Un criminal siempre deja huellas, testigos, ADN. La verdad se reconstituye a partir de testimonios, memorias, imágenes, fotografías y documentos que permiten reconstruir cronológicamente lo ocurrido. Estos recuerdos nos fueron enviados por un testigo vivencial de los hechos. Cada lector sacará sus conclusiones. La Justicia... pero... ¿hay Justicia? |
por Luis Campos - julio de 2023Introducción Este año se conmemora el cincuenta aniversario del golpe de Estado que, sin que los sospecháramos, iba establecer una dictadura militar que duraría 17 años. Pero igualmente une período de resistencia, que continúa hasta hoy día, contra un sistema político y económico que ha conservado muchas de las características del régimen dictatorial, notablemente su Constitución y su modelo económico neoliberal. Todo esto apoyado, no solamente por partidos de derecha y extrema derecha, lo que era de esperarse, sino, también, por movimientos políticos que, en otra época, apoyaron el programa de cambios sociales de Salvador Allende. Después de tantos años sin duda he olvidado muchos acontecimientos de los cuales fui partícipe y testigo. Un período del cual creíamos que era posible construir una nueva sociedad que terminaría con las injusticias y desigualdades sociales. Trataré de evocar mis recuerdos de los cuales no tengo dudas que fueron así. Para este texto no he buscado fuentes bibliográficas para confirmar lo que voy a relatar. Por lo tanto pueden haber errores. Evocaré detalles que sin duda muchos testigos que aún viven los han olvidado. Por ello trataré también de entregar un aporte que podría enriquecer este trágico acontecimiento que cambió la vida política, social, laboral y familiar de muchos de nuestros compatriotas. Los hechos acontecidos durante el mes de agosto, como la represión hacia marinos constitucionalistas, hacia campesinos en el Sur del país, los violentos allanamientos a ciertas industrias ocupadas por sus trabajadores, la segunda huelga de los transportistas y otros hechos muy importantes son ampliamente conocidos. Pero ellos anunciaban ya, la violencia que conoceríamos en septiembre y durante toda la dictadura, incluso más tarde. 01.- El puerto y la base Orilla del Mir Desde 1969 militaba en el MIR, Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Desde el año 1965 trabajaba en EMPORCHI, Empresa Portuaria de Chile que explotaba los principales puertos del país. Por lo tanto era funcionario estatal y tuve la posibilidad de estudiar Pedagogía en Historia y Geografía en la Universidad de Chile entre 1968 y 1973. Egresé con el título de profesor antes del golpe, pero sin ejercer, pues seguí trabajando en EMPORCHI. Mis labores se desarrollaban en los recintos portuarios, en los muelles donde naves provenientes principalmente de Europa, América del Norte, Japón y otros lugares del mundo, descargaban mercaderías que eran depositadas en grandes almacenes hasta que, los importadores, después de pagar derechos de aduana, las retiraban. En tanto que militante del MIR, con otros compañeros portuarios, creamos una base o célula llamada ''Orilla'' cuyo actividad política se dirigía hacia los miles de trabajadores que laboraban en el interior del puerto. Por ello, para nosotros, se trataba de un ''frente sindical''. En los meses previos al golpe nuestra actividad política fue intensa. El MIR calificaba el período como pre-revolucionario. Pero todos sabíamos que, después de la tentativa de golpe de Estado militar de junio del 73, inevitablemente otra vendría. Los dirigentes de nuestro partido, en agosto, señalaban que ella se produciría a más tardar el 18 de septiembre. Algunos pensaban que podría ser el 19, durante la Parada Militar. Así, con la detención de Allende y de todos sus ministros, el gobierno quedaría descabezado. No recuerdo bien de los detalles, pero hubo un documento que recibimos en el cual, los análisis del MIR, indicaban ocho hipótesis en torno a lo que políticamente se produciría tras una intervención de las Fuerzas Armadas con el objetivo de interrumpir el proceso de cambios iniciado por la Unidad Popular. Pero la más pesimista entre ellas estuvo lejos de reflejar la violenta represión que conoceríamos a