-¿Quién es la “Flaca Cecilia”? 
-Ema Ceballos fue una agente de la DINA que participó activamente en esta comunidad de criminales y luego, cuando se disolvió, pasó a la CNI. Ella ha dicho que fue llevada por la Armada, pero eso no corresponde a la realidad. Ella llega, como todas las mujeres, reclutada por Ingrid Olderock.
-¿Es parte de las setenta mujeres que fueron entrenadas por Ingrid Olderock?
-Ingrid es quien selecciona y prepara el plan de entrenamiento de estas mujeres. Cuando Manuel Contreras le da la orden de búsqueda, las elige de entre un grupo de auxiliares de la Cruz Roja, que fueron a un curso del Ejército antes del golpe y de una lista de quienes habían postulado a la Escuela de Carabineros y que fueron rechazadas. Con esa lista, Ingrid, un chófer y su asistente, Mercedes Jara, van a los domicilios de estas mujeres entrevistándolas y las van seleccionando. Luego de jurar lealtad, el 2 de enero de 1974, las llevan a las Rocas de Santo Domingo, a un entrenamiento de tres meses en todas las técnicas anti subversivas: tiro, uso de ametralladora, armas cortas, armas blancas, karate, les enseñan a ser choferes de seguimientos y todas las técnicas de una guerra contra la insurgencia.
-¿En estos entrenamientos, las mujeres son sometidas a vejámenes o torturas?
– Les enseñan a torturar sí, pero no las someten a torturas. Pero lo que sí hacen es que deben comportarse exactamente igual a cualquier militar. Tienen la formación de los hombres, pero pueden ser usadas más allá de esa preparación masculina. Un ejemplo es que la tesis de grado de estas mujeres, en marzo de 1974 es que deben ir a distintos regimientos o comisarías a sacar información. El único grupo que logró su objetivo, lo hizo en una comisaría en Macul donde llegan vestidas de prostitutas y seducen al comisario, los carabineros y después de tener sexo con todos, logran sacar toda la información que buscaban. Les enseñan a usar el cuerpo como arma para atraer a una víctima. Contreras, de hecho, crea un grupo de mujeres que son prostitutas, las que atraen a empresarios, incluso políticos de la propia dictadura y los llevan a unos departamentos con cámaras y sistemas de audio y les sacan información en la intimidad. Así el Mamo extorsionaba a muchos y les sacaba dinero. Las mujeres son preparadas para todas estas actividades que no pueden hacer los hombres y también para lo que hacen los hombres: el asesinato, el secuestro, la tortura. El poder que esta institución les entrega sobre la vida y la muerte va a corromperlas completamente.
¿Qué otros entrenamientos recibieron?
-Disparaban horas en la playa a las fotografías con las caras de Altamirano, Salvador Allende o Miguel Enríquez. A veces les traían perros callejeros y durante días los alimentaban, acariciaban y después los degollaban y los descuartizaban. Les enseñaban que no importaba quién estuviera adelante, podría ser tu padre, pero si era enemigo, daba lo mismo. Era un desprendimiento de todas las emociones positivas del ser humano.
-¿Cuáles son las características de las mujeres que entraron a la DINA?
-Son mujeres que les gusta la formación militar, el poder que da el uniforme. Para las mujeres de clase media o media-baja, esto también es una salvación. Sin posibilidad de entrar a la universidad, o tener formación, Carabineros te da un sueldo y una jubilación segura. Saben que entran a una institución jerarquizada, donde el poder lo tienen los hombres y las mujeres para ascender en Carabineros, como decía la Olderock, tenían que acostarse con el general. La meritocracia no existía y la jerarquía significaba eso, el sometimiento.
-¿Estas mujeres se creían de elite?
-No es que se creyeran, eran de elite. Un grupo pequeño de mujeres con una formación que no tenían las secretarias en los regimientos y que tenían a su disposición todo lo necesario para destruir a otros.
-¿En que minuto estas mujeres terminan en medio de tanta violencia?
-Muy pronto: una vez integradas a la DINA. Algunas mujeres eran tan perversas como los hombres.
-¿Las víctimas te relatan la sorpresa o el horror de encontrarse frente a mujeres que les provocan tormentos?
