La protesta a cara descubierta de Jecar Neghme, el último asesinado de la dictadura
"En Santiago de Chile, el 6 de septiembre de 1989, miles de personas colmaron las calles a su paso para despedir a Jecar Neghme Cristi, mi amigo y camarada, el último asesinado político de la dictadura encabezada por Augusto Pinochet", asegura un relato de Nelson Soza, quien hizo llegar a nuestra redacción un artículo conmemorativo de la memoria de quien es parte del devastador y criminal legado del oscuro período de nuestra historia, que comenzó el 11 de septiembre del 73.
El perfil público de Jecar, “El Turco”, su juventud y la cobardía con la que actuaron sus verdugos, hicieron que a pesar de la violencia política que había vivido el país por 17 años, el hecho causara no solo gran consternación en la opinión pública, sino que sorpresa, revela quien plantea que "allá de cualquier otro factor, el asesinato del Turco parecía sacado de otra época, una pesadilla justo en el crepúsculo de un nuevo día".
"Hacía menos de un año, en octubre de 1988, el triunfo del No en aquel histórico plebiscito, había decretado el principio del fin de la dictadura. Desde entonces, dentro de solo cuatro meses, una elección forzaría al dictador a investir a un Presidente nuevamente, con lo que Chile retornaría a la senda republicana por la que tantas angustias tuvo que pasar", recuerda Soza.
Pero antes de partir, rememora, "la dictadura quiso enviar un último mensaje de crueldad matando a Jecar, y de paso negándole ser testigo del día al que le había dedicado lo mejor de su corta vida".
"En vísperas de una elección general y con un país esperanzado en un nuevo comienzo, vale la pena preguntarse: ¿por qué darse el trabajo de asesinar nuevamente y tener que lidiar con las consecuencias?, ¿por qué entonces y no al principio de la década, ¿por qué ese mensaje en un momento tan frágil de la transición chilena? Si verdaderamente se abría un nuevo periodo para Chile, ¿a quién beneficiaba eliminar a Jecar del tablero de la transición?", se cuestiona su amigo.
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Siguiendo con su relato, releva que "a sus cortos 28 años, Jecar se había convertido en una figura conocida en la izquierda chilena de la turbulenta y peligrosa década de los 80's".
"Aunque al momento de su asesinato se codeaba con viejos próceres de la política chilena y veteranos de la Unidad Popular, el Turco pertenecía a la heroica generación posterior al golpe, la que por su juventud y estatus social debió dar la pelea siempre desde Chile, expuesta al libre accionar de la represión", ilustra.
Si bien para Jecar derrotar a la dictadura era una necesidad política en ruta al socialismo, comenta Soza, "en su afán y compromiso, también había algo personal, algo que para la dictadura debe haberlo hecho aún más indómito e impredecible".
"Su padre, Jecar Neghme Cornejo, trabajador de la salud y dirigente del Partido Socialista en Temuco, estuvo entre los primeros ejecutados políticos del régimen, fusilado en octubre de 1973", detalla revelando el peso de la motivación del extinto 'Turco'.
De hecho, su amigo recuerda que "en los cortos 12 años que pudieron compartir juntos, Jecar aprendió de su padre una lección moral que haría suya hasta el día de su propia muerte..."
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Así, armado con la justicia de su causa, cuenta Soza, "Jecar se hizo impermeable al miedo y siguió arando el surco que dejó su padre".
"Cuando la mayoría de los chilenos no se atrevía a criticar al régimen ni en la cocina de su casa, el Turco, a cara descubierta, agitaba, organizaba y lideraba desde las organizaciones en las que un incipiente movimiento antidictatorial comenzaba a articularse", dice continuando con su sensible relato.
Incluso, "'relegado' a Puerto Cisnes y expulsado de dos carreras, a diferencia de su padre y sus camaradas la década anterior, había logrado sobrevivir".
"Jecar había sobrevivido incluso a pesar de su militancia en el mitologizado Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, enemigo público número uno del régimen desde su primer día, pero desde al menos 1985 en adelante en clara decadencia", ilustra.
Antes del golpe, agrega, "el MIR planteaba que para llegar al socialismo era necesario el control militar del estado, de lo contrario la burguesía impediría de forma violenta cualquier intención de limitar sus privilegios. A la oligarquía, aseguraba el MIR, sólo es posible vencerla teniendo la capacidad de enfrentar al golpismo y derrotarlo".
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"Luego del golpe, el MIR decidió redoblar el agravio desafiando militarmente a un régimen de militares, llamando a sus cuadros a no asilarse y resistir. Como se sabe, la temeraria y voluntarista decisión tuvo un saldo desastroso para la organización: miles de miristas fueron torturados, encarcelados, asesinados o desaparecidos", agrega.
Y en consecuencia, recuerda Soza, lamentablemente "para muchos de quienes sobrevivieron, la vida no volvió a ser jamás la misma.
"Para septiembre de 1989, sin embargo, embriagados de un tibio optimismo y promesas de alegrías por venir, muchos creímos que lo peor había pasado. Como mínimo, ser de izquierda y hacer política dejaría de acarrear una posible sentencia de muerte", dice compartiendo su certeza de entonces.
Hoy, el tiempo ha transcurrido en medio del dolor, aunque "a 35 años de su alevoso crimen", revela Soza, "hoy su familia, amigos y camaradas tenemos un pequeño motivo para celebrar... El año pasado la Municipalidad de Santiago decidió homenajear a Jecar nombrando en su honor una sección de la calle en la que le quitaron la vida".
"Hoy, el ejemplo del Turco Neghme sigue vivo y gracias a este gesto, lo seguirá estando por mucho tiempo más, dignificando con su nombre una calle de Santiago", concluye.
Crédito foto imagen referencial: Agencia Uno
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