partir del 11 de septiembre. Como yo trabajaba en el puerto, que era al mismo tiempo mi frente de trabajo político, las discusiones eran permanentes. Yo, como mis compañeros de la base ''Orilla'', vendía en el interior del puerto ''El Rebelde'', nuestro órgano de agitación y propaganda. Como la mayoría de los portuarios eran simpatizantes de Allende, pasaba mucho tiempo explicando cuáles eran nuestras principales diferencias con los partidos de su Gobierno y cuáles eran nuestros objetivos. Por estas razones, todos me identificaban como ''mirista'', aunque como llevaba el pelo corto, sin barba ni bigote, además mis vestimentas eran más bien tradicionales, algunos me decían que mi apariencia no correspondía a mi militancia. Así era el estereotipo que muchos se hacían de militantes de nuestro partido. El lugar donde siempre trabajé se denominaba Segunda Sección, lo que correspondía al sitio o muelle N° 2 del puerto comercial de Valparaíso. Eramos unos cuarenta empleados que trabajábamos allí de manera permanente. Por el sistema de rotación que existía, los obreros de EMPORCHI que movilizaban carga cambiaban todos los días, como los empleados de otros sectores de actividad portuaria. Por esta razón puedo afirmar que conocía miles de personas, las cuales, por supuesto, sabían quién era yo políticamente. Por mi parte, como en el puerto muchos militaban en partidos políticos o eran simpatizantes u opositores de Allende, sabía de antemano a quien me estaba dirigiendo. A menudo las discusiones eran bien acaloradas, pero nunca fui agredido verbalmente. |
Fue en el curso del año 1973 que la cantidad de simpatizantes hacia nuestro partido fue aumentando de manera notoria. Recuerdo una reunión que tuve menos de una semana antes del golpe con nueve estibadores. Estaba presente conmigo un compañero encargado sindical regional del partido. Recuerdo bien que ellos nos dijeron que, si se acercaban al MIR, era porque nos veían como un partido político-militar capaz de instruirlos con el fin de enfrentar el golpe que todo el mundo veía como inevitable. Bastante lúcidos estos compañeros. Por supuesto, no les dimos ninguna respuesta concreta. 02.- Los buques de la Armada : los día previos al golpe En la época yo vivía en Recreo Alto, colina que limitaba con el cerro Esperanza de Valparaíso. Desde allí podía ver el mar y una parte de la ciudad de Viña del Mar. De manera que, hacia las 18 horas del 10 de septiembre (y no el 9 como algunas publicaciones recientes lo han afirmado), pude ver que todos los buques de la Armada, habitualmente anclados en el puerto de Valparaíso, pasaron navegando frente a Viña del Mar. Me llamó la atención que navegaran muy cerca de la costa. Es evidente que lo hacían con el fin de que el máximo de gente pudiesen verlos. Muchos deben haber pensado que la escuadra se dirigía a un encuentro con naves norteamericanas de la operación UNITAS, ejercicios que todos los años se realizaban en la misma época. Más tarde se supo que, hacia medianoche, ya estaban de regreso. Ese 10 de septiembre lo recuerdo por un hecho bien personal. Tuve en mi domicilio una línea telefónica y su correspondiente teléfono solicitados por lo menos hacía dos años. Otro hecho es que, hacia las 20 horas, fui a Playa Ancha al Instituto Pedagógico, pues tenía prevista una reunión. No recuerdo con quien o quienes, pero no llegó nadie. En la mañana me habían entregado, creo, unos veinte ejemplares de El Rebelde para venderlos el día siguiente en el puerto. Por supuesto ese día nada sucedió como yo lo tenía programado. Lo que fue válido para todo el mundo. El martes 11, como era habitual, encendí la radio para escuchar las últimas informaciones. Noté inmediatamente anomalías, pues cierta emisoras no funcionaban y y otras se escuchaban con frecuentes interrupciones. Como mi trabajo comenzaba a las 8 de la mañana, salí de mi domicilio hacia las 7hrs15, dirigiéndome hacia la Avenida España, vía que comunicaba, como es el caso hasta hoy día, Viña del Mar con Valparaíso, Allí podía tomar un bus de la Empresa de Transportes Colectivos del Estado o un automotor de Ferrocarriles del Estado (El transporte ferroviario era muy utilizado por gente que vivía en comunas