero con una discusión abierta y de cara a la sociedad, a los actores sociales. Lo contrario es un arreglo burocrático. Y si se trata de un arreglo burocrático las fuerzas de Apruebo Dignidad deben entender que ellos tienen mucha más experiencia en tramitar los arreglos burocráticos de los que podemos tener nosotros, que hemos estado fuera de esos pasillos burocráticos por más de 30 años. Cómo se suben ellos a un gobierno, con qué balance respecto de la crisis social. No estoy diciendo que no nos articulemos, pero denme un balance para poder discutir. No he escuchado decir nada de eso. Pasamos de un no lo vimos venir a una suerte de aquí no ha pasado nada y echarle tierra a este asunto. Eso es muy preocupante porque los malestares están ahí.
EC: Para cerrar un poco el tema económico. La desigualdad se ha instalado como parte estructural del modelo. No hay cambios en momentos de alto o bajo crecimiento aun cuando sí las actuales tasas de inflación agudizan la desigualdad. La única salida era una reforma tributaria hoy rechazada. ¿Tú crees que este modelo, como lo elogia la derecha y sectores de la exconcertación, tiene alguna posibilidad de futuro o está acabado en cuando no podrá nunca integrar las grandes demandas sociales?
CRE: Esta es una discusión pendiente de las fuerzas políticas. No de intelectuales, que tienen una opinión formada. El problema es que las fuerzas políticas pongan sobre la mesa la discusión sobre los orígenes de la crisis del 2019 en adelante. Que cada uno nos diga a los ciudadanos qué piensan al respecto. En función de esto se abre la discusión de cuánto hay que reformular el modelo, un modelo de sociedad, un modelo económico, un modelo de institucionalidad. Y esa es la discusión constituyente. Eso debería preceder, ser un antecedente de la discusión constituyente y no al revés como ha venido sucediendo. Estamos más preocupados de los candidatos que de tener una discusión de fondo. Tuvimos un primer descalabro y no hemos terminado de sacar las lecciones de fondo. Creo que se está llegando a repetir un apego muy ortodoxo a las políticas monetaristas. De nuevo estamos administrando con políticas monetaristas como si aquí no hubiera pasado nada. Esto de pensar que aquí no ha pasado nada es muy riesgoso, es como tirar un cigarro mal apagado en una bencinera. Estamos en un país que tiene una propensión a la movilización muy alta.
De aquí viene otro tema. La inflación acumulada tiene una disparidad muy distinta en distintos sectores sociales porque las canastas de consumo son distintas según los sectores sociales. La inflación en alimentación es mucho más alta que la inflación que se reconoce y con la que trabaja el Banco Central. En cambio, al revés, se privilegia la inflación de sectores altos. Entonces con qué estándares, en relación con los intereses de qué sector de la sociedad se está administrando esto. Cuando se dice la inflación, la inflación de quienes.
Los sectores populares, los sectores medios y medios bajos pagar con tarjetas de créditos los déficits de protección social es habitual Con una tarjeta CMR pagan el dentista. Entonces el costo del crédito, no de consumo, sino el de educación, de salud se paga con instituciones privadas como Falabella. Eso incide de una manera desmesurada en el costo de los sectores bajos en la canasta básica y eso no está ponderado en los indicadores de inflación. El crédito para muchos sectores de bajos ingresos se ha convertido en una extensión natural del salario y por lo tanto de las formas de explotación y eso no está ponderado, no está protegido en las políticas monetaristas que están manejando, ni del ministerio de Hacienda ni del Banco central. Estamos estirando políticas que todos sabemos en qué terminaros y aquí nadie quiere ni más muertos ni más mutilados. Seamos responsables.
EC: En el epílogo del ensayo del 2022 que escribiste con Sebastián Caviedes destacas que el sujeto histórico ha cambiado desde el 2019. Lo sostienes pese al abrumador rechazo a la propuesta de la constitución el 4 de septiembre pasado y a la desmovilización que presenciamos desde entonces.
CRE: Yo plantee la idea de un nuevo pueblo no en el sentido de un juicio de valor sino de un cambio en la estructura de clases de Chile. No es el pueblo del siglo XX. Por eso es importante que las fuerzas políticas y en particular las de izquierda entiendan este cambio. Ya no sirve la apelación a las viejas bases de sustentación de proyectos políticos. Esa clase obrera industrial ya no está. Es el nuevo empleado de los servicios, que es un trabajador nómade, que puede tener muchas pegas en el año, que en la mañana es subcontratado y en la tarde trabaja por cuenta propia. Las viejas distinciones entre trabajador dependiente e independiente ya no sirven. No tiene las viejas formas de identidad con el oficio, no está sindicalizado ni representado por la CUT. Es otro tipo de trabajador que es el que produjo precisamente la transformación capitalista neoliberal. La expansión de los profesionales, los profesionales llamados de primera generación, que se incorporan en un mercado laboral tremendamente mercantilizado, que tienen enormes deudas educativas no tiene las características de la vieja clase media del siglo XX de aquellos profesionales que trabajaban en el Estado, en las grandes empresas públicas. Eso ya no existe. Es un profesional que se desenvuelve en otras condiciones y por eso estuvo muy presente en las protestas. Son nuevas bases de sustentación de proyectos políticos. Es un nuevo pueblo que estalló, pero sin organización. Yo creo que estamos en un ciclo histórico más largo que todavía va a rodar mucho, posiblemente una década o más.
