Hace mucho tiempo, los comunistas parecían comunistas. Dejaban a su paso una estela de consignas e historias de persecuciones y huelgas. Casi todos eran flacos, mal trajeados y con cara de preocupados. Los más viejos habían sobrevivido a persecuciones, delaciones, represión, desprecio, desalojos y palizas.
Se les veía a menudo entre desarrapados, tomas de terrenos, juntas de vecinos, centros de madres, sindicatos y vendedores de libros.
Durante la dictadura desplegaron un heroísmo al que no se le ha hecho suficiente justicia ni por ellos mismos. Si durante en ese tiempo usted andaba por un pueblo lejano a la siete de la mañana, esos que caminaban por ahí a esa hora desudada o era un entusiasta futbolista, un convencido evangélico o un heroico militante comunista sin desayuno.
La Plaza Brasil de Santiago ha visto reverdecer sus pastos por la sistemática insistencia de varios negros que lo riegan y recortan. Luego de que el presidente Boric se hiciera vecino del Barrio Yungay, la plaza Brasil ha visto mucha más seguridad municipal y policial. Los sábados se llena de niños.
Cuando hay elecciones, en esa plaza se despliegan los candidatos a cualquier cosa, instalan sus mesas, sus sistemas de audio y se comprometen a lo que venga.
Fue ahí cuando vi por primera vez a la actual alcaldesa Hirací Hassler.
Rodeada por entusiastas jóvenes comunistas con banderas y camaradas que hacían de público, ofrecía y se comprometía. No me pareció comunista solo por el arraigado perjuicio de que los comunistas debemos ser feos y desarrapados, buenos para el cigarrillo, con cara de cierta tristeza de cesantes antiguos y vocación de perseguidos.
No era el caso de la candidata que lucía más bien como una candidata de la pequeña burguesía, objeto eterno de las críticas rojas. Por lo menos parloteaba, manoteaba y se vestía como una.
Pero en su discurso prometía una alcaldía ciudadana, cercana, desde la que cumpliría con aquellas cosas que fueron plebiscitadas a las que se comprometía el ganador de la justa primaria popular, en la que la ahora alcaldesa Hassler ganó y por la que voté entusiasta.
Fue así como la compañera Irací Hassler fue elegida alcaldesa de Santiago con un Consejo mayoritariamente a su favor y compuesto por muchas mujeres.
En el Barrio Brasil deambula desde hace más de treinta años el Rafa. Pelo albísimo, crespo y largo, sucia barba de profeta, gorra de beisbolista, vestido a la diabla con harapos, y se gana la vida acomodando autos.
Podría parecerse a Forest Gump cuando le dio por correr.
Es un tipo pacífico como la luna y con una extraordinaria memoria, que no le hace mal a nadie, aunque eso sí, afea el paisaje, pecado que han debido asumir los pobres desde el principio de los tiempos.
Al Rafa a las diez y media de anoche le cayó su condición de indigente vecino del presidente. Hasta anoche a esa hora vivía en un pequeño ruco que levantó afirmado en una palmera en una arista de la plaza. Ahí pasaba sus noches bebiendo alguna cerveza que le regalan sus amigos o las que compra con las monedas que sus clientes le dan a cambio de nada. Lo acompañaban dos fieles y silenciosos perros.
Al Rafa le cayó todo la cultura del sistema el miércoles a las diez y media.
Equipos municipales y carabineros equipados para el asalto final llegaron arrasando con los bártulos del Rafa y los tiraron a un camión de la basura dejándolo a la intemperie.
En ese caso no funcionó el sacrosanto derecho a la propiedad privada solo porque eran cosas de pobres, cacharros abollados, ropas insalubres, un jergón fétido y quizás, pequeñas cosas de valor sentimental de esas que se guardan debajo de las almohadas o colgadas en la pared.
El Rafa cometió el pecado de ser pobre entre los pobres, un indigente que eligió la calle para vivir. Un hombre en situación de calle, como dice la cursilería de los poderosos bien vestidos y mejor alimentados.
Antes, mucho antes, a personas como el Rafa los defendían los comunistas los que vistos desde lejos, en algo se parecían al Rafita, quizás en lo pobres o en lo perseguidos. Desde hace un tiempo la cosa es bastante diferente.
El cobre cerró a la baja. El IPC de Estados Unidos llegó al 7.7%. El pronóstico del tiempo dice que el fin de semana va a llover en Santiago.
Por Ricardo Candia Cares
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