de interior entre Quilpué y Quillota y que laboraba en Valparaíso). A pesar de la huelga de los empresarios de transportes urbanos, nunca las comunicaciones fueron interrumpidas, de manera que todos podían llegar a sus respectivos trabajos. Yo llevaba mis veinte Rebeldes repartidos en los bolsillos interiores de mi vestón. La vía más directa para llegar a la Avenida España era bajar por la calle Camino Real donde se encontraba la planta telefónica de la CTC. En su entrada se encontraban por los menos tres marinos con cascos y armados como si fueran a un combate. En ningún momento pensé hacerles preguntas. La otra anomalía fue que constaté es que no habían transportes, por lo tanto regresé a mi casa. Escuché emisoras que no daban informaciones muy claras. Podría ser ya el golpe de Estado que se anunciaba, pero ¿cómo confirmar que las radios que aún transmitían decían la verdad? Por conciencia profesional y también política, decidí, como muchos lo hicieron, irme a mi trabajo a pié. Para ello me fui caminando por los cerros Esperanza, Los Placeres y Barón. Mucha gente lo hacía como yo, en la misma dirección. Entre ellos Juantok Yanctok, militante del MIR, detenido el 12 de septiembre y hasta el día de hoy desaparecido. Creo que el encuentro se hizo en el cerro Barón. Que yo recuerde, casi no nos hablamos. En esa época, a la salida de la estación Barón, Av. España con Av. Argentina, comerciantes vendían frutas y verduras. Seguramente se habían instalado allí muy temprano y seguían vendiendo sus productos, a pesar de la presencia de marinos armados, los cuales aún no prohibían este comercio. (Es el mismo lugar donde sería detenido el 8 de mayo de 1975). En ese lugar, yo y los que estábamos allí, fuimos testigos de que la represión hacia los trabajadores había ya comenzado. Pasó un bus de la ETC, Empresa de Transportes Colectivos del Estado, pero conducidos por un marino. Otros más se encontraban en el interior, pero sobretodo se veían civiles en los asientos destinados a los pasajeros. Uno de ellos, de una manera bien discreta, había colocado un papel en una ventana donde habían solamente tres letras, ''KPD''. Era el nombre de la fábrica de casas y departamentos donada por la Unión Soviética e instalada en la ciudad de Quilpué. Como pasaron, siempre en dirección al puerto, otros buses de la ETC, con civiles, tuve la impresión que todos los trabajadores de la KPD habían sido detenidos. Mucho más tarde, este hecho me fue confirmado. 03.- El 11 de septiembre Como era evidente que ese martes 11 los lugares de nuestros respectivos trabajos serían inaccesibles, decidí regresar a casa, siguiendo la misma ruta que de ida y conservando aún un ejemplar del Rebelde en mi vestón. Pero antes, siguiendo los consejos de una compañera de la Universidad que encontré en ese lugar, compré unas lechugas y otras verduras. Recuerdo que me dijo: ''así tendrás una excusa por si te controlan, saliste hacer compras'', pues, al parecer, ya habían anunciado ''toque de queda'' hasta el día siguiente. No tuve ningún problema para volver y aún se veía gente en las calles. Además la presencia de uniformados armados se limitaba al paso de algunos vehículos, con ocupantes con actitudes amenazantes. Sin duda para mostrar que una nueva era estaba comenzando. Creo que llegué a mi casa, en Recreo, después de la 11 de la mañana. Durante todo el día, a través de la pocas radios que transmitían, todas intervenidas, pude escuchar, como todos los chilenos, los acontecimientos bien conocidos: asalto y bombardeo de La Moneda, muerte de Allende, etc. A través de la TV se pudo conocer el rostro de los principales golpistas, es decir, los cuatro miembros de la Junta de Gobierno. El día 12, sin toque de queda, decidí presentarme a mi trabajo. Como los transportes públicos aún no circulaban normalmente, hice una parte del trayecto a pié. Al pasar por el cerro Barón, desde donde se domina toda la bahía, me llamó la atención la presencia de una nave de gran tamaño con una inmensa torre en el medio y dos más bajas a ambos lados. Me dio la impresión de que se trataba de antenas de comunicaciones. Solamente hace unos años, gracias a una revista publicada en Francia, conocí su nombre, ''Glomar Explorer''. Se trataba de una nave que fue construida por Estados Unidos con el objetivo de recuperar los restos del submarino soviético K-129, hundido accidentalmente al noroeste de las islas Hawaï, a 1500 metros de profundidad. Por pura coincidencia, el buque espía norteamericano “Glomar Explorer” se detuvo en Valparaíso el 12 se septiembre de 1973. ''Oficialmente'' hizo escala para desembarcar a los pilotos chilenos que le permitieron atravesar el estrecho de Magallanes desde el océano Atlántico al Pacífico. |