Estamos ante un momento de estas características en la sociedad chilena, con otro tipo de configuración popular pero recién en rodaje. Lo que hay que entender es que el éxodo y clausura respecto de la revuelta vino con la pandemia y eso tampoco lo hemos discutido. Es la pandemia que le llega como un regalo al gobierno de Piñera, que no hallaba cómo enfrentar la situación ante unos ojos internacionales cada vez más puestos en Chile. En febrero y marzo todavía había movilizaciones e incluso en el primer año de la pandemia hubo también protestas cuando no llegaban las ayudas. Piñera militarizó, había toque de queda. Hubo una recuperación, digámoslo a la antigua, de la iniciativa de la dominación. Después de eso viene una desarticulación. Estamos en una sociedad que tiene una propensión muy alta a la movilización, pero una muy baja a la asociación. La creación de nuevas organizaciones todavía viene rodando en esta nueva configuración de actores sociales. A partir de entonces vuelven a aparecer, débiles yo diría, las representaciones de los mismos espacios políticos porque no hay grandes mayorías políticas sustantivas. Los últimos gobiernos, todos, incluso el de Bachelet, el de Piñera, cuenta con no más de un cuarto de apoyo electoral del total de electores posibles. Tenemos una sociedad chilena con una brecha muy grande entre sociedad y política, con tasas de participación muy bajas. Ahora habrá voto obligatorio, pero eso no resuelve la participación política, en tanto la crisis de representación y legitimación sigue siendo muy grande. Ante eso se produce este reflujo, pero hay que entender que la forma en que se ha expresado esta situación ha sido siempre con una inorganicidad muy grande.
No han estado articuladas con las formas de organicidad que nosotros conocíamos, son muy distintas a las protestas populares de los años 80. No digo que sea bueno o malo, estoy reconociendo un elemento que hay que integrar al análisis y que creo se ha eludido. Hay una izquierda que está al debe de tener un debate de esta situación, sobre la configuración de la estructura social. Si no partimos de un análisis de clase de qué partimos. Entonces le hablamos a las bases orgánicas en las cuales estamos anclados y de ahí nos manejamos con 6 o 7 por ciento cada uno en su nicho y se deja afuera a estas mayorías. Y esto es pasto para los cantos de sirena de la fragmentación política, los inventos tipo Parisi y otros. De todas maneras, la forma en que se rechaza el primer ensayo constitucional en ningún caso es endosable a la cuenta corriente ni de la derecha, ni republicanos, ni amarillos, ni ninguna de esas fuerzas. Eso es un oportunismo galopante. Hay un rechazo muy fuerte al elitismo y a la política en general, que tuvo sus excesos durante el proceso constitucional anterior.
Yo pondría atención en que los grupos que de nuevo comienzan a funcionar son los grupos estudiantiles, en particular los secundarios. Yo no diría que esta es una situación decantada. Me parece peligroso sacar conclusiones apresuradas no solo de parte de la derecha, también diría que del gobierno y de nuestras propias filas. Eso tiene mucho que ver con la incorporación de la concertación en el gobierno
EC: El estallido social sucedió en el gobierno de Piñera, de derecha y representante del capital neoliberal. Aun cuando durante los gobiernos de Lagos y Bachelet sí hubo movilizaciones estudiantiles y de otros grupos, no crees que un segundo estallido sería muy raro, por esa relación ambivalente entre un gobierno progresista y la sociedad.
