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lunes, 9 de julio de 2018

La peor de las equivocaciones

En la decoración del Bar The Clinic en Iquique, uno de nuestros creativos tuvo la idea de poner una lista con los nombres de los más atroces violadores de derechos humanos y abusadores, bajo el título: “otros canallas”. El problema: por error incluyó a una de las víctimas de las más crueles torturas practicadas, Alejandra Holzapfel. No hay equivocación que el equipo editorial de The Clinic lamente más. En esta entrevista, cuenta el shock que este error le provocó.
Un músico amigo de Alejandra Holzapfel cantaba en el Bar The Clinic en Iquique cuando notó que en el grafiti de “otros canallas”, ubicado a un costado del escenario, estaba su nombre. Consternado, le avisó a una prima de la exprisionera de Villa Grimaldi, con quien estuvo casado, y ésta la despertó a las 5 de la mañana con la noticia.
-Me dijo: “Ale ¿por qué estás en la lista con los torturadores” y yo le respondí: “No puede ser, se equivocó. Que me mande una foto”. Y cuando me mandó la foto del escenario donde él está cantando y vi que estaba en la lista atrás, no lo podía creer. Fue muy doloroso, porque además consideraba a The Clinic como mis amigos. Me preguntaba por qué lo hicieron, si sería un chiste de mal gusto. No encuentro las expresiones para decirte lo mal que me hizo. Como era domingo y no hallé a nadie, ni tenía el teléfono del director, me lo banqué sola con mi hija y algunas amigas. Fue jodido. No tengo palabras para expresar lo terrible que fue estar en una lista de torturadores que me torturaron, como el guatón Romo, y junto a Karadima.
Alejandra Holzapfel colabora con el equipo de gestión cultural del parque Villa Grimaldi, y al día siguiente de ese suceso, la dirección de esa Corporación se puso en contacto con la dirección de este medio, al tiempo que emitía una declaración solidarizando con ella. Apenas enterados de los hechos, el director Patricio Fernández y la editora general Lorena Penjean concurrieron a Villa Grimaldi a pedir disculpas personalmente, mientras el dueño de la franquicia del bar The Clinic en Iquique borraba su nombre de ese muro.
-Ellos tenían que poner la cara y está bien, lo hicieron. Me dijeron que se debía a un error humano, pero a mí me parece que nada lo justifica. Yo me imagino que el diseñador puede diseñar, pero alguien le entrega el nombre, alguien le escribe mi apellido como se escribe correctamente. Mucha gente me ha dicho que tal vez me confundieron con la flaca Alejandra, cada quien levanta una teoría, pero el hecho es que mi nombre estuvo en los muros del bar dos años (Ver declaración de The Clinic al pie de esta nota).
-¿Cuál es el daño que te ha provocado que nadie haya reparado este error durante dos años?
-No sé si todo el que vio el letrero consideró la aberración, solo afirmo que recién después de dos años yo me entero. El que nadie cercano a mí haya reparado en esa ofensa, no significa que uno le baje el perfil. Yo estuve en Iquique hace 4 meses, invitada por el Consejo de la Cultura para dar mi testimonio a las organizaciones de derechos humanos. Imagínate si se me hubiera ocurrido ir al Bar The Clinic y me hubiera encontrado con esta sorpresa. O que después de conocerme, alguna de las 200 personas que asistió al encuentro haya ido para allá y al ver mi nombre pensara: “Mira, la Alejandra Holzapfel no era tan revolucionaria como parece, también colaboró, torturó con la DINA”, no sé, cualquier cosa. Yo aparecía ahí como traidora, pasé de militante revolucionaria a estar metida ahí en esa lista. La cantidad de gente que anduvo por ese escenario, que sacó fotos a la presentación de Inti Illimani, Florcita Motuda, donde mi nombre seguirá estando junto al de torturadores y pedófilos. Es atroz. Es muy doloroso y espero que The Clinic tome todas las acciones para repararlo.
-¿Cuál fue la reacción de las organizaciones de derechos humanos?
-Ha sido maravillosa. Villa Grimaldi reaccionó altiro, la agrupación de familiares de Ejecutados Políticos,  Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, las Mujeres Sobrevivientes siempre Resistentes, la Mutual de exprisioneros políticos del MIR y la Resistencia, La Casa de Miguel. No te podría decir la cantidad de organizaciones, de compañeras expresas de todo el mundo que me han escrito. Tener este respaldo ha sido muy bueno para mi salud mental. Ha sido sanador. Este agravio no ha sido solo hacia mi historia limpia y llena de dignidad, sino que lo han sentido los sobrevivientes, las mujeres, que hacen suyo este problema generado por The Clinic.