Tal vez, antes de las 10 de la mañana ya estaba en el lugar de mi trabajo junto a mis compañeros empleados de la segunda Sección, alrededor de 40 personas. Más o menos la mitad era simpatizantes de la Unidad Popular el resto, por supuesto, opositores, aunque algunos se autocalificaban como ''apolíticos''. Pero no estábamos solos, pues había la presencia de marinos armados, tal vez para intimidarnos, o bien, para mostrarnos que ahora eran ellos quienes mandaban. De todas maneras, ese día nadie trabajó. Las actividades portuarias se reanudaron, pero muy lentamente, a partir del día 13. Como los jefes de cada sección eran designados políticamente, nuestro responsable era militante del partido Radical. No tuvo problemas, pero pocos días después fue remplazado por un funcionario abiertamente pro golpe. Es lo que sucedió en todas las secciones del puerto. El administrador del puerto era comunista. El día del golpe fue detenido y un capitán de la Armada, cuyo nombre no recuerdo, ocupó su lugar. Este no conocía gran cosa del funcionamiento de un puerto, pero, con la colaboración de empleados simpatizantes del golpe, comenzó una represión ''administrativa'' que pronto se transformó en física. Puedo citar el ejemplo del jefe de la Primera Sección, Alfonso Aracena, a quien conocía bien. Para todos nosotros, era militante comunista, aunque después tuve dudas pues al parecer era solamente simpatizante. Entonces su cargo era político. Como todos nosotros, él se presentó a su lugar de trabajo. Los marinos, sin duda bien informados de su militancia, lo llevaron al interior de los almacenes donde se depositaban mercaderías. Lo que allí sucedió lo supimos más tarde a través de un sargento que se nos acercó a nosotros, es decir, a los de la Segunda Sección, y nos dijo más o menos esto ''Al jefe le están dando duro, lo hacen transportar sacos al hombro de un lugar a otro, para enseguida recomenzar. Esto durante horas. Está totalmente aporreado''. No nos dijo que lo estaban torturando, pero todos nos imaginaron que sí, pues eso ya era una tortura. 04.- El clima de terror La inquietud se reflejaba en los rostros de nuestros compañeros sin distinciones políticas. Es evidente que se estaba estableciendo un clima de terror. El puerto estaba militarizado. Ya no habían carabineros que controlaban los accesos del puerto, ni vigilantes, ni detectives. Antes del golpe el molo de abrigo, donde atracaban los buques de la Armada y que había sido un paseo público, era inaccesible para civiles ya antes del golpe. Ahora era todo el puerto que estaba bajo su control. Durante varios meses vehículos ocupados por marinos armados circularon por el interior de puerto, supuestamente vigilándonos o simplemente con el propósito de intimidarnos. En todo caso, actuaban con mucha prepotencia. Después de varias horas de espera, nos anunciaron que al día siguiente las actividades portuarias serían reanudadas. Sin duda, a causa de mi militancia, muchos imaginaban que yo sería detenido. Pero, a pesar del soplonaje que comenzó a reinar, nadie me denunció. Durante el tiempo de espera, casi nadie hablaba, salvo un compañero de apellido Bettancourt, quien criticó abiertamente el golpe. Alguien lo denunció, pues más tarde fue detenido. A los dos días regresó al trabajo con signos evidentes de que había recibido una gran paliza. Nunca contó que le había sucedido. Pero este hecho no fue un caso aislado. Al contrario. No tenía posibilidades de reconectarme con el Partido, pero mucho antes del golpe nos habían señalado que todos los militantes debían tener una ''casa de seguridad'', es decir un lugar donde refugiarse en caso de necesidad para