Posiblemente a la ministra de defensa Maya Fernández le hayan contado algunos cuentos y se lo creyó.
Chile, un país pequeño con su pesada carga de memoria que sigue tozudamente buscando a los suyos que fueron arrebatados por los militares, sabe que los responsables de aquel delito permanente fueron los uniformados.
La desaparición de personas constituye un delito de Lesa Humanidad y lo es sencillamente porque es una vida arrancada de un grupo familiar bajo argumentación falsa, para generar terror en su entorno. Sabemos que los que nos hacen falta los reventaron en la tortura y los hicieron desaparecer. Eso nos duele y mucho.
Sabemos que cada detenido desaparecido es un proceso abierto en un tribunal que necesita de forma urgente una respuesta, el país exige verdad. sin conocer la verdad somos un país a medio terminar
Quien esconde entonces la vital información sobre una vida que no está, que se la llevaron a escondidas y que se pierde sin saber el motivo de aquel interminable dolor. Los militares fueron.
Las vidas de los familiares detenidos desaparecidos tomaron un curso distinto, estar siempre buscando al que falta, el que no está en el café de la mañana ni silbando alguna canción en el patio mientras los cordeles secan la ropa para el día lunes. Lo natural es que el abuelo que está desaparecido fuera quien enseñara a sus nietos como elevar un volantín, sencillamente porque de aquello se trata la vida misma.
Ministra, usted con todos sus propios dolores debe comprender que a los niños los van a dejar los padres a la escuela del barrio para que aprendan a leer y a cantar como los pájaros. El tiempo convirtió ese recorrido en una angustia permanente, se llenó de miedo, jamás fue el recreo de las diez un asunto de mirar al sol de puro contento. La cabeza se acostumbró al asfalto, estar atento algún sonido distinto.
Difícil es recorrer las calles por donde pasó el que no está, no se sabe que fue lo que pensó cuando sus asesinos entre gritos le quitaron el aire o lo poco de vida que le quedaba, mientras la gorra militar colgaba detrás de la puerta del centro de torturas.
Los culpables tienen nombre y apellido, grados militares y uniformes.
El consuelo de la muerte es ir al cementerio y también ritual de llevar flores. Se sabe que allí fue enterrado y también que se hará polvo. En otros casos no se sabe nada. No hay donde ir a dejar nada o contar alguna historia que de como crecieron los chicos o reírse como la foto del living del abuelo se va poniendo cada día más amarilla.
Ministra, su abuelo tiene una estatua, los desaparecidos sencillamente son fajos de papeles buscando alguna razón. Esa urgencia de conocer su paradero es un imperativo urgente, prolongarlo por décadas se convierte entonces que todos nos sentimos con derechos conculcados. Mañana todos podemos desaparecer también y convertirnos en una pancarta.
Ministra a su abuelo lo recordamos siempre, pero usted olvidó a los que no están y que insistentemente buscamos. Usted puede creerles los cuentos y sus historias a los militares, nosotros NO. Fueron ellos los responsables de que la silla esté vacía el día domingo a la hora del almuerzo.
Ministra la información está en los cuarteles, en los regimientos y es su responsabilidad exigirla, no por ser la nieta de Salvador Allende, sencillamente porque es un asunto de Estado.
Ministra usted nos miente cuando afirma que hay que creer a los militares, cuando manifiestan que han entregado toda la información, y si así fuera porque estamos buscando a más de mil detenidos desaparecidos.
Ministra, usted forma parte de un gobierno que batalló contra la extrema derecha, la misma que derrotó a su abuelo. La victoria de Gabriel es la que impide que las detenciones y desapariciones forzadas se hubieran prolongado. Que las ejecuciones se hubieran mantenido a plena luz del día. Que la tortura fuera el pan de cada día.
Ministra, decir que usted no duda que los militares entregaron toda la verdad/información nos agrede. Violenta la memoria de aquel compañero de curso que no llegó al día siguiente a las ocho de la mañana, o el que no estaba marcando su hora de entrada el reloj en la fábrica
Ministra debe saber que nos duele todo, aunque hayan pasado cincuenta años y seguirán por los tiempos de los tiempos aunque no sean estatuas nuestros cercanos desaparecidos. Sabemos que estarán entre anaqueles con su fecha de nacimiento y con los nombres de sus padres y de su último domicilio conocido.
Ministra, sabemos que Punta Peuco no será cerrada, a Chile le faltan cárceles, aquello sencillamente es una mala foto del país y usted es responsable de sostener la desigualdad incluso en la forma de cumplir condenas por delitos abominables.
Nos apura saber siempre donde están los que no están, eso sencillamente. Es que el nieto necesita conocer como es ver llegar a viejo al abuelo para que le compre pastillas de anís.
Ministra usted solo escucha a los asesinos. Creemos que ya es hora de que a su escritorio invite a los familiares de los detenidos desaparecidos y ejecutados para que le cuenten sus verdades. Un asunto innegable es que los seguiremos buscando hasta encontrarlos, para que sus huesos no se hagan polvo como dijera honrosamente el diputado Winter.
Por Pablo Varas
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