Torturas por ser mujer
-Tú eres parte de sobrevivientes que han presentado querellas por torturas con violencia sexual. ¿En qué está esa acción?
-En 2014 cuatro mujeres presentamos una querella por violencia político-sexual: Nieves Ayress, Soledad Castillo, Nora Brito y yo. Nora Brito falleció hace dos semanas. Ella estuvo presa en Villa Grimaldi con su hijito de tres años, sin haber sabido nunca que le habían hecho a él, porque los separaron y él no se acuerda.
-¿Y tenía algún indicio para sospechar que a su hijo lo hubiesen torturado?
-No lo sabía. A ella se lo entregaron el día que quedó libre y los dejaron a los dos en la calle. Nunca supo y se fue de nuestras vidas sin saber la verdad, sin justicia. Eso es terrible, porque estamos muriendo y estamos en una edad que nos puede pasar a cualquiera de nosotras. Presentamos querellas separadas porque estuvimos en distintos centros de reclusión. La querella mía es por la Venda Sexy, la querella de la Nora era por la Villa Grimaldi, la de Nieves por Londres 38 y Tejas Verdes. Esta última está a punto de pasar a plenario, donde podrían resolverse condenas contra los culpables. La querella de Nieves es la que está más adelantada.
-En algún momento en Chile no se consideraba la especificidad de las torturas hacia las mujeres ¿En qué momento ustedes toman conciencia de este aspecto y deciden presentar las querellas?
-Creo que cuando empezamos a reflexionar las sobrevivientes juntas y nos preguntamos ¿cómo fue esto, por qué tan brutal la tortura sexual contra las mujeres? Nos dimos cuenta de que en realidad querían aminorarnos, que no fuéramos líderes, que nos fuéramos para la casa, que hiciéramos las labores de hogar. Estamos hablando de los años 70, era un contexto distinto. Pertenecíamos a una generación en que nuestras mamás querían que nos casáramos vírgenes y de blanco.
-¿La violencia sexual en las torturas era una especie de castigo por haberse salido de ese rol?
-Claramente. Ahora yo pienso que los hombres fueron también violentados sexualmente, pero a diferencia de las mujeres, que somos un poco más valientes y socializamos el tema, muchos de los hombres no han tenido la capacidad de asumirlo. A muchos los violaron y no lo dicen porque les da vergüenza. A mí también me daba vergüenza. Piensa que fuiste vejada, sola, en un lugar en que había puros torturadores y violadores. Yo tampoco me atrevía a decirlo y cuando llegué a Tres Álamos y pude conversar con el resto de las compañeras empecé a darme cuenta de que el tema no era solo mío. Hasta fuimos capaces de burlarnos. Hicimos una obra de teatro en que representábamos al torturador. Los mismos guardias nos venían a ver y pensaban que estábamos locas, pero fue una forma de sanarnos, porque al final nosotras terminábamos pegándole al torturador y éramos las ganadoras. El problema dejó de ser personal y se transformó el colectivo.
-¿Y se perdió la vergüenza?
-Se perdió la vergüenza.
-¿Los hombres no han hecho ese proceso?
-No y creo que en la medida que lo hagan, pueden sanar. Lo que yo he aprendido es que uno se sana cuando habla, cuando asume lo vivido y puedes decir: “Tengo que ser más fuerte que el perpetrador”. Nosotras dimos la lucha en los ’70 por tratar de construir un mundo mejor, éramos medio hippies, tomábamos la píldora, hacíamos política, militábamos, peleamos con nuestras madres para que nos dejaran acuartelarnos en la universidad u otro lugar, se trataba de agruparse los militantes por las noches, después del horario de trabajo o estudio, para estar alerta ante cualquier sorpresa golpista y así sucedió desde el Tanquetazo del 29 de junio hasta el Golpe.
-¿Ligas las luchas de tu generación con la de las mujeres de hoy?
-Totalmente. Se trata de lo mismo y por eso nosotras las apoyamos. Qué bueno que pase, que estén jugando un papel tan importante, que salgan a la calle, que sean osadas. Yo las felicito y les doy todo mi apoyo.
Villa Grimaldi del Siglo XXI
-¿Me contabas que el Parque por la Paz Villa Grimaldi es más que un sitio de memoria?