evitar la represión. Esta no debía ser conocida por ningún miembro del MIR, ni familiares y amigos. Yo tenía una amiga chilena, que nadie de mis relaciones conocía. Ella, casada con un danés, vivía en Dinamarca, pero antes del golpe, por razones familiares, se vino a vivir a Chile por un año. Para ello arrendó un departamento en el centro de Viña del Mar, muy bien ubicado. Antes del golpe la había contactado, diciéndole si podía acogerme en caso de necesidad. Ella no conocía mi militancia, pero accedió a mi demanda. Entonces, el día 12 en la tarde me fui a su departamento. Y por qué no me fui a mi casa si ya había decidido volver a mi trabajo? La razón es que, si me detenían allí, habrían muchos testigos, en cambio en mi casa lo sería en la noche, teniendo como testigo solamente a mi familia. Una vez en mi casa de seguridad tuve dos sorpresas. Una es que se trataba de una residencia donde vivían muchos oficiales de la Marina y por ello estaba custodiada por marinos que hacían rondas permanentemente. La otra sorpresa fue que ya habían dos personas en el departamento de mi amiga. Una señora con su hijo de unos veinte años a quienes nunca había visto. Inevitablemente supe que el joven era militante del Partido Comunista Revolucionario. Y por qué estaban allí? Nunca lo supe. Tal vez por las mismas razones que las mías. Bien entendido, no había que hacer preguntas indiscretas. En dicha casa creo que pasé unas seis o siete noches. Viendo que, por el momento en mi trabajo, no existía ninguna amenaza contra mi persona, decidí retornar a mi domicilio, señalando si, que en la población donde vivía todos mis vecinos conocían mi militancia. Mi primera tarea fue ''limpiar'' la casa de todo lo que pudiese comprometerme en caso de allanamiento. Fue lo que sucedió, pero solamente después que fuese detenido el 8 de mayo de 1975, sin que nada encontrasen en mi domicilio. 05.- La vuelta al trabajo y la represión : cuartel Silva Palma, La Esmeralda, el Lebu, el Maipo… El día 13 me presenté a mi trabajo a las 8 de la mañana. Los horarios de los dos turnos de actividades diarias fueron modificados (8 a 18 horas y 18 a 24 horas). A causa del toque de queda, el primer turno era de 8 a 14h30 y el segundo de 14h30 a 21 horas. Pero durante los primeros días se trabajó solamente hasta las 14h30. Como todos los portuarios, empecé a tener novedades visuales e informaciones que circulaban por vía oral, bastante diferentes a las que se recibían por radios, canales de TV y diarios como El Mercurio, todos controlados por los golpistas. Estos citaban los nombres de ciertos personajes públicos detenidos, pero no daban cifras de cuantos eran y donde estaban. Circulaban nombres de portuarios que, ausentes del trabajo, habrían sido detenidos. Al comienzo nadie podía imaginar que los lugares de arresto, interrogatorio y tortura eran muy numerosos en la región ; comisarías, locales de Investigaciones, regimientos, universidades, estadios como el de Playa Ancha. |
Dos lugares se hicieron conocidos rápidamente: el Cuartel de la Armada Silva Palma, donde habían torturado a los marinos constitucionalistas, hoy desafectado, y la Academia de Guerra Naval, edificio demolido hace 5 años. Otros los pudimos observar desde el día 13 desde los muelles donde trabajábamos. Esto, frente al molo de abrigo donde habitualmente estacionaba la escuadra. Al comienzo de éste, sólo estaba atracado el buque-escuela Esmeralda que recientemente había regresado de un viaje al extranjero. No recuerdo quien me entregó la información, pero pronto supe que en esa nave habían mujeres detenidas y que sin duda estaban siendo torturadas. Una de ellas, que me fue citada, se llamaba Angélica que yo conocía. Era compañera del MIR y estudiante de la Universidad Católica. Mucho más tarde se supo que en dicho buque fue asesinado el cura Woodward, hasta hoy día desaparecido. Sin duda víctima de las torturas que sufrió. |
