Sólo blancos, extranjeros, traerían prosperidad a los territorios ocupados por salvajes. Así se ha tejido el expolio de los pueblos originarios en América Latina. Chile no será la excepción. Durante estos dos siglos de independencia, se han conjuntado los intereses de la oligarquía latifundista y el capital extranjero, cuyas empresas ven aumentar su extensión a costa de menguar los territorios del Wallmapu. Cientos de miles de hectáreas, gracias al fraude y el uso de la violencia, han pasado a propiedad de las madereras, hidroeléctricas, salmoneras, ecoturismo, eólicas o producción de soya. Su poder cubre todo el espectro político, económico, social y cultural. Desde presidentes, hasta un buen número de senadores, diputados y alcaldes. Apellidos de los grandes terratenientes se reconocen en jueces, militares, banqueros, dueños de periódicos o la curia. Nada escapa a su control. Las tierras del Wallmapu son objeto de deseo para trasnacionales y terratenientes. Los mueve la codicia. La violencia y la represión es el lenguaje de casta política chilena empleada en el Wallmapu. Desde la guerra de la Araucanía en el siglo XIX, los pactos son papel mojado.
En frente, los mapuches, pueblo con orgullo y dignidad. Su lucha y resistencia desnuda a la casta política. Sólo por citar el periodo posdictadura, desde Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz Tagle, Ricardo Lagos, Sebastián Piñera, Michelle Bachelet y ahora Gabriel Boric, sus políticas han terminado por criminalizar las luchas que demandan la restitución de las tierras esquilmadas. Sólo durante el gobierno de Salvador Allende (1970-73) se establecieron acuerdos que garantizaban sus derechos, penalizaban el corrimiento de tierras y limitaban la expansión de los latifundios. El golpe de Estado supuso una represión sin igual. Sus tierras fueron entregadas a los latifundistas y sobre los mapuches cayó una época de represión y muerte.
En 1964, Violeta Parra, la poeta del pueblo, expresó la realidad del pueblo mapuche en una canción: Levántate, Huenchullán. Acá, una selección. Sus estrofas sangran: “Arauco tiene una pena, que no la puede callar. Son injusticias de siglos, que todos ven aplicar. Nadie le pone remedio pudiéndolo remediar […] Le van a quitar su tierra, la tiene que defender. Arauco está desolado y el ajuerino de pie. Levántate, Manquilef […] ya rugen las elecciones, se escuchan por no dejar. Pero el quejido del indio, nunca se habrá de escuchar. Por más que truene en la tumba la voz de Caupolicán […] Ya no son los españoles los que les hacen llorar. Hoy son los propios chilenos los que le quitan su pan. […] Ya no florece el mañío, ya no da fruto el piñón. Se va a secar la Araucanía, ya no perfuma el cedrón, porque al mapuche le clavan en el centro del corazón. ¡Levante, Curimón!”
Los gobiernos chilenos han decidido militarizar y criminalizar la resistencia del pueblo mapuche. El estado de excepción y la ley antiterrorista facilita las políticas de contrainsurgencia. No se ha cumplido un año de gobierno de Gabriel Boric, y ya tiene en su haber la detención de la dirigencia de la Coordinadora Arauco Malleco. Su portavoz, Héctor Llaitul, fue apresado el 24 de agosto, acusado de terrorista. Bajo estos cargos lo son dos de sus hijos, Pelentaro y Ernesto. Han sido trasladados de la prisión de Temuco a Valdivia y Concepción, violando todos los derechos de cumplir prisión en el lugar de residencia. Así gobiernan los progresistas.
Hoy son 10 los dirigentes de la CAM detenidos y afectados por el traslado arbitrario del gobierno. Para difundir su situación, iniciaron una huelga de hambre el 27 de noviembre. El 31 de diciembre, se cumplieron 36 días. Las noticias son preocupantes. Para algunos, no es su primera vez. El deterioro de órganos como hígado, riñones, corazón o pulmones es irreversible, a lo cual se suman las torturas. Recordemos sus nombres: Jorge Caniupil Coña; Luis Menares Chañilao; Carlos Mardones Sáez; Pelentaro Llaitul Pezoa, Luis Funzalida Eneros; Esteban Henríquez, Ricardo Reinao; Héctor Llaitul Carrillanca y Ernesto Llaitul Pezoa. El último en incorporarse ha sido Daniel Canio. La muerte entra en escena. La voz del Wallmapu crece entre el silencio y la complicidad de la casta política. Si el emblema de la rebelión popular de octubre de 2019 fue la enseña mapuche, se debió a la condensación de rebeldía que acumula por siglos su resistencia. En 2019, Ricardo Melgar Bao entrevistó para la revista Pacarina del Sur a Héctor Llaitul. Esto fue lo que dijo: Para nosotros lo central es recuperar el territorio y obtener libertad. Esto último como elemento sustancial de la reconstrucción de un pueblo y para llegar a ello, nosotros luchamos un tipo de autonomía, la autonomía revolucionaria
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Romper el cerco, lograr la libertad de los dirigentes de la CAM, denunciar al gobierno de Gabriel Boric en su política de represión en el Wallmapu, engrandece la condición humana, frente a la política de extermino de un gobierno que sólo atina a defender los interés de los terratenientes y las trasnacionales.
Por Marcos Roitman Rosenmann
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