El exministro de la dictadura, Francisco Javier Cuadra, sigue desclasificando poasajes de sus diálogos con el dictador: “Varias veces conversamos con Pinochet el tema de los detenidos desaparecidos”, reconoció, al paso que afirma haberle dicho, en el último diálogo que tuvo con el dictador sobre la materia, que no se hizo lo correcto y que este le contestó que “no siempre se puede hacer lo que uno quisiera”.

Cuadra relata su último diálogo con Pinochet, a una semana de la muerte del dictador. Esta conversación habría ocurrido el sábado 2 de diciembre de 2006, oportunidad en que Augusto Pinochet le pidió, según los dichos de Cuadra, un diálogo a solas. Sería la última vez que hablaría con él, pues un par de horas después, el excomandante en jefe del Ejército fue internado de urgencia en el Hospital Militar por un infarto agudo al miocardio y un edema pulmonar, donde murió una semana más tarde.
También reveló conversaciones en Virginia Water, mientras estaba detenido en Inglaterra en la causa seguida por el juez español Garzón en su contra, por crímenes de lesa humanidad.
"Él me pidió que lo fuera a ver, porque quería saber mi opinión sobre su situación. Ahí le dije que no había que poner el centro de gravedad en la cuestión de Garzón, porque era obvia la manipulación política que existía. Le comenté que la justicia española y británica lo habían dejado en un estado de vulnerabilidad absoluta, que al regresar a Chile la justicia chilena iba a hacer respecto de él lo que nunca antes hizo y eso era muy grave, dada la edad que tenía, y que la lentitud de la tramitación judicial podía significar que llegara hasta su muerte en esa situación. Y como ejemplo le mencioné su recuerdo de la Alameda y cuáles habían sido las trayectorias vitales de las estatuas de La Moneda, que fundamentalmente ensalzaban la formación de la Independencia de la República. Y hablamos en detalle de los casos de O’Higgins, Portales, Balmaceda, e incluso conversamos de la muerte de Allende", relata Cuadra en una entrevista difundida por La Tercera, en el marco de los 20 años de la detención de Pinochet en Londres.

"Él estaba muy conmocionado, con signos de depresión, y tenía una lectura diferente: quería volver a Chile porque en sus últimos años quería tener una vida de abuelo", recuerda Cuadra.

Sobre su úiltimo diálogo con el dictador, recuerda que "Comenzó diciéndome que iba a morir antes de lo que él y yo pensábamos. Y me dijo: ‘No me quiero ir sin darle las gracias. Sé que usted ha pasado malos ratos por esa razón. Yo le agradezco mucho, porque siempre me dijo la verdad, pero usted puede suponer que siendo Presidente a uno la gente no le va a decir la verdad siempre’. Después me preguntó por mi familia, mi matrimonio, mis hijos, mis papás, por mi trabajo y cómo estaba económicamente. Se preocupaba de esas cosas, era como un padre. En un momento se sintió muy mal y me pidió que llamara al médico. De hecho, le colocaron una inyección. Eso debió haber sido a las 8 de la noche y en la madrugada se lo llevaron al hospital.

También recordó que más de una vez habló con Pinochet acerca de los detenidos desaparecidos: "La primera vez que hablé con él de este tema fue el año 76, yo era estudiante de segundo año de Derecho de la Universidad Católica y la gente del movimiento gremial, vale decir, Jaime Guzmán, nos invitaron a tomar té con el Presidente. Él dijo quiero oír qué piensa la juventud y yo le pregunté qué pasaba en el tema de los derechos humanos".

"El argumento de él, yo nunca lo había pensado, fue en la siguiente línea: ‘Yo soy comandante en jefe, estamos en una situación de guerra, de conflicto, y soy responsable de mantener el territorio. Mi gente tiene que salir muchas veces en misiones que son difíciles, son padres de familia, salen el lunes y puede que no vuelvan hasta el jueves, no saben si estarán vivos o muertos. Lamentablemente, la guerra es así. Nosotros como país tenemos compromisos internacionales, podemos formar a la gente, podemos darle instrucción, pero yo no puedo garantizar que cuando se producen enfrentamientos el factor humano aparezca y se produzcan situaciones que son indeseables’", habría respondido Pinochet.