Antes del 11, cerca de la Costanera, se encontraba un buque mercante de la Compañía Sudamericana de Vapores. Estaba de ''para'', esperando ser reparado, pues un incendio había dañado sus máquinas. Se trataba del Lebu, construido en Francia en 1956. Mucho más tarde se supo que, posiblemente antes del golpe, sus propietarios lo habían ya puesto a disposición de la Armada para ser empleado como prisión flotante y para torturar detenidos. Seguramente el mismo día 11, o tal vez el 10 en la noche, el Lebu fue amarrado al molo. Desde el día13 lo podía ver a una distancia de alrededor de 300 o 400 metros. La distancia era inferior hasta la Esmeralda, pues se encontraba atracada al comienzo del molo a través del cual circulaban constantemente vehículos militares, autos, camiones e incluso buses de la ETC. Obviamente que en ellos se transportaban detenidos. Pienso que los trabajadores de la KPD fueron los primeros en ser encerrados en dicha nave. Habiendo trabajado en buque mercantes sabía que las condiciones de detención debían ser muy difíciles, pues estas naves tienen acomodaciones para no más de cincuenta tripulantes. Me imaginé bien que los prisioneros eran encerrados en las bodegas destinadas a las mercaderías transportadas. |
Algunos días más tarde, el Maipo, otra nave de la Cía. Sudamericana, atracó a proximidad del Lebu. Hacía pocos días que éste había llegado desde América del Norte y una vez su cargamento desembarcado, también fue empleado como prisión flotante, para torturar detenidos y como transporte de prisioneros entre Valparaíso y Pisagua. Si mal no recuerdo hizo dos o tres viajes con este fin. Algunos conocidos míos, involuntariamente, viajaron en dicha nave. Uno de ellos era empleado de un agente de Aduana, trabajando en el interior del puerto. Políticamente era demócratacristiano. Es posible que se haya tratado de un error o bien, fue víctima de una denuncia. No hay que olvidar que, durante varias semanas, el canal de TV de la Universidad Católica de Valparaíso mostraba en las pantallas dos números de teléfono para llamar y hacer denuncias anónimas. Tal vez algunos llamaban para denunciar gente por motivos otros que políticos. |
En todo caso, pronto estuvo de regreso a Valparaíso, pero nunca contó lo que realmente le había sucedido. Evidentemente la experiencia lo dejó traumatizado. Lo mismo sucedía con todos los que eran detenidos, pero pronto liberados. Menos contaban detalles de las torturas que habían sufrido. Recuerdo que el nombre de la nave atracada al sitio N°2 donde trabajaba era ''Theodor Fontaine'', pero en el sitio N°3 estaba atracado un buque de Alemania del Este, cuyo nombre no recuerdo, arribado a Valparaíso antes del 11. Ese mismo día 13 pudimos observar un grupo de gente de la Marina, entre ellos algunos equipados para bucear, a proximidad de la nave. Bastante extraño. Pero, ¿qué es lo que los buzos buscaban bajo dicha nave? Nunca se supo, pues, aparentemente, no encontraron nada. Los rumores que circulaban indicaban que, el día 11, los tripulantes habrían arrojado cajones con armas destinadas a las milicias del Gobierno de Allende. Seguramente los tripulantes fueron interrogados y la embarcación registrada hasta el último rincón. Una nave extranjera en puertos chilenos no beneficiaba de inmunidad. Es el caso hasta hoy día. No hay que olvidar que ya se hablaba del Plan Z y los fantasmas entre los golpistas eran numerosos en esos días. Hace pocos años atrás tuve conocimiento de que un capitán de la Marina que comandaba un buque de la Armada fue detenido pocos días después del Golpe, interrogado y licenciado. La razón: su incapacidad para detener un buque mercante cubano que escapó del puerto el mismo día 11. Lo que recuerdo es que habían muchos buques esperando muelles para descargar mercaderías y es posible que uno de ellos haya sido uno cubano. En el interior del puerto nuestros guardianes, los marinos, se comportaban como un ejército enemigo en un país que acababan de ocupar, con actitudes de desprecio hacia todos los que no vestían uniforme, es decir, los vencidos. Esto era más notable entre los marinos jóvenes, sobre todo los oficiales. Habitualmente existían cuatro entradas para acceder a los recintos portuarios. Todos los que trabajaban allí, públicos o privados, poseían una tarjeta profesional, con foto y datos personales. Los que controlaban la entrada eran vigilantes de EMPORCHI, carabineros y también aduaneros, pero estos últimos se ocupaban de controlar lo que se transportaba al momento de salir. Por ejemplo, los marinos mercantes extranjeros salían con objetos que, con frecuencia, debían pagar derechos de Aduana. 