Hay que abrir una puerta al proceso de transformaciones, porque las transformaciones se tienen que hacer con la sociedad no sin ella. Esta es una de las grandes lecciones que hubo entre las relaciones entre política y sociedad y la crisis de legitimación en la que cayó la política frente a la sociedad. Si no entendemos ahora que las transformaciones hay que hacerlas con la sociedad y volvemos a las viejas costumbres y formas de hacer las cosas no ha servido nada lo que ocurrió. Yo diría, sí, el estallido revienta ante un gobierno de derecha. No tengo ninguna gana de defender a Piñera, pero el problema no es solo Piñera. Ese proceso venía rodando desde el 2006. En los noventa las movilizaciones eran de decenas de miles. Desde el 2006 en adelante se empiezan a contar en centenares de miles. El 2007 viene la movilización de los subcontratistas, que son hijos del neoliberalismo, y estallan por fuera de los moldes de la política. Después fueron las regiones, Punta Arenas, los conflictos llamados medioambientales, que muchas veces no son medioambientales sino regionalistas, relacionados con el extractivismo, con el modelo primario exportador. Están en contra de las externalidades que produce el modelo primario exportador. Y así sigue escalando, con las AFP, que ocurrió fuera del gobierno de Piñera, el tema mapuche, que ha seguido escalando, y qué decir del feminismo que crece sin parar para convertirse en un tema principal en línea cruzada con los últimos gobiernos. De ahí la fuerza de la frase “no son 30 pesos sino 30 años”. Las cuentas que hay que sacar para poder enfrentar las condiciones de este gobierno y las transformaciones no son menores a un balance de 30 años. Si algo dejó claro el estallido es que no se le puede seguir echando la culpa de todo a Pinochet. Posteriormente se profundiza lo que no pudo privatizar la dictadura con eufemismos como concesiones o licitaciones. Eso se hizo con apellido civil no militar. Eso fue parte de unos acuerdos políticos de una politicidad muy opaca que fue la transición. Y eso siguió profundizándose. Lo que se privatizó después no fueron las líneas aéreas, telefónicas, las viejas empresas estatales. Eran los derechos sociales. Se agudizaba la privatización de la educación, de la salud. Se aumentaba el gasto en salud para después licitarlo a las clínicas privadas, con el AUGE. Eso es un subsidio estatal a la acumulación privada, no hay una reconstrucción de la oferta de la salud pública. En vez de destinar esos presupuestos a la recuperación del sistema público lo que se hace es licitarlo para entregarlo a la oferta privada. A mayor gasto social del Estado no hay menos neoliberalismo, hay más neoliberalismo. Eso se estiró tanto que condujo a la revuelta. Esa cuenta tiene que sacarla el Frente Amplio, Apruebo Dignidad. Tenemos que apretar las alianzas que estamos haciendo en estos momentos, necesitamos un ajuste a estas políticas, y no un regreso a esas políticas.
Cómo se sube la exconcertación a un gobierno, con qué balance respecto de la crisis social. No estoy diciendo que no nos articulemos, pero denme un balance para poder discutir. No he escuchado decir nada de eso. Pasamos de un no lo vimos venir a una suerte de aquí no ha pasado nada y echarle tierra a este asunto. Eso es muy preocupante porque los malestares están ahí.EC: Volviendo a una posible vuelta de las movilizaciones, desde el estallido han pasado más de tres años. Y en todo este tiempo no se han constituido organizaciones de peso político. ¿Tu crees que la desconfianza de la sociedad con la política también llega a la izquierda?
CRE: Son procesos de constitución largos. Es una nueva geografía social y cultural. Este individuo que estalla, a la misma vez que te pide derechos sociales universales te pide autonomía individual. Te pongo un dilema. Nuestra tradición de izquierda del siglo XX podía lidiar con la bandera de la igualdad, pero le costaba mucho más lidiar con la de la libertad. Y aquí tenemos un juicio histórico que hacer como izquierda, la forma que empujábamos el paradigma de la igualdad era a costa del paradigma de la libertad. Se producía muchas veces un proyecto de socialización forzada, como en los socialismos reales. El individuo de hoy no aguanta esos procesos de socialización forzada, quiere más libertades, pero por otro lado quiere más derechos sociales y universales. Eso podría implicar más Estado, pero en todas las cosas no quiere más Estado, en algunas no quiere que el Estado se meta en su vida. La vieja receta era que a todos los males y dolores era más Estado, en algunas cosas lo que quiere es una sociedad más empoderada. Aquí vamos a tener que plantearnos el problema constitucional de otra forma. Eso lo discutí donde pude en el anterior intento constitucional. Hay que construir principios de socialización habilitantes para una sociedad que quiere mayor capacidad de determinación en, por ejemplo, las políticas de protección públicas pero también en las de seguridad públicas. Que los ciudadanos tengan financiamiento para participar del modo que lo tienen los partidos políticos, que su participación no sea consultiva sino vinculante. La gente tiene desconfianza en las instituciones. Eso permite tener una política para estimular esa forma de asociatividad. De lo contrario, sin una capacidad de organización determinante, vinculante, lo que sucederá es estallar por fuera.
