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domingo, 22 de septiembre de 2024

El país del silencio: la historia de un periodista y el secuestro de su padre

 

El país del silencio: la historia de un periodista y el secuestro de su padrePAÍSFotografía: Lorena Palavecino


Carlos Basso Prieto
Por : Carlos Basso PrietoUnidad de Investigación de El Mostrador.
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Mezcla de biografía personal y de la búsqueda de justicia para su progenitor, secuestrado por el Comando Conjunto en 1976, el libro relata también todo lo que Mauricio Weibel ha vivido como periodista a partir de las revelaciones que hizo sobre el fraude en el Ejército.


No resulta sencillo definir qué es El País del silencio (Aguilar, 2024), el último libro del periodista Mauricio Weibel. Es, por supuesto, una biografía, una historia de cómo fue ver al Comando Conjunto secuestrando a su padre en 1976 y de todo lo que siguió a ello: las amenazas, la muerte de otros seres queridos (como Manuel Guerrero padre, asesinado en 1985) y la creencia de que nunca se haría justicia.

Sin embargo, pese a su brevedad, es un libro que encierra mucho más que el testimonio del hijo de José Weibel (importante dirigente del Partido Comunista en la época), pues al mismo tiempo es una suerte de análisis filosófico de lo que ha ocurrido en el último medio siglo en Chile y, además, un breve compendio de lo que han sido los últimos años de la carrera de Mauricio Weibel como periodista, marcados -al igual que respecto de lo acontecido con su padre- por la persecución, aunque en su caso esta se intensificó cuando comenzó a escribir acerca del fraude al interior del Ejército, lo que originó la hoy ya famosa “Operación W”, cuyas consecuencias nadie previó dentro de la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE) cuando, hace ya ocho años, comenzaron a espiar a Weibel con una autorización judicial concedida por el entonces juez de la Corte de Apelaciones de Santiago, Juan Antonio Poblete, bajo la excusa de que estaban investigando a una supuesta agente boliviana.

Hoy en día, con Poblete y el exdirector de la DINE (Schafik Nazal) formalizados, los secretos que la investigación ha ido desvelando se han topado con otros hechos impensados. Entre los chats de Poblete no solo figuran sus fantasías con lo castrense, sino también quedan en evidencia el tráfico de influencias que efectuaba en favor de terceros y también propio, como lo muestran sus gestiones tendientes a lograr que María Teresa Letelier fuera nombrada ministra de la Corte Suprema.

Luego de que ello ocurriera, en los chats queda reflejado como ésta le informaba en tiempo real de lo que ocurría en un pleno donde se buscaba suspenderlo (por su atraso en los fallos de distintas causas).

Del mismo modo, ella votó a favor de darle la libertad a Poblete en junio de 2023, sin inhabilitarse, pese a la estrecha relación que tenían. En distintas bancadas parlamentarias se ha explorado la posibilidad de acusarla constitucionalmente, pero junto con Mario Carroza -otro cercano a Poblete, como lo muestran los chats- aparentemente han quedado al margen de las acusaciones que se efectuarán en contra de los ministros Jean Pierre Matus, Sergio Muñoz y Angela Vivanco.

Motivaciones y miedo

-Quisiera partir preguntándote por la motivación detrás de este libro. En él cuentas que tu madre te pidió, antes de morir, que escribieras su historia. ¿Este libro es una forma de cumplir esa petición, busca efectuar un paralelismo entre la persecución que sufrió tu padre y la que has vivido tú, como periodista, o todas las anteriores?

El país del silencio es un libro que tardó décadas en nacer y que hasta el año pasado aún no empezaba a germinar. Durante mucho tiempo pensé cuál debía ser su estructura, pues quería que fuera una historia que vinculara lo personal con lo social y lo político, lo nacional con lo latinoamericano y lo global. Y, sin duda, lo más difícil fue encontrar una voz adecuada que sirviera para unir relatos que eran testimoniales, periodísticos y de ensayo. Un texto, además, que dejara espacio para que cada persona construyera su propia reflexión e interpretación.

