La derecha agudizó la instalación de esa falacia cuando arreciaban las críticas a la acción de Carabineros que actuaba de manera criminal para intentar aplacar la revuelta que cruzó el país en octubre del año 2019, lo que dejó un reguero de muertes, mutilaciones, torturas y malos tratos que hasta ahora ha sido difícil de cuantificar.
La derecha sanguinaria quiere que Carabineros tenga atribuciones para torturar, mutilar, asesinar a mansalva. La prensa de derecha, con perdón por el pleonasmo, reafirma esa convicción.
Ese runrún mentiroso vuelve a salir de las bocas irresponsables de ciertos políticos cuando en alguna gestión policial la cosa se pone negra y los agentes salen heridos o muertos, como en el caso lamentable del suboficial asesinado en Malvilla.
Para decir las cosas como son, los únicos responsables de esas tragedias y desatinos son los mandos policiales en cualquiera de sus instancias, partiendo por el Director General.
Cualquiera se da cuenta que la falla está en la ausencia completa de los protocolos necesarios para que la operación policial, cualquiera sea su naturaleza y cuantía, sea abordada mediante la utilización de la técnica, modo y personal adecuado a cada oportunidad.
Hace poco un ciudadano avisa que hay un hombre armado en una peluquería. El mando policial despacha un furgón con dos inadvertidos agentes que llegan a controlar la situación como quien va de compras y no a un lugar en que hay un peligro inminente.
Saldo: un policía asesinado.
En Puerto Montt seis policías no pudieron controlar a una turba que los atacó cuando controlaban a un sospechoso. Saldo: varios policías heridos.
Y en el mismo caso de Malvilla llegan dos motoristas para intentar controlar una turba agresiva de centenares de sujetos sospechosos de cualquier cosa.
Peor aún: en la tele aparece un acongojado administrador de un edificio transformado en centro de delincuencia, tráfico y desorden, cuyos moradores decentes ya no pueden vivir, confirmando que a Carabineros les da miedo subir a detener a los antisociales.
Es sabido por todos que Carabineros simplemente renunció a entrar a ciertos lugares en que la cosa pinta para feo.
¿Hacen su trabajo o no? ¿Saben hacerlo?
Harían bien los familiares de los Carabineros asesinados exigir que se les explique la existencia, control, actualización, análisis y aplicación de los protocolos que se supone existen precisamente para que esas cosas no pasen.
Pero, cosa extraña, no siempre los protocolos y los medios fallan.
Cuando sí se observa con precisión y generoso despliegue de efectivos y las tácticas adecuadas es cuando salen a la calle los estudiantes. En esos casos los medios, efectivos, armas y protocolos concurren puntuales y certeros. No así cuando una turba saquea un comercio. O cuando llega la droga.
Da la impresión de que para los mandos policiales es aceptable la delincuencia y el vandalismo, antes que los alborotadores filocomunistas que quieren cambiar el mundo de fases.
Y si usted le busca por el lado de la falta de medios, los vehículos deteriorados y escasez de personal bien preparado, váyase al ejemplo que han dado los generales directores. Todos están involucrados en robos de tal escala que, de haber usado esos fondos en equipos y formación policial, la cosa no sería tan dramática.
Carabineros es una institución que no se ha democratizado luego de haber servido como punta de lanza durante la dictadura con un reguero increíble de los más atroces crímenes. Y no se ha actualizado porque así está bien para los que detentan el poder.
Se ha debilitado como fuerza policial esencial en un Estado.
Como vemos a cada rato, la delincuencia, el tráfico, las bandas organizadas para delitos que eran muy extraños en el país, va en alza. Y será tarde cuando los que mandan se den cuenta que ese crecimiento están en proporción directa con una policía que no hace su pega.
Razón tenía el presidente Boric cuando afirmaba que Carabineros debía refundarse en una Policía de rango democrático. Y aunque se desdijo, la sigue teniendo.
Seguimos.
Por Ricardo Candia Cares
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