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jueves, 25 de octubre de 2018

EN CHILE A MI TAMBIÉN ME ADVIRTIERON QUE CUANDO MUERA YO LE QUITARÍA EL PRIVILEGIO DE ESCUPIR MI ATAÚD.

Este es un artículo de un nieto de un diputado detenido-desaparecido. Es sobre la crueldad de Bolsonaro. Leanlo por favor.
El escupitajo premonitorio de Bolsonaro
En 2014, la Cámara de Diputados hizo un homenaje a mi abuelo Rubens Paiva. Colocaron un busto en el hall del Congreso, en reconocimiento de su incesante lucha por la democracia, causa por la cual literalmente entregó su vida. Mi familia asistió entera. Emocionadas, mi madre y mi tía hicieron discursos hermosos y orgullosos sobre la memoria del padre.
En medio de uno de ellos, fuimos interrumpidos por un pequeño grupo que vino a manifestarse. Entre ellos estaba Bolsonaro y algunos de sus amigos. Este se había dado el trabajo de salir de su gabinete e ir a la ceremonia gritando "¡Rubens Paiva tuvo lo que mereció, comunista desgraciado, vagabundo!". Al pasar por nosotros, dio una escupida en el busto. Una escupida. En un homenaje a un colega diputado brutalmente asesinado.
Me gustaría mucho poder conversar con mi abuelo en ese momento político por el que pasamos. Tendría mucho que añadir: fue elegido Diputado Federal por San Pablo en 1962, pero la dictadura le impidió seguir en el congreso en 1964. Como demócrata ejemplar que era, siempre luchó contra el autoritarismo y nunca promovió la lucha armada.
Desafortunadamente, esta oportunidad de diálogo me fue arrancada de cuajo en 1971, cuando fue llevado desde su casa junto con mi abuela y mi tía, que en la época tenía 15 años, para los sótanos del DOI-Codi en Río de Janeiro. Allí, fue torturado hasta morir por el sistema represivo montado por la dictadura, cuya filial paulista era comandada por, ni más ni menos, que el Coronel Carlos Alberto Brillante Ustra. El mismo que torturó a Dilma Rousseff.
En la época, no había quedado claro el motivo de los militares llevar a mi abuela y mi tía. Hoy, conociendo los métodos practicados por Ustra, sabemos que era para traerlos a la sala de tortura y presionar a mi abuelo. Ellas, en celdas al lado, separadas, oyeron sus gritos hasta que fue muerto.
El certificado de defunción fue entregado en 1995 a la familia, sólo 25 años después del asesinato. El cuerpo jamás fue entregado. En la Comisión Nacional de la Verdad, otros militares involucrados en el crimen dijeron que el cuerpo fue enterrado y desenterrado dos veces. Sobre el asunto, Bolsonaro se deleitó colgando en la entrada de su gabinete de diputado en Brasilia una placa que decía "quien busca hueso es un perro".
Hoy en día, Ustra es famoso no tanto por las atrocidades que cometió, tales como torturar a madres delante de sus hijos, colocar ratas y cucarachas vivas dentro de la vagina de las mujeres, prácticar violaciones, utilizar el "pau de arara", recurrir a shocks eléctricos. Es famoso porque es el gran ídolo, el héroe de nuestro probable nuevo presidente, Jair Bolsonaro.
En su voto a favor del impeachment de Dilma, Bolsonaro rindió homenaje al torturador de la ex presidenta. En el púlpito del Congreso Nacional, con el país entero asistiendo, decidió recordar un ser despreciable que había cobardemente torturado a la Presidenta de entonces. Bolsonaro tuvo el sadismo de torturar psicológicamente, una vez más, que el es todo lo contrario de lo que la democracia representa.
Desde que que tengo uso de la razón, la cicatriz de la desaparición y muerte de mi padre ya había sido cerrada en la familia. No era un tema tabú. Siempre me enseñaron que no era una lucha personal, que no debíamos denunciar y pelear contra esas prácticas como venganza familiar, sino para evitar que eso ocurriese con otros. No era una pelea nuestra, sino de todo el país. Mi madre fue a muchos eventos y dio muchas entrevistas ese año con ocasión de los 50 años del golpe de 1964. En todas ellas hacía cuestión de recordar el caso Amarildo, albañil desaparecido y asesinado por la Policía Militar de Río de Janeiro en 2013, como repetición de aquella práctica que continuaba incluso en nuestra frágil democracia. Mi madre explicaba como el dolor de la familia de Amarildo era la misma por la que la nuestra había pasado.
Estamos en vísperas de una elección en la que Bolsonaro no sólo reafirmó su admiración por Ustra, sino a todo aparato del régimen militar. Mi abuelo luchó contra discursos como ese y por eso fue cobardemente preso, torturado y asesinado. Dio la vida por la democracia. Hoy, resulta evidente que aquel escupo no era algo estúpido, sino un símbolo, un preanuncio de lo que él pretende hacer como Presidente. Es lo que incansablemente viene repitiendo durante la campaña: arrestar y exiliar a sus adversarios políticos, eliminar militancias y hacer desaparecer las minorías.
Todavía hay tiempo para evitar lo que sería una tragedia nacional. El poder está en nuestras manos, con nuestro voto. Yo nunca imaginé que en 2018, estas informaciones no fueran lo suficiente claras como para que las personas repudiaran a un político que defiende barbaridades.
Espero que estas líneas ayuden a reflexionar y hacer más palpable quién es Jair Bolsonaro. En 1964, fue Rubens Paiva y miles de otros. En 2018, puede ser tú, yo o las personas que amamos.

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