-En el libro cuentas que estabas muy molesto el día que el FPMR asesinó a Roberto Fuentes Morrison, en 1989, uno de los principales jefes del Comando Conjunto, responsable del secuestro de tu padre. ¿Podrías explicarme un poco más de lo que pensaste y sentiste ese día?

-Como familia, siempre quisimos que hubiera justicia en el caso de mis padre, que quienes lo secuestraron, torturaron y asesinaron fueran encarcelados. En cierta forma, el asesinato de Fuentes Morrison nos birlaba esa posibilidad. Creo que la justicia no sólo es un castigo contra quien cometió un delito, sino, principalmente, un acto reparatorio para quienes han sufrido, en este caso, un crimen de lesa humanidad. Y no existe un acto reparatorio más importante que el que una sociedad establezca que hay crímenes que, por su gravedad, son imprescriptibles y deben ser sancionados penal y socialmente.

-Tu padre fue secuestrado cuando eras muy pequeño, frente a ti y tu hermano y, como narras en el libro, tu trayectoria de periodista ha estado marcada por seguimientos, extraños robos en tu casa (y la de otros colegas), así como interceptaciones ilegales de tu teléfono, ordenadas por el exjuez Juan Antonio Poblete. ¿Cómo sobrellevas el miedo a nivel personal? ¿Es posible hacerlo?

-No sé si he sentido miedo. Más bien creo que he tenido un sentimiento de indignación. Los ataques a la libertad de expresión son siempre agresiones a la democracia. Los robos a mi casa, el espionaje y las presiones a algunos medios donde trabajaba son sobre todo una situación inaceptable. Siempre me pareció que esos hechos debían ser denunciados y confrontados democráticamente. Ese es el sentido del periodismo de investigación y ese es el norte de las acciones judiciales que he interpuesto y que hoy tienen a un juez y a un general presos, al tiempo que ha abierto una investigación en la Corte Suprema.

-Muchas de esas operaciones deben haber sido hechas en búsqueda de tus fuentes, cuya protección está garantizada en la legislación chilena y son la base del periodismo de investigación. ¿Cómo interpretas el hecho de que -como cuentas en el libro- un fiscal del Ministerio Público, Patricio Cooper, te haya pedido que le dijeras quiénes eran tus fuentes en el caso “Milicogate”?

-Creo que muestra la absoluta falta de estándares democráticos con que opera la justicia en Chile en muchas ocasiones. Más allá de lo personal, muchas y muchos colegas han encarado situaciones similares en Chile y América Latina. Por eso es tan importante adecuar nuestra legislación y nuestras prácticas democráticas a estándares internacionales en materia de promoción y protección de la libertad de prensa y seguridad de los periodistas, como ha solicitado anualmente Naciones Unidas, desde 2012.

-En el mismo sentido, has participado en muchas iniciativas destinadas a la protección de los periodistas. ¿En qué nivel crees que estamos hoy en Chile?

-En Chile, con un apoyo político transversal, estamos avanzando en la aprobación de una Ley de Protección a Periodistas y Personas Trabajadoras de los Medios de Comunicación. El proyecto ya está en el Senado y sólo falta que el gobierno comprometa el financiamiento requerido, promesa que el presidente Gabriel Boric hizo este año ante la UNESCO, en el marco del Día Mundial de la Libertad de Prensa.

-En tu texto hablas del “mal radical que enfrentamos en Chile” y también en América Latina. ¿Es una alusión al “mal radical” en el sentido que le otorgaba Hannah Arendt en “El origen del totalitarismo”?

-Sí, efectivamente, aquel fenómeno en que la persona moral y la humanidad parecen ser arrasadas, algo que vivimos en América Latina en el pasado y que algunos parecen festejar hoy.

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