"La próxima vez que estuve conversando con él fue casi ocho años después, cuando entré al gabinete -relata Cuadra-. Nos juntábamos los martes en la mañana, a las 9.30. Ahí varias veces conversamos del tema, particularmente el tema de los detenidos desaparecidos. Y en esa última conversación, poco antes de que él muriera, cuando me planteó el tema de que yo siempre le había dicho la verdad, le dije que para mí era muy importante que él supiera bien cuál era el fondo de mis argumentos sobre el tema y que no era solo en lo político, no en lo profesional, ni siquiera en la cuestión ética jurídica, era en la cuestión antropológica. Vale decir, en las culturas a las que Chile pertenece, los muertos son respetados y las familias tienen derecho a sepultar a sus muertos. De manera que ese es un valor superior siempre, que en cualquier caso obliga. Le recordé al Presidente que hay un pasaje muy importante en uno de los textos fundamentales de nuestra cultura: La Iliada. Cuando muere Patroclo todavía no es sepultado, él va donde Aquiles su amigo y le pide que por favor lo sepulte, porque su alma no puede estar tranquila. Entonces, le dije que esos son valores muy esenciales y la verdad es que a usted le consta que hasta el día de hoy tenemos problemas por esa situación, porque no se hizo lo correcto".

"No siempre se puede hacer lo que uno quisiera", habría sido la respuesta de Pinochet, en 2006, lo que acreditaría que se sabían las violaciones a los DDHH, cuestión que hoy los cómplices civiles niegan haber conocido.  

"Lo que pasa es que hay que hacer aquí una distinción -responde Cuadra, tratando de explicar esta situación-, la realidad ocurre día a día y uno en el día no tiene toda la información. Todos sabemos que ni el esfuerzo que se hizo con el Informe Rettig ni el esfuerzo de la Comisión Valech han logrado identificar situaciones que son dolorosas para muchos chilenos y que como sociedad nos mantienen todavía muy divididos y enfrentados. Nosotros, ya desde el año 83 nos fuimos abriendo a colaborar con Naciones Unidas en materia de DD.HH. y se sometió al régimen del relator especial. Hay un caso que ocurrió en esa época que es el de los degollados, en que el gobierno se empeñó en el esclarecimiento jurídico del tema a fondo desde que ocurren los hechos, a fines de marzo del 85. Nosotros colaboramos activamente en esa investigación y la decisión política, una vez que se somete a proceso a oficiales de Carabineros, pasó por la renuncia del general director de Carabineros, César Mendoza", explica.

"En la Operación Albania hubo una diferencia de opiniones entre la CNI y el equipo político, y particularmente conmigo, que era responsable de comunicaciones del gobierno, porque decidí que La Moneda no emitiría una opinión favorable a la acción de los organismos de seguridad en esa situación. Yo no tenía la convicción de que hubiera una consistencia jurídica operativa suficiente con cargo al deber de la autoridad en materias de orden y seguridad. Como de hecho lo demostró el proceso que años después llevó a sentencias definitivas sobre la materia", indica, justificándose.

Para Cuadra no hubo una política de Estado respecto de las violaciones a los derechos humanos: "No, yo diría que como política de Estado, no. Lo que pasa es que el 11 de septiembre se produce una ruptura del orden institucional completa", señala.
(N.de la R.) La vieja política de los buenos y los malos, muchos años después... ¿quién dice la verdad? Quizás no importa esa verdad, sino la que tiene a miles de personas sin saber hasta hoy, dónde están sus seres queridos, qué pasó con ellos. Esa verdad hoy la saben militares y civiles, autores, cómplices y encubridores y no la revelan. 
Mario López M.