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domingo, 29 de septiembre de 2024

En búsqueda de nombres para las presidenciales 2025

 

En búsqueda de nombres para las presidenciales 2025OPINIÓNAgenciaUno


Guido Romo Costamaillère
Por : Guido Romo CostamaillèreDirector de Encuestas y Opinión Pública Gemines Consultores
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En contextos de alta polarización política como la actual en Chile, la búsqueda de un candidato puede ser aún más complicada. La fragmentación del electorado y la radicalización de los discursos dificultan la identificación de una figura que pueda unificar a diferentes sectores.


En la arena electoral, uno de los desafíos más delicados que enfrentan los partidos o pactos es decidir qué hacer cuando un candidato, que ya ha tenido su oportunidad, vuelve a emerger como la opción más viable por falta de alternativas claras. La tentación de recurrir a un candidato probado, especialmente en contextos de incertidumbre, es comprensible. Sin embargo, la repetición de candidatos puede ser síntoma de una falta de renovación y adaptación, aspectos fundamentales para la vitalidad democrática. Esta  columna explorará estrategias que los partidos pueden emplear para evitar caer en la repetición de candidatos conocido y ya “calados”.

La primera estrategia clave es  -suena evidente- trabajar activamente la renovación interna a través de mecanismos institucionalizados que promuevan la formación de nuevos liderazgos. Esto implica crear y mantener espacios de participación para figuras jóvenes o emergentes    postergadas en favor de líderes más experimentados. Estos espacios deben ir más allá de una mera inclusión simbólica; es esencial que los nuevos líderes tengan la oportunidad de ocupar roles significativos en la toma de decisiones y en la formulación de políticas. Esto pasa obligadamente por desarrollar una cultura interna que valore la innovación y la diversidad de ideas, lo que a su vez puede producir candidatos frescos que ofrezcan una visión renovada y que sean capaces de captar el espíritu de los tiempos.

Otro enfoque importante puede ser  realizar primarias abiertas y competitivas, donde se impulse una participación amplia tanto de militantes como de simpatizantes. Las primarias no deben ser un mero trámite, sino un verdadero campo de batalla de ideas y propuestas, donde los candidatos potenciales se enfrenten no solo por la popularidad, sino por su capacidad para ofrecer respuestas concretas a los desafíos actuales. Claramente –como toda primaria- tiene el riesgo de representar sólo visiones internas que luego no son mayormente relevantes frente al electorado masivo. Sin embargo, permiten abrir el proceso a una competencia genuina, entregando la posibilidad de identificar liderazgos emergentes que quizás no habían sido considerados previamente, y que puedan aportar una nueva perspectiva.

La exploración de pactos y coaliciones es otra vía efectiva para evitar la repetición de candidatos. En lugar de confiar en un rostro conocido,  buscar alianzas estratégicas con otras fuerzas políticas o con movimientos sociales que compartan principios y objetivos comunes. Este enfoque no solo permite la ampliación de la base electoral, sino que también facilita la identificación de nuevos líderes que pueden representar mejor la diversidad y complejidad del electorado contemporáneo. A través de este camino, es posible encontrar un candidato de consenso que sea capaz de aglutinar a una coalición más amplia, ofreciendo así una alternativa renovada y cohesionada frente a la repetición de liderazgos agotados.

Hay que asumir y  estar dispuestos a correr riesgos calculados. Evitar la repetición de candidatos implica, en muchos casos, apostar por figuras que quizás no tengan la experiencia o la notoriedad de líderes anteriores, pero que poseen el potencial para crecer y consolidarse durante la campaña. Este tipo de apuesta puede ser riesgosa, pero también puede dar lugar a la aparición de nuevos liderazgos que sean capaces de ofrecer respuestas innovadoras a los desafíos actuales. La historia de la política está llena de ejemplos de líderes que, en su momento, fueron considerados apuestas arriesgadas, pero que lograron redefinir el panorama político y dejar una huella duradera.

Ahora bien, ¿de quién es realmente la responsabilidad de que esto ocurra? ¿Son los partidos políticos los únicos culpables por no generar nuevos liderazgos? ¿O es el sistema electoral el que incentiva esta repetición? ¿Es la clase política la que no permite la entrada de nuevas figuras, o son los votantes quienes, al preferir lo conocido, perpetúan el ciclo? La respuesta a estas preguntas es compleja y probablemente involucra a todos los actores en el ecosistema democrático.

Una de las razones principales es lo que se puede denominar como la inercia del sistema. Los partidos tienden a buscar opciones que ya han sido validadas por los votantes, especialmente cuando el panorama es incierto. Sin embargo, esta estrategia, que a corto plazo puede parecer razonable, a largo plazo erosiona la vitalidad de la democracia. La repetición constante de candidatos no solo cansa al electorado, sino que también impide la aparición de nuevas ideas y propuestas. Cuando siempre se recurre a los mismos nombres, los partidos políticos terminan quedando atrapados en una burbuja de conformismo que les impide adaptarse a las nuevas realidades sociales y políticas.

Otro factor que contribuye a la repetición de candidatos es el sistema electoral. En muchos casos, el diseño del sistema electoral favorece a aquellos que ya tienen una base electoral establecida. Los candidatos que ya han competido en elecciones anteriores tienen una ventaja considerable: son conocidos por los votantes, tienen una red de contactos y financiamiento, y conocen el terreno político. En este sentido, es legítimo preguntarse si el sistema electoral actual, en lugar de fomentar la competencia y la renovación, no está perpetuando un ciclo en el que siempre se recurre a las mismas figuras. En muchos países, las barreras para la entrada de nuevos partidos o candidatos independientes son tan altas que la única opción viable para los partidos es recurrir a los mismos nombres de siempre.

Los votantes también tienen una responsabilidad en este ciclo de repetición de candidatos. A menudo, cuando las personas optan por un rostro conocido, lo hacen por una mezcla de razones que incluyen el miedo a lo desconocido, la comodidad de votar por alguien familiar y la percepción de que un candidato con experiencia es una opción más segura. Esta tendencia se ve reforzada por la naturaleza de las campañas políticas, que tienden a centrarse en la personalidad de los candidatos más que en sus propuestas o en el contenido de las políticas que promueven.

Por último, no  debe ignorar el papel de la clase política en la repetición de candidatos. Los líderes políticos que ya han estado en el poder a menudo tienen un interés personal en volver a competir. Ya sea por ambición, por la necesidad de consolidar su legado o simplemente por la inercia de estar en el centro del poder, muchos políticos optan por postularse nuevamente en lugar de dar paso a nuevas figuras. Este fenómeno es especialmente evidente en sistemas políticos donde el liderazgo está altamente personalista, como en América Latina.

En contextos de alta polarización política como la actual en Chile, la búsqueda de un candidato puede ser aún más complicada. La fragmentación del electorado y la radicalización de los discursos dificultan la identificación de una figura que pueda unificar a diferentes sectores. En estos casos, son muy valiosos los candidatos que,  aunque puedan ser  muy moderados para ciertos paladares, tengan la capacidad de actuar como puentes entre diferentes facciones.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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