Lo del 18 de octubre fue una operación programada en las oficinas secretas. Se vino instalando la sensación de una desbocada y gigante manifestación que coparía las plazas, calles y avenidas, desataría el caos y la violencia con ocasión de cumplirse tres años del reventón de la plaza Italia.
No fue ni por lejos así.
La inteligencia policial o se equivocó o se inventó un estado de crispación, miedo y alerta ficticios para instalar algunos objetivos políticos muy precisos.
Los medios de comunicación cumplieron rigurosamente su parte en el plan generando un estado de tanto miedo y alerta que hizo que muchos niños no fueran a sus escuelas, en los liceos se programaron clases remotas y muchos trabajadores fueran despachados muy temprano a sus casas.
Si uno prendía la tele, la cosa venía dura, terrible, trágica, violenta, masiva, incontrolable.
Ante tamaña amenaza Carabineros anunció el despliegue de 25 mil efectivos para controlar a los alborotadores que, agazapados en algún oscuro lugar, esperaban salir a las calles y sembrar el caos.
Todo falso.
Dese el número de efectivos que no se vieron por ningún lado, hasta la idea de una planificación extremista que iba a dejar la ciudad en ruinas.
La idea estrategia fue adjudicar la ola de violencia y delincuencia desatada a las expresiones de genuino descontento de una población que se debate entre la debilidad del gobierno y la ofensiva de la derecha. La alcaldesa de Las Condes advierte de una crisis de seguridad nacional y no sería extraño que termine exigiendo estado de sitio.
A lo sumo la actuación policial fue atacar despiadadamente a quienes sí se manifestaban a raíz del aniversario, golpeando y gaseando a diestra, aunque más a siniestra, a quienes intentaron levantar pacíficamente una consigna.
Un alcalde de la zona sur reclamaba porque Carabineros quedó de estar a las cuatro y llegó cuando el saqueo ya se había consumado. De los 23 mil efectivos nadie supo, nadie los vio.
El caso es que solo los robos y saqueos no fueron reprimidos y eso que, sin descartar su gravedad y desatino, fueron muchos menos que los que esa misma turba hace luego de un clásico de futbol.
¿Un error en el despliegue policial? ¿Se vieron sobrepasados por magnitud y número?
No, todo estuvo dentro del esquema planificado: dejar que el lumpen hiciera lo que quisiera para luego enrostrar a los sectores de izquierda el robo, el saqueo, los destrozos, la violencia y el delito, y en el otro extremo la actuación impoluta de la ultraderecha que exige correr bala a los desatados. Nada nuevo bajo el sol.
Los informes del gobierno amplificados por la prensa parecían despachar desde un frente de batalla, pero en las calles, en las que no había sino un grupito de desatados y patéticos sujetos que robaban y rompían, no pasaba nada de la magnitud esperada.
Cundió el desencanto entre los oficiales de inteligencias y las autoridades políticas que rogaban por una jornada con más gentes, con más delitos y con más incendios y barricadas para muchas más tener razones y argumentos.
No fue así. El efecto del síndrome 4S, que será difícil erradicar, hizo lo suyo y la gente que aquella vez llenó las calles hoy no estaba para desfiles ni consignas, salvo unos pocos que se allegaron a las cercanías de la plaza.
A duras penas los conductores de los matinales les daban carácter de barricada a una triste fogata que se diluía en breve. No hubo combatientes de la Primera Línea, ni dirigentes sociales, ni muchos menos políticos de izquierda en el campo de batalla. Nadie se hizo cargo de la convocatoria ni de su fracaso. No hubo punto de prensa de ningún organizador ni vocero, y la radio que antes trasmitía las evoluciones de la movilización de la gente, no dijo esta boca es mía.
Es que el horno no estaba para bollos. Y no lo estará por largo tiempo. La gente, el pueblo llano y sano, no salió ayer a las calles.
Las manifestaciones y desordenes pichiruches que fueron parecidas a las de un partido de futbol, ha dado para frito y caldillo.
Ha contribuido al blanqueo de carabineros y al gobierno en posición de recibir los halagos de la ultraderecha por el cometido del operativo policial, como quien necesita reforzar su autoestima. Por harto tiempo se seguirá hablando de la necesidad de dotar de más medios y atribuciones a Carabineros, lo que en buen español significa dejarlos en posición de disparar primero y preguntar después.
De hecho, no se sabe cuántas veces el presidente Boric ha dicho de su incondicional apoyo a Carabineros.
Seguimos.
Por Ricardo Candia Cares
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