06.- Los recintos portuarios militarizados Pues bien. Con el golpe todo cambió. El personal de dichas entradas fue suprimido y un solo acceso fue conservado que era al mismo para salir. Así, los marinos se transformaron en controladores y aduaneros. Para mejor controlarnos, la tarjeta de identificación profesional debía ser depositada en mesas con numerosas cajas correspondientes a las diferentes ramas de trabajos o empresas. Como los de EMPORCHI éramos más numerosos, nuestra caja era más voluminosa. Al salir del puerto cada uno debía recuperar su tarjeta. Si alguien no la encontraba para poder salir, significaba que lo arrestarían. Este sistema permitía a la represión de ahorrar tiempo buscando a alguien de manera discreta, pues el puerto es grande y en la época habían lugares donde ocultarse, al menos, por un tiempo limitado. Los que eran detenidos en el momento de salir era encerrados en un contenedor o container, de aquellos empleados para transportar mercaderías. Alguna compañía naviera debe habérselo cedido generosamente a la gloriosa Armada de Chile. Como los contenedores son metálicos, cuando hace calor, la temperatura puede llegar a ser insoportable. Para las necesidades fisiológicas nada estaba previsto en su interior. En resumen, el puerto se había transformado en una verdadera trampa. Cuando salíamos, era frecuente escuchar voces desde el contenedor que confirmaban que gente allí estaba detenida. Recuerdo que una vez pasé un gran susto, pues no encontraba mi tarjeta. Alguien me la había tomado y depositado en una caja que no correspondía a mi profesión. Como habían, tal vez, más de mil tarjetas, esto me significó unos quince minutos de búsqueda. Este sistema de control fue suprimido a fines de 1973. Pero las cuatros entradas tradicionales continuaron a ser controladas por marinos. No recuerdo bien si fue ese mismo día 13 o si fue el 14 que me encontré con Nelson Cabrera (muy conocido como Neco, fallecido el 18 de abril último), trabajador portuario y militante de nuestra base ''Orilla''. Por supuesto, nos alegramos de constatar que, siendo ampliamente conocidos como militantes del MIR, nadie nos había denunciado cuando otros portuarios militantes de partidos políticos de la Unidad Popular habían sido delatados como tales. Algunos eran detenidos y otros eran simplemente convocados por la nueva Dirección para notificarles que eran licenciados a causas de sus ideologías consideradas peligrosas para la Empresa y el nuevo régimen. Concluimos que seguramente nos consideraban como ''miristas buenos'', es decir, no peligrosos. De todas manera, en esos momentos, estábamos en la incapacidad de responder. Simplemente no teníamos los medios ni las infraestructuras para ello. A pesar de que el golpe no fue una sorpresa para nadie, no habíamos tomados las medidas para comenzar un funcionamiento clandestino como partido. Para los que conocen Valparaíso saben que, a proximidad del puerto, entre la plaza Echaurren y la plazuela Aduana las calles aledañas no son más de seis. Como muchos porteños circulan por allí, es fácil encontrarse con conocidos. Con Neco nos dijimos ''cuando salgamos del trabajo veamos si encontramos algunos conocidos y ver qué podemos hacer''. No recuerdo si fue el 13 o el 14, que en dicho lugar encontramos a varios miristas con el pelo corto, sin bigotes. Por supuesto eran reconocibles fácilmente. En ese perímetro era fácil, en caso de control, pretextar estar esperando una micro, pues, en el sector llamado de la ''Aduana'', circulaban transportes hacia todos lo cerros de Valparaíso, Viña y hacia las comunas del interior. 07.