Si existe algún sector beneficiado con el triunfo de la opción rechazo de la propuesta constitucional elaborada en Chile, es sin duda alguna la derecha más extrema del país, que ven en este momento como una enorme oportunidad para apropiarse del resultado y seguir expandiéndose políticamente.
Sin exagerar, me parece que este triunfo del rechazo ha generado un escenario extremadamente peligroso y abre la puerta no solo para que llegue un gobierno de extrema derecha en la próxima elección presidencial, sino en una inestabilidad tan profunda para el país, que puede poner en riesgo cualquier nuevo intento de proceso constituyente futuro.
De ahí que haya que tomarse en serio a sectores que hasta hace poco parecían marginales en Chile, y que como bien ha venido planteando Pablo Stefanoni (1), han crecido enormemente, sobre todo desde la irrupción de Donald Trump en Estados Unidos, respondiendo a ciertas particularidades en su discurso, que van más allá de la derecha tradicional de corte liberal conservadora.
En primer lugar, plantean un discurso de batalla contra un enemigo que quiere destruir los cimientos de la civilización occidental, como lo sería el marxismo cultural de una nueva izquierda, la cual habría dejado la lucha de clases, luego de la caída de buena parte de los socialismos reales, para centrarse en luchas particulares de corte identitario.
Es lo que vienen planteando estos sectores extremos de derecha, para desenmascarar a una izquierda globalista que estaría cooptando no solo todas las instituciones del Estado y a nivel internacional, a través de Naciones Unidas y la agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, sino también al sector privado, tanto de grandes fundaciones como mega empresas.
Por lo mismo, el discurso de esta ultraderecha se presenta como antisistema y anti elite, ya que sabe que solo así podrá conectarse con los sectores más populares y quienes tengan algún nivel de malestar en sus vidas, planteando una crítica a lo que consideran como dictadura de lo políticamente correcto, en donde no se podría ejercer la libertad de expresión, y se sería cancelado.
En consecuencia, es dentro de esta supuesta nueva inquisición de izquierda, que den su batalla contra cualquier iniciativa proveniente de este marxismo cultural, como son políticas de interculturalidad, educación sexual integral, medioambientales y lo que ellos llaman despectivamente como ideología de género.
En el caso de Chile, ha sido una derecha que no tiene ningún problema en decir explícitamente que la quema del metro en Santiago fue producto de un proceso de insurrección social, planificado y organizado por la izquierda de Chile, como tampoco en denostar la Convención Constitucional, a base de mentiras, cuestionando todo el trabajo realizado ahí, tildándola de mamarracho.
Es lo que vienen planteando personajes en Chile como Magdalena Merbilháa, Teresa Marinovic, y los hermanos Kaiser (Axel, Johannes y Vanessa), los cuales al igual que personajes de otros países, como Javier Milei, Agustín Laje, Jordan Peterson y Ben Shapiro, vienen a reivindicar el culto a autores del libertarianismo como Ludwig von Mises, Friedrich Hayek, Murray Rothbard y Ayn Rand.
Lamentablemente en Chile no existe una derecha liberal y democrática que dé respuesta a ello, sino más bien una derecha de mercado, que en momentos de debilidad electoral, se termina subordinando a lo que diga esta nueva derecha, como pasó con el apoyo a José Antonio Kast, durante la segunda vuelta presidencial el año pasado.
Sin embargo, el crecimiento de esta nueva derecha es como consecuencia también de los mismos errores y horrores de las izquierdas en el mundo, tanto clásicas como progresistas, al subestimar a esta derecha, tildándolas de meros fascismos y/o populismos, pero también por ser incapaces de proponer nuevas utopías, tras el derrumbe del bloque socialista en el mundo y la crisis ambiental actual.
En otras palabras, las izquierdas gobernantes pareciera que han caído en un pesimismo que las ha hecho acomodarse en el sistema y paralizarse, frente a la posibilidad de solo pensar en horizontes distintos y en un mundo mejor, como ha pasado con sus versiones más progresistas en los últimos años, o simplemente en prácticas autoritarias y criminales, como ha pasado con las más clásicas.
Por ende, el desafío urgente de las izquierdas para recuperar la confianza y frenar el acenso de esta nueva derecha, es plantear políticas universales y sostenibles que realmente mejoren las condiciones materiales, dirigidas a toda la sociedad en su conjunto, proponiendo medidas que den respuestas concretas a quienes no están politizados, que son la gran mayoría, y que muchos de ellos están llevando su malestar a opciones de ultraderecha al poder.
Asimismo, que el rechazo de la nueva constitución en Chile le sirva al país y al resto del mundo como aprendizaje, ya que falló en algo clave, que fue hablarle no solo a los convencidos y movimientos sociales, sino a todos los chilenos y chilenas que han sufrido las consecuencias de un Estado ausente y negligente, sostenido por el abuso y la colusión de grandes grupos económicos.
Finalmente, si bien esta nueva derecha podrá tener una forma distinta y un lenguaje “rebelde” para acercarse a la sociedad, lo que la vuelve muy atractiva para muchos jóvenes y sectores empobrecidos, sigue viendo al Estado como una carga, a la desigualdad como algo que no importa y a las personas como meros individuos aislados entre sí mismos, en beneficio de una elite económica que ellos niegan, pero que son parte constitutiva de ella.
Por Andrés Kogan Valderrama
No hay comentarios:
Publicar un comentario