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lunes, 14 de octubre de 2019

OEA: Almagro entre la impotencia y la desesperación

EEUU
 

La OEA, órgano del ejercicio de la dominación de los EEUU en el continente americano, debe elegir su próximo regente. La actual marioneta quisiera obtener un segundo periodo, sin que ni siquiera su pais de origen -Uruguay- lo apoye. Una esclarecedora crónica de Sergio Rodríguez Gelfenstein.

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OEA: Almagro entre la impotencia y la desesperación


Escribe Sergio Rodríguez Gelfenstein


He leído con sorpresa el comunicado de la OEA que manifiesta que: “…resulta `inaceptable´ el carácter violento de algunos actos llevados a cabo durante las protestas contra el Gobierno […]”. A lo cual agrega que es "… injustificable que algunos actores los conviertan (el derecho a la protesta) en un derecho a la violencia, el saqueo y el vandalismo. La Secretaría General de la OEA condena enérgicamente los actos de violencia registrados en los últimos días […]. Es inaceptable el secuestro de policías y militares, así como el destrozo y saqueo de bienes públicos, el incendio de patrulleros y ataques a ambulancias". Asimismo, “la OEA considera fundamental que todas las partes respeten el término constitucional por el que fue electo el presidente […] y reitera su rechazo a cualquier forma de interrupción de su gobierno".
Por un momento pensé que Almagro había reconsiderado su odiosa posición contra Venezuela y en vista de que desea fervientemente reelegirse para un nuevo período había aceptado que el gobierno de Caracas está firme, mantiene el control del país, que las fuerzas armadas han resultado inquebrantables y que un importante sector de la sociedad sigue apoyando al gobierno. Pensé que esta declaración de Almagro era una suerte de admisión de su derrota y el deseo de que los problemas del país se solucionaran mediante el diálogo y la negociación.
Nada de eso, el comunicado anterior se refiere a Ecuador donde a diferencia de lo ocurrido en Venezuela, la OEA sí rechaza y condena “los actos de violencia”, y el destrozo y saqueo de bienes públicos, el incendio a patrulleras y ataques a ambulancias.
A diferencia de Venezuela donde lo avaló, en Ecuador Almagro sí considera “injustificable que algunos actores los conviertan (el derecho a la protesta) en un derecho a la violencia, el saqueo y el vandalismo”.
A diferencia de Venezuela donde Almagro llamó al derrocamiento del presidente constitucional por cualquier vía, incluyendo la intervención extranjera, en Ecuador la OEA, “…considera fundamental que todas las partes respeten el término constitucional por el que fue electo el presidente Lenin Moreno y reitera su rechazo a cualquier forma de interrupción de su gobierno".
El desconcierto me llevó a poner en duda mis conocimientos de derecho internacional público, ¿será que no asistí a esa clase? Entonces, me di a la tarea de indagar si es que la OEA tenía dos Cartas, una para aplicar a los amigos de Estados Unidos y otra para quien considera sus enemigos. No, como es sabido, existe una sola carta, solo que los secretarios generales actuando como empleados del Departamento de Estado la adaptan a los intereses de Estados Unidos.
En este caso, en su afán reeleccionista, Almagro ha estado intentando de todo, incluyendo “abuenarse” con Evo Morales y Daniel Ortega, por supuesto previa aprobación de Washington. Los números no le dan. Con extrema consternación ha tomado nota que, a diferencia del pasado cuando todos los candidatos a la secretaría general de la OEA, equivocadamente y con total desprecio por las naciones del Caribe, se dirigían a La Habana y a Caracas para que ejercieran sus “buenos oficios” a fin de que estos países los apoyaran, hoy ni siquiera eso puede hacer porque ambas naciones –que por lo demás no se inmiscuyen en los asuntos internos de países hermanos para que decidan su voto en los organismos internacionales–, no son miembros de la OEA.
Almagro ya no tiene a Pepe Mujica como jefe de su comando de campaña y portaviones de su elección anterior, y ni siquiera lo apoya su propio país. A tal punto que en el clímax de su desaliento cambió la fecha de la elección desde el mes de febrero, como estaba pautado originalmente, al 20 de marzo. En la esperanza de que cuando en Montevideo se instale un nuevo presidente el primer día de ese mes, éste no sea del Frente Amplio y lo apoye en su ambición de seguir sirviendo a Washington.
Lo normal es que para este tipo de responsabilidad, los candidatos sean nominados por su país. No es habitual que haya postulaciones individuales como en este caso. Por eso la negativa del gobierno de Uruguay de apoyar a Almagro, dada su impronta injerencista y su talante anti democrático, es muy relevante.
Por otro lado, visto que ni siquiera en la OEA logró mayoría para legitimar sus trapacerías, recurrió al apoyo de Washington para crear el grupo de Lima como instancia ad-hoc para el objetivo que sería el súmmum de su gestión: el derrocamiento del gobierno de Venezuela.
En este ámbito, las cosas tampoco andan muy bien. El Grupo de Lima, –que hoy cuenta entre sus aliados a la banda narco-paramilitar colombiana “los Rastrojos”–, comenzó su accionar con 19 países y ya solo quedan 10 más el jefe. Peor aún: estos no pueden destilar muchos ejemplos de democracia ni gobernabilidad. En Argentina, Macri recibió una paliza contundente en las elecciones primarias. En Perú, el presidente hace esfuerzos desesperados para no ser incluido en la infame y ya “tradicional” lista de jefes de Estado corruptos que van a prisión. En Ecuador, el traidor de Carondelet ha recurrido a una brutal represión para intentar sostenerse en el poder. En Chile, Piñera sume la economía de su país en niveles de ignominia sin precedentes, y profundiza el abismo entre los más pobres que son la aplastante mayoría y los ricos empresarios dueños del país. En Colombia, Duque, presidente teledirigido, se tambalea ante la debilidad de Álvaro Uribe que es realmente quien detenta el poder y está siendo juzgado por soborno y fraude procesal. La insistencia de Duque en hacer política con eje en Venezuela, apelando incluso a la mentira en los organismos internacionales, no puede ocultar los graves problemas sociales y los asesinatos masivos de dirigentes sociales en Colombia.
A esto, habría que agregar el desprestigio de Bolsonaro, un presidente medieval y retrógrado repudiado en todo el planeta. Y los deshonrosos intentos de Abdo Benítez de entregar la soberanía del Paraguay que lo pusieron al borde del abismo, salvándose sólo por la intervención de Washington. Sin olvidar la acusación de un fiscal imperial que imputó al presidente de Honduras por tener firmes vínculos con el narcotráfico.
Estos “héroes” habían dicho que relanzarían la economía de la región, eliminarían la corrupción, sanarían la hacienda pública para generar un crecimiento sostenido que iba a permitir la estabilidad de las sociedades, así como la gobernabilidad, el desarrollo, la prosperidad y una democracia verdadera. Nada de eso ha sucedido.
Todo ello viene a configurar un escenario cuya principal característica es la incertidumbre en torno al camino que tomará la región ante el fracaso de las prácticas neoliberales y anti-democráticas que la OEA y su secretario general han defendido bajo el impulso de Obama y ahora de Trump, quien también está pasando por circunstancias difíciles en los intentos de darle continuidad a la gestión de su país en un momento en que el planeta vive una época de convulsiones y rebeliones.
Mientras tanto, -una vez más-, recuerdo las palabras de un destacado miembro de la oposición venezolana cuando dijo: “si alguien llama por teléfono a Miraflores, quien contesta es Nicolás Maduro”.
 
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