- Primeros intentos de reorganización y la balacera del 14 Alguien comunicó una dirección en el cerro de Playa Ancha, donde se haría una reunión con militantes de otros partidos políticos para el día 14 hacia las 4 o 5 de la tarde. Sin tomar muchas precauciones, todos llegamos a la hora fijada. En el salón de una pequeña casa éramos 14 miembros de varias tendencias. Por lo menos tres éramos del MIR: yo Neco y otro al cual le decíamos ''el Barba'', aunque ahora ya no la tenía. La reunión duró poco tiempo. No recuerdo que se hayan tomado grandes acuerdos a nivel de base. No contábamos con la presencia de dirigentes de partidos. Eso sí, reconocimos que la lucha contra la dictadura iba ser larga y muy difícil. En esos momento ya sabíamos que, un quiebre en el seno de las Fuerzas Armadas era imposible. Los constitucionalistas habían sido barridos en su interior por los golpistas. Al término de la reunión se habló vagamente de hacer otra, si la situación lo permitiera, en un lugar y fecha no determinados. Por supuesto, ello nunca ocurrió. Históricamente, para mí, esta fue la última reunión política a la cual participé. También debe haber sido el caso para los otros participantes. Hace solamente unos diez años supe por Neco, que la casa era de un miembro del Partido Comunista que laboraba en Correos de Chile como cartero. Supe que nunca fue detenido. Entonces, los aparatos represivos nunca tuvieron idea de esa reunión. A su término, yo me fui directamente a mi ''casa de seguridad'' en Viña, llegando allí hacia las seis de la tarde. Por esta razón, de la famosa ''balacera del 14'', solamente el día 15 me enteré de detalles de lo ocurrido. Pero hasta hoy día subsiste el misterio sobre quienes participaron. Tal vez militante de partidos de la UP. Que yo sepa, nadie del MIR estuvo allí presente. ¿Por qué nadie, hasta hoy día, se ha identificado como participante de la única acción ofensiva contra los golpistas?. Su aspecto mítico se trasluce a través de varios escritos publicados mucho más tarde que no entregan precisiones ni nombres de participantes. Lo concreto es que El Mercurio publicó una información al respecto que anunciaba la muerte de veintidós ''terroristas'' muertos en dicha acción''. Hoy se sabe que hubo tiroteos entre miembros de la Fuerzas Armadas que habrían provocado esas muertes. Personalmente, hace varios años, en el cementerio de Playa Ancha vi las tumbas de dos cadetes de la Escuela Naval fallecidos el 14 de septiembre del 73. En la torre de la Escuela de Medicina de Playa Ancha se podían observar impactos de balas en su parte superior. Más tarde se dijo que allí hubo un francotirador. Puede ser que los marinos dispararon hacia la torre imaginando que ello era efectivo. En la antigua Intendencia, frente al monumento a Prat, que para el golpe era la sede de la comandancia de la Primera Zona Naval, habían miembros del Ejército y de la Fuerza Aérea. Yo tenía un colega de trabajo, cuya mujer era empleada del Ejército, con el grado de suboficial. Su actividad profesional se desarrollaba en dicho edificio. No se encontraba allí en el momento del tiroteo. Pero al día siguiente le contaron que, el viernes catorce, un automóvil pasó disparando hacia la ex intendencia, lo que produjo un gran pánico entre los marinos que casi se cagaron de susto. Esto me lo dijo su marido. Creo que esto fue verídico. Aunque nunca conocí otros detalles de esta casi mítica acción. 08.- Los reproches y las reconciliaciones Un hecho que nunca he olvidado ocurrió en el primer o segundo día de retorno a nuestras actividades laborales. Me encuentro frente a frente con un colega, militante del Partido Radical, sin saludarme, muy enojado me dice: ''Ustedes tienen la culpa de todo'', es decir el MIR. No era el momento de entablar una discusión política con él, así que preferí no responderle. En cambio, otro colega de su partido me dijo ''y ahora que van hacer ustedes?, (es decir los miristas). Le dije que, primero teníamos que reorganizarnos de manera clandestina. Para ello teníamos que adoptar normas de seguridad para resistir la represión. Le dije que íbamos a necesitar ''ayudistas''. Estuvo de acuerdo en colaborar. Así que, durante más de un año fue mi enlace que me permitía comunicarme con la estructura partidaria de la cual dependía orgánicamente. Esto se hacía con el empleo de ''barretines'', es decir, documentos que eran disimulados en objetos de diversa índole, como cajetillas de cigarrillos, paquetes de galletas, etc. Esto es parte de otra historia que escribiré más tarde. Recuerdo que, a fines d |
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