Tenemos que revisar como izquierda cuál es la fuerza de transformación de la izquierda del siglo XXI, que la izquierda vuelva a revisar la ecuación entre igualdad y libertad. Porque nuestros paradigmas actuales de igualdad tendrán que ajustarse para reconocer más los derechos de individuación. Y también de asociatividad y de determinación por el Estado. Porque si no volveremos a quedar atrapados en burocracias estatales. En el caso europeo, por ejemplo, en el campo socialista esas burocracias terminaron convertidas en nuevas burguesías, digámoslo así. La izquierda chilena tiene una discusión pendiente sobre esas cosas. En qué proyecto vamos para no repetir esas cuestiones Yo también lo he dicho críticamente de cómo se desfiguran los procesos de transformación, incluso en América Latina. Hay que discutir frente al proceso venezolano o nicaragüense pero no en el sentido que nos obliga la derecha o El Mercurio sino en el sentido de nuestras propias lecciones porque ahí se han desdibujado procesos de transformación. Es muy importante ver qué lecciones saca la izquierda chilena. Pero no discute. Apoyo cerrado o no discute. Es necesario una actualización de paradigmas para entender a este nuevo pueblo.
EC: Volvamos a las falsas expectativas políticas. Y en medio de todo esto, sigue corriendo entre cuatro paredes el proceso constituyente. ¿A dónde conduce eso?
CRE: Esto es un contragolpe. Una contraofensiva de los sectores que lograron parar un proceso de transformación más sustantivo amparándose en muchos errores del campo propio, pero no es una derecha que traiga muchas propuestas, sino que trata de reacomodar su barco para salvarlo del lastre de la constitución del 80. No trae una propuesta que sea de salida. Es una contraofensiva, pero bastante vacía. De momento, no he visto un gran proyecto de derecha de impulsar otro ciclo de modernización conservadora para sus intereses. No tiene otra propuesta más que ampararse en la vieja noción de Estado subsidiario. De ahí que nosotros tenemos que avanzar en la modernización que dirige el modelo económico, sino nunca vamos a tener la posibilidad de acceder a su manejo. Ni siquiera el ejecutivo tiene todos los controles. Tenemos una de las legislaciones más extremas sobre autonomía de bancos centrales, lo que permite la captura empresarial total de esa institución. Si no avanzamos en ese punto, en la modernización de la democratización del modelo de crecimiento, no vamos a tener ningún control sobre los procesos de transformación.
EC: Este proceso se puede constituir, aglutinar y cerrar, pero también se puede desbarrancar. En ambos casos transita por un carril cerrado. ¿Qué pasa con eso?
CRE: Es muy probable, porque la forma en que se constituye es muy de espaldas a la ciudadanía. Yo no necesito ilustrar eso. Lo repito porque concuerdo con quienes lo han señalado. Es un proceso con muy poca participación ciudadana.
EC: Tenemos a figuras de la concertación, incluso del pinochetismo.
CRE: Por eso, intentan una política que se desplomó de una manera acelerada en la última elección presidencial. Yo creo que a las dos bandas. Por un lado, Boric, que no es una persona típica de la transición, así como el Frente Amplio y el PC, son fuerzas que están por fuera de la transición las que terminan dirimiendo la elección presidencial. Pero por otro lado también en la primaria de la derecha el candidato de fuera de los partidos que era Sichel, desplazó a toda la derecha tradicional. Ahí se desplomó también la derecha de la transición. Pero le abre el paso al negacionismo total. Ahí se produce una movilización mucho más amplia en contra de una figura de ultraderecha. Eso en todo caso no hay que minimizarlo, es un peligro latente.
Por eso este gobierno tiene que tomar nota que se está enfrentamos a condiciones muy distintas y también al nuevo ciclo progresista latinoamericano. Son condiciones muy diferentes, no solo a nivel local con las derechas, sino también respecto a la coyuntura externa. La guerra en Ucrania está reconfigurando muchas de las relaciones de poder internacional. Europa está quedando hundida, metida en una OTAN totalmente cooptada por Estados Unidos. China está entrando de otra manera a posicionarse. En este escenario qué vamos a hacer con estos ciclos progresistas. Creo que también en relaciones internacionales hemos corrido muy rápido a acercarnos demasiado al gobierno de Joe Biden, que es una línea muy provocadora contra la paz mundial.
Me interesa intervenir con elementos críticos porque creo que desde la izquierda aun estamos a tiempo pero también sin perder de vista el momento histórico. Estamos en una encrucijada histórica con una incertidumbre muy alta, en un lugar en el que enfrentamos a fuerzas muy distintas de las tradicionales. Si vamos a ampliar las alianzas políticas, por ejemplo, con las de la transición, tenemos que hacerlo desde un balance histórico. Ahora la izquierda también debe hacer su propio balance histórico por los fracasos del siglo XX .
Por Paul Walder
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