Las relaciones jerárquicas o de poder, a menudo crean desigualdades que pueden ser profundizadas por aquellos en posiciones más altas. Esto puede llevar a la discriminación, al abuso y a la opresión de aquellos en posiciones más bajas, historicamente sufridas por mujeres y disidencias sexuales. El Mostrador Braga, para abordar esta problemática, conversó con la socióloga Leslie Rauld y la psicóloga Victoria Hurtado. Esta última al respecto señala que, “el abuso se produce cuando en esas formas de organizarse, las jerarquías relativizan o anulan la dignidad, el respeto, el reconocimiento de las otras personas como seres humanos que legítimamente pueden tener intereses, opiniones o deseos diferentes, negándoles su condición de personas”.
Las relaciones jerárquicas son una forma común de organizar a las personas en muchos entornos, pues la sociedad en general se configura de esa manera. Estas relaciones pueden tener efectos no siempre positivos en los individuos, ya que puede generar la resistencia al cambio en las organizaciones y llevar a cabo una cultura de competencia y desconfianza, en lugar de una cultura de apoyo mutuo y crecimiento colectivo.
Para comprender cuándo este tipo de relación es mal encausada, ayudan algunos conceptos claves tales como la opresión, explotación, dominación y sujeción. Todo esto en su conjunto, se vuelve muy peligroso cuando se trata de relaciones personales e interpersonales, puesto que hay una propensión a situaciones de abuso, en donde históricamente son mayormente vividas por mujeres y diversidades sexuales.
“Cuando la persona que posee una posición superior usa su poder y comienza a relacionarse de manera abusiva, este es el inicio de una dinámica violenta. Desde esta perspectiva, la construcción social de género nos permite explicarnos por qué históricamente han sido las mujeres, los cuerpos feminizados y las disidencias sexuales quienes han experimentado desde un rol de sometimiento los mayores tipos de abusos y violencia que ha vivido la humanidad”, comenta la socióloga especializada en temas de Género, Diversidades e Inclusión, Leslie Rauld Olave.
Entonces, la violencia de género se podría entender como una consecuencia de este tipo de organización social, porque cuando una sociedad es segmentada y jerarquizada, la autoridad y jerarquía puede presentarse de distintas maneras en la vida cotidiana de las personas. Ya sea el jefe, profesor o la pareja, las relaciones jerárquicas contienen un ejercicio simbólico de dominación en la que es difícil escapar si no se adquiere la conciencia necesaria de lo que puede llegar a significar, provocando situaciones de vulneración y abusos.
La psicóloga y subdirectora de Corporación Humanas, Victoria Hurtado, agrega que, “el abuso se produce cuando en esas formas de organizarse, las jerarquías relativizan o anulan la dignidad, el respeto, el reconocimiento de las otras personas como seres humanos que legítimamente pueden tener intereses, opiniones o deseos diferentes, negándoles su condición de personas. Ello lleva a quienes dirigen a la expectativa de que el resto solo responda a sus propios deseos”.
En los últimos años, Chile se ha enfrentado a una ola de denuncias y manifestaciones por abusos sexuales y de poder. Las protestas y marchas del último tiempo, han mostrado la indignación de mujeres y hombres ante casos conocidos en universidades o los medios de comunicación, como lo son el caso de Martín Pradenas o Nicolás López. Esta explosión social muestra además un despertar de muchas personas que se rebelan ante las estructuras machistas impuestas desde hace mucho tiempo en el país, propias de un sistema jerarquizado.
Entonces para comprender por qué las relaciones de dominación se convierten en abusos, hay una serie de factores, pero principalmente es la incapacidad de las instituciones u organizaciones (eminentemente jerárquicas) para hacer frente a las denuncias de las víctimas. Esta incapacidad provoca vacíos relacionales que impiden establecer redes de apoyo horizontal y facilitan la aparición de personas que se aprovechan de la vulnerabilidad de las víctimas.
Ante esto, Rauld añade que “se siguen perpetuando abusos sobre todo de naturaleza sexual en muchos espacios, si bien existen protocolos por ejemplo en las universidades y en algunas empresas, no es un mecanismo suficiente para detener los abusos, ya que debemos apuntar a realizar un cambio de conciencia en esos espacios y esto solo se logra desde un enfoque preventivo, que puede ser un trabajo de hormiga, pero a mediano y largo plazo es lo que produce un cambio cultural”.
“El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”, mencionaba la gran filosofa, escritora, profesora y activista feminista, Simone de Beauvoir.
Una clave para romper con las costumbres jerárquicas de nuestra sociedad es la educación, ya que alerta ante cualquier circunstancia de vulneración. Desde la conversación en la sobremesa hasta la educación más formal, Beauvoir alertaba de ser capaces de formar un pensamiento crítico de quienes los rodean.
“Muchas veces hemos escuchado referirse a alguien como “actúa como patrón de fundo”, frase que desgraciadamente parece legitimar en el espacio rural conductas de dominación, pero que refleja esa negación del otro. A través de la presión, la amenaza, la fuerza, el temor a perder algo, en espacios como los señalados se manifiestan muchas veces estas relaciones de dominación, frente a las cuales debemos estar muy alertas para detenerlas, denunciarlas e impedir su repetición”, finaliza Hurtado.
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