-Es algo poco tratado, que todo el mundo elude. Hay muchos que sienten mucho pudor, porque estar colgado, desnudo y que alguien te esté masturbando, es algo humillante, flagelante, más allá del dolor físico. Muy perverso. Había una experta, la Gabriela Órdenes. Una vez la esperé a la salida de un interrogatorio para preguntarle qué le producía haberle hecho eso a hombres y me impresionó porque era una mujer que podía pasar por secretaria o profesora. Y no se puso ni nerviosa, era como una disociación. Había otras que les gustaba participar en acciones operativas, que era el caso de la “Flaca Cecilia”, especialista en perseguir gente armada, pegarle y arrastrarla a los vehículos y llevarla a los centros de tortura. Ella era activa, de las que iban al frente en acciones un poco más riesgosas, aunque la verdad es que la mayoría de la gente que caía estaba desarmada.
-¿Esta brigada de mujeres fue “efectiva”?
-Tremendamente. Era un rol muy eficiente el de las mujeres. Un militante clandestino se da más cuenta que lo sigue un hombre que una mujer. Les ponían pelucas, las vestían para interpretar papeles que iban a desarrollar. Las mujeres cumplían una función operativa que era mucho más sofisticada que las de los hombres. Y cuando había que echar balas, sacaban de la cartera, o de la mallita de verduras la pistola y pegaban el balazo.
-¿Tienes alguna explicación de cómo estas mujeres llegaron a ser parte de algo como esto, además del amor a la institución que mencionaste?
-Yo creo que había una selección bastante eficiente en el sentido que gran parte de ellas presentaban ciertas perversiones y esas perversiones eran exacerbadas. Por ejemplo, Rosa Humilde Ramos era un monstruo, violenta, brutal, procaz, era lo peor de lo peor. Trabajó en la CNI y tuvo una hija con Ricardo Lawrence Mires, los dos más perversos de la DINA. Ella goza con la tortura, con las detenciones. Hasta la Ingrid Olderock la encontraba perversa, una vez le contó que había perseguido a un hombre por cuadras y lo había matado porque lo tenía que matar. Alguien que no tenía nada que ver con nada. ¡Lo asesinó rompiéndole el cuello con las manos!
-¿Te sorprende que la “Flaca Cecilia” sea la primera mujer condenada por violaciones a los derechos humanos? 
– Me alegra que el juez Carroza haya condenado a la “Flaca Cecilia”, pero me molesta que los jueces hayan tenido una forma especial de mirar a estas criminales. Ellas son tan criminales como La Quintrala y peores, porque usaron recursos del Estado. Recibieron salarios, tuvieron vacaciones, les dieron jubilación. Actuaban sobre seguro que esos asesinatos no iban a significar cárcel o sanción social. Que Ingrid Olderock haya pasado impune, sin declarar siquiera. Eso me parece terrible.
-Dijiste que hay una mirada de los jueces frente a estas mujeres, ¿a qué te refieres? 
-Hay una mirada de victimizarlas porque son señoras que ya llegan viejas y además estas mujeres hacen toda una performance. Yo me he sentado a mirar cómo van a los tribunales y las he visto que llegan mal vestidas, con cara de pobrecitas, sobándose la espalda. Todo para demostrar que son frágiles. Y claro, verlas así da la sensación que son pobres mujeres y finalmente terminan procesándolas, pero nunca condenándolas. Como si hubiesen sido obligadas a cometer estas atrocidades. Hay una mirada favorecedora de los jueces hacia ellas por el hecho de ser mujeres y por eso ha primado la impunidad dentro de este destacamento femenino en la DINA. Y es verdad son viejas, pero hay mucha gente vieja, yo soy vieja y estoy segura que si robo un Choco Panda me van a llevar presa, pero ha funcionado esa lógica, de verlas como las madres y las abuelas.
-¿Crees que esta condena es una esperanza que va a seguir avanzando la justicia?
-Lo más malo que le puede pasar a un país es tener impunidad. La impunidad es una sola. Si dejo impunes delitos tan tremendos como estos, por qué entonces los delitos de corrupción deben que ser castigados. La impunidad va generando una forma de pensar y de ver a la vida, es una pedagogía perversa, porque va haciendo que la vida valga poco. La gente dice, pucha, han pasado 44 años y ya está bueno. No, no está bueno, es terrible que recién ahora se estén juzgando estos hechos. Eso es lo terrible. Y nos hizo daño a todos como sociedad y nos sigue haciendo daño. Es bueno, a pesar del tiempo, que la impunidad vaya cediendo frente a la justicia.