-Es sitio de memoria, museo, educación y cultura. Por la Villa Grimaldi pasan cien alumnos de colegio todos los días y hay gente preparada para darles las visitas guiadas. Para nosotros, no se trata solo de recordar que fue un lugar de tortura, hoy es también un sitio de resiliencia. Ahí llegan los sobrevivientes para dar testimonio de sus luchas y resistencia para sobrevivir, de solidaridad, de amor, de cariño entre los presos que estuvimos ahí. Cuando llegaba una compañera de la tortura la abrazábamos, le hacíamos cariño, le dábamos fuerza y ánimo. Nosotros éramos luchadores sociales antes que todo, los compañeros que quedaron en el camino y los que sobrevivimos, queríamos una sociedad más justa y por eso luchábamos, por eso militábamos, y por eso caímos presos. Yo como estudiante de veterinaria iba todos los fines de semana hacer trabajo voluntario, a compartir con los campesinos y aprender de ellos muchísimo. Ellos también aprendían de los conocimientos que nosotros tomábamos en la universidad y había un apoyo mutuo, una cosa muy bonita.
-¿Cuál es el significado que para ti tiene la palabra sobreviviente?
-Por la Villa pasaron cuatro mil quinientas personas, de las cuales 241 murieron, fueron ejecutadas o desaparecieron. La mayoría quedamos vivas, sobrevivimos. Muchos se fueron al exterior y no volvieron más, algunos han fallecido ya sea por suicidios o muerte natural, y otros quedamos, yo creo, para contar la historia, lo que vivimos. Si no, no tendríamos memoria ni podríamos recordar la lucha de nuestros compañeros que quedaron en el camino.
-¿Qué acciones están realizando para ampliar el ejercicio de memoria al resto de la sociedad chilena?
-En los proyectos que yo he participado, está uno destinado a los adultos mayores vulnerables de las distintas comunas de la Región Metropolitana, a quienes les hacemos una visita guiada, compartimos nuestras vivencias, asisten a una obra de teatro con Malucha Pinto “Mi abuelo Horacio”. Se desarrolla un conversatorio donde pedimos a los adultos que nos cuenten lo que vivieron en sus casas, en su población, en su plaza, con sus familias o sus vecinos. Esas experiencias las filmamos y las guardamos, por si hay alguien que quiera hacer una tesis, un trabajo. Ellos llegan con la frase: “Yo no quería hablar de este tema” y después van recordando su propia historia y empiezan a contarla: los allanamientos, cuando sacaron a las mujeres y las hicieron desnudarse en la plaza, cuentan lo mal que se sentían y todo, entonces, uno termina dándose cuenta de que cada cual lo vivió a su manera, pero al final todos sobrevivimos. Por eso el proyecto se llama “Tu historia es mi historia”.
– Todavía hay gente que dice “para qué seguir recordando”. ¿Qué opinas de eso?
– Recordamos para que esto nunca más vuelva a ocurrir, no hay otra razón. Esos adultos mayores que pasan por la Villa salen convencidos de que tienen que volver con sus nietos, con sus hijos, y conversar en sus casas, que tienen que contar su historia y que la historia que ellos vivieron es importante. Se van fortalecidos y empoderados, sabiendo que tienen una misión importante. Es bonito. Ahora, estamos organizando tertulias que van a empezar el 14 de agosto, para contar historias de militancias, alrededor de un fogón. En septiembre vamos a hacer otra: ¿Cómo viviste el 11 de septiembre? Va a ser abierto y la invitación es que la gente lleve algo para tomar y para comer, como en los antiguos malones. Es un proyecto con la idea de compartir experiencias con los más jóvenes.
DECLARACIÓN DE THE CLINIC
El equipo editorial de The Clinic asume la responsabilidad de no haber tenido protocolos de revisión periodística de los diseños y decoraciones de los bares que operan bajo la franquicia de nuestro medio. Reiteramos nuestro más infinito pesar por esta equivocación que, por supuesto, no tuvo ningún propósito humorístico, ni otra explicación que haber puesto erróneamente el nombre de una víctima en lugar de la victimaria, Ingrid Olderock. Por eso, además de esta declaración, hemos acordado reemplazar el diseño anterior con el siguiente poema de Alejandra Holzapfel y establecer protocolos de edición para que errores como éste no vuelvan a repetirse:
Creen que perdí porque me secuestraron, golpearon, violentaron, torturaron.
Piensan que se quebró mi espíritu en el recuerdo de su rabia devastadora.
Están seguros de haber ganado y se equivocan.
Nunca sólo víctima, siempre luchadoras sobrevivientes.
Somos mujeres, madres, abuelas, hermanas: hemos vencido
Alejandra Holzapfel

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