La rebelión de los esclavos negros le permitió a Haití convertirse en el primer país de América Latina en declararse independiente de sus colonizadores, en este caso de Francia, (1904). Antes de este acontecimiento, Toussaint Louverture, héroe del país, había proclamado el fin de la esclavitud enfrentándose, directamente, a los ejércitos de Napoleón: la Isla La Española está dividida entre República Dominicana, (antigua colonia española), y Haití, dominada por los franceses, (en el primer país el idioma es el español y, en el segundo, el francés y el créole).
A través de la historia, ambos países se han enfrentado: hasta 1844 República Dominicana fue ocupada por Haití, y durante la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo, muchos haitianos fueron masacrados en el río que marca la frontera entre ambos países, (hoy llamado Masacre), y bastaba con exigir a los haitianos que pronunciaran la palabra perejil para descubrir que pertenecían a este país.
Los sucesivos gobiernos franceses obligaron a sus pares haitianos el pago de una elevada suma de dinero como indemnización por la pérdida – según ellos – del lucro no percibido desde la liberación haitiana de la esclavitud, y hasta muy avanzado el siglo XX Haití siguió pagando dicha deuda.
Haití, era la colonia más rica del imperio francés. Voltaire escribía que ´Canadá no era más que una bola de nieve, mientras que Haití tenía el monopolio de la caña de azúcar y el café´ que, en este caso, equivalía a “metales preciosos”.
Durante la Revolución Francesa un sector, liderado por el abate Gregorio, formó un club que propugnaba la abolición de la esclavitud. El mismo Maximilien Robespierre hacía ver la contradicción entre la mantención de la esclavitud y la Declaración de los Derechos del Hombre.
Haití tiene una trágica historia de invasiones y ocupaciones, llevadas a cabo por las potencias colonialistas, incluidas las de los Cascos Azules, de Naciones Unidas.
Retrocediendo en el tiempo histórico, el gobierno de Woodrow Wilson invadió y ocupó Haití, inaugurando un período de profunda búsqueda de las raíces históricas del antiguo pueblo de esclavos, y el escritor haitiano Jean Prince-Mars profundizó sus investigaciones en las raíces antropológicas de la historia de Haití.
El dictador Francois Duvalier – “Papá Doc” – apoyado por los “tontons macoutes”, (policía secreta y milicia personal del dictador), se convirtió en el gran defensor de los países capitalistas frente a la extensión de la Cuba castrista, a partir de la Isla vecina en el Caribe, convirtiéndose en el “hijo de puta” predilecto de los gobiernos norteamericanos. A Francois Duvalier le sucedió su hijo Jean Claude, quien fue derrocado por una rebelión popular.
En 1990, bajo el control de Observadores internacionales, (de la ONU, de la OEA y de la Fundación Carter), el ex sacerdote Bertrand Aristide, (oficiaba como párroco en la Ciudad del Sol, el barrio más miserable de la capital, Puerto Príncipe), quien logró el 70% de los votos. A poco andar, Estados Unidos propició un golpe de Estado, derrocando al cura “revolucionario”.
Las distintas misiones de Naciones Unidas en Haití se han convertido en un verdadero fracaso, incluso, miembros de varios países paritipantes, incluido Chile, en vez de imponer el orden democrático, cometieron una serie de delitos en contra de la población, entre ellas violaciones sexuales.
Hace aproximadamente un año el Presidente Jovenel Moïse, un empresario bananero, pero lejano de la política, fue promovido a la presidencia por su predecesor, Michel Martelly. Moïse, representante de un partido político de centro derecha, enfrentó a la plutocracia política haitiana, y durante su mandato había cerrado el Congreso, por lo tanto, el país se encontraba acéfalo de institucionalidad política. El fin de este Presidente fue su asesinato, junto a su esposa, en su hogar. En un comienzo se acusó del magnicidio a 18 ex oficiales colombianos, que prestaban sus servicios como mercenarios. Posteriormente, y luego de indagaciones, el caso se complicó acusando también a políticos tanto de oposición como del mismo gobierno haitiano, y aún los crímenes no se han aclarado.
Haití, el país más pobre de América Latina, es el privilegiado para la penetración de las distintas ONG que, aprovechándose de la filantropía de los benefactores de distintos países, se enriquecen con la tragedia ajena.
Recordemos que el terremoto de 2010 destruyó la capital, dejando un saldo de 300.000 muertos y la mayoría de las viviendas destruidas, que se suma al desastre del sistema político. El describir a Haití como un Estado fallido es, francamente, falso: actualmente en Haití no existe el Estado, pues el país está asolado por la hegemonía de las bandas criminales, que también luchan entre ellas, factores todos que acentúan la hambruna en su grado extremo, que conlleva a enfermedades endémicas, entre ellas el cólera.
El gobierno del actual Presidente, Ariel Henri, es rechazado por mayoría de la población, (se sospecha de la participación de Henri en el asesinato del Presidente Moïse), y para colmo, a consecuencia del cierre de refinerías, ahora en poder de las bandas G-9, lideradas por Jimmy “Barbicue”, se atacan entre ellas, y también impiden el paso de los camiones con combustible.
El Consejo de Seguridad de la ONU, por unanimidad, acordó el envío de tropas, solicitadas por el gobierno haitiano, sin embargo, Rusia y China plantearon sus reservas sobre tal medida, argumentando que la presencia de tropas, (dirigida por Canadá), podría terminar en verdaderas masacres, pues la mayoría de los ciudadanos rechazan dicha intervención.
La realidad en Haití es que el caos continúa, y como una película infinita de terror, y se ha apoderado de esta nación.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
25/10/2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario