Un insignificante graffiti me llamó mucho la atención. En la Avenida Alameda esquina General Velásquez, comuna de Estación Central, hay uno aludiendo a la banda criminal venezolana “Tren de Aragua”, casi al costado de la Municipalidad. A raíz de este inocente graffiti he pensado cuánto de los delitos que ocurren en esa comuna y en Santiago Centro no estará involucrada esa organización criminal como también otras. En estos últimos 5 años, Santiago ha cambiado radicalmente con la llegada de migrantes, algunos en situación regular y otros de manera irregular. Los miembros del Tren de Aragua, que llegaron a Chile junto a gente honesta que viene al país a trabajar y a mejorar su vida, han cometido delitos graves de secuestro y extorsión, incluso a sus propios compatriotas.[1] De hecho, la PDI, hace poco tiempo atrás, señaló su sospecha de que los delitos que han ocurrido en Valparaíso tengan relación con el “Tren de Aragua”.[2] Al mismo tiempo, la detención de uno de sus líderes y de otros en Puerto Montt abre la sospecha de su actividad operativa.[3] También hay mafias que operan en las cárceles (Santiago 1) en la cual extorsionan a los familiares de los internos “primerizos” que llegan. Esto es absolutamente insólito que ocurra en Chile. El silencio de las autoridades de gobierno y sobre todo del Poder Judicial resulta indignante y angustiante para quienes sufren de la violencia extrema de estas organizaciones.
Desde mi punto de vista, la izquierda chilena no tiene un plan ni discurso respecto a la seguridad. En ese sentido es llamativo que determinados sectores de Santiago y en regiones reine la angustia y el temor ante una delincuencia desatada, que es una de las preocupaciones que aquejan a los chilenos. El cuestionamiento podría resumirse en esta pregunta: ¿Mejorar las condiciones materiales de existencia de los sectores populares y migrantes terminarán con estas organizaciones? Claramente no. Esto requiere de un discurso con una práctica que frene este accionar para no pasar a mayores.
Sostengo que las autoridades deberían tomar cartas en el asunto, primero, identificando si aún opera grupos como el Tren de Aragua en Chile; y segundo, identificar a otros extranjeros con historial delictivo que están operando en Chile. Solo un ejemplo: según la prensa trasandina (INFOBAE), de los 10 hinchas del Deportivo Cali detenidos en Puerto Madero, Buenos Aires, por porte de cuchillos y armas, 7 de ellos residen en Chile. (¿Cómo ninguna autoridad no ha advertido esto?). Otro ejemplo: el fiscal de Tarapacá señalaba hace un tiempo atrás de las dificultades que tenía para procesar a delincuentes extranjeros por problemas con su identificación. (¿Cómo se puede procesar a alguien sino sé sabe quién es?). Sobre esto ninguna autoridad se ha pronunciado, ni mucho menos el actual director de Migraciones, Luis Thayer. Esto es un verdadero problema para Chile respecto a la seguridad. Los países desarrollados tienen una identificación de quién entra y sale de sus fronteras, un cierto orden y políticas de integración. Pero en Chile la cuestión es al revés: no hay orden (entran personas con historial delictivo muy fácilmente por pasos no habilitados) y no hay políticas de integración (sólo la que el mercado genera “espontáneamente” en un país históricamente poco latinoamericanista que el resto de los países), lo cual se traduce en la conformación de ghettos culturales en determinadas comunas (Estación Central, a estas alturas es una “zona de sacrificio”, no da abasto).
La desidia del gobierno del expresidente Sebastián Piñera y el actual es preocupante, porque en este tema se necesita voluntad política de todos los sectores para solucionarlo. Además, estas organizaciones criminales extranjeras generan una identificación errónea en el sentido común de equiparar extranjeros con delincuencia. Ese discurso se está arraigando cada vez más en una ciudadanía que está esperando que las autoridades actúen pronto para vivir en un país más seguro, con mejor calidad de vida, y no con el miedo de ser asesinado o secuestrado en la calle por verdaderas organizaciones delictivas (que no todas son extranjeras, por cierto). Un ejemplo de ello son las denuncias existentes en la zona del Barrio Universitario, en el que ya ni siquiera un joven estudiante puede ir a estudiar tranquilo a la universidad. Eso es tristemente absurdo y a estas alturas preocupante. Ni decir del asesinato de la periodista Francisca Sandoval en Meiggs.
Tratar estos temas es siempre delicado y espinoso. La izquierda en el gobierno evita referirse directamente sobre la seguridad, porque corresponden a ámbitos más ligados a la derecha política. En ese sentido hablar de “seguridad”, “patria” o “migrantes” no tiene porque necesariamente ser sinónimo de “fascismo”, como señala una parte de la izquierda más extrema. Este es un asunto poco desarrollado críticamente por la intelectualidad de la izquierda. De hecho, en la Convención Constitucional, por ejemplo, se veían más banderas de las naciones indígenas de Chile que la propia bandera. Esto es insólito si se quiere pensar en una “Constitución para Chile”. Menos mal que en el último encuentro en la ciudad de Antofagasta se cantó el himno nacional y se izó la bandera chilena, pero fue casi a la “fuerza”. Este tipo de gestos políticos tienen una percepción negativa en la gente que busca un sentido de pertenencia en medio de una crisis social y de autoridad como la que experimentamos desde octubre de 2019. Si a eso se suma la gran cantidad de información sobre delincuencia asociadas a extranjeros por los medios de comunicación y la transformación de varias comunas por la llegada de migrantes, la tentativa hacia políticas de derecha radical, la cual con ideas de simples y de fácil recepción es atractiva, porque hay una percepción de miedo y amenaza ante lo “desconocido”. ¡Y que mejor que enarbolar los emblemas nacionales como la bandera, etcétera, que permiten levantar un elemento de pertenencia entre las personas!.
Sostengo que, si el gobierno del presidente Boric no asume una postura más activa sobre la proliferación de bandas criminales, tendrá problemas graves a futuro porque el malestar acumulado hacia el modelo “neoliberal” puede orientarse hacia (todos) los migrantes por estas construcciones discursivas punitivas y xenófobas. Lo más preocupante es que en Chile está instalada la idea-fuerza desde los medios de comunicación que la delincuencia ha aumentado por el actuar de bandas extranjeras. Y aunque parezca contradictorio esa tesis puede que no esté tan lejos de la realidad. Hoy en día ir a la Plaza de Armas o caminar de noche por Estación Central es peligroso. Sin embargo, si el gobierno hace un trabajo de inteligencia y de migración ordenada se evita “meter a todos en el mismo saco”, como se dice coloquialmente. Baste recordar que en el mes de febrero de este año se quemaron carpas de venezolanos en Iquique precisamente por este tema. ¿Quién nos dice que no volverá a ocurrir?.
En resumen, el gobierno del presidente Boric debe trabajar sobre este tema de la proliferación de mafias extranjeras que operan con delitos muy violentos, poco conocidos en Chile. Es una oportunidad para esté gobierno (y para la izquierda) abordar estos asuntos con responsabilidad y orden. El anterior gobierno del presidente Piñera hubo desidia al respecto, si embargo, el gobierno del presidente de Boric puede generar una política de seguridad novedosa e incursionar en un campo no habitual para la izquierda chilena. No se puede analizar el tema de las mafias exclusivamente como un problema de desigualdad (que si existe), sino en algo multifactorial que se solucionará con voluntad política.
Por Fabián Bustamante Olguín
[1] Véase al respecto, https://www.latercera.com/investigacion-y-datos/noticia/las-mujeres-invisibles-de-las-mafias-venezolanas/VIGBTBQYVBBH5FPSBYKMVFZGNA/
[2] Véase al respecto, https://www.biobiochile.cl/especial/el-narco-en-chile/noticias/2022/05/09/fiscalia-indaga-posible-vinculo-entre-banda-tren-de-aragua-con-hechos-delictuales-en-valparaiso.shtml
[3] Véase al respecto, https://www.infobae.com/america/peru/2022/04/10/tren-de-aragua-la-peligrosa-banda-venezolana-que-viene-atemorizando-a-peru-y-otros-paises-de-latinoamerica/
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