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martes, 7 de junio de 2022

¿Quién manda en el Vaticano? ¿El pontífice, la curia romana o los “pezzonovante”?

 

reverendum
 

Eso de Vox populi vox Dei pasó de moda hace mucho. El Concilio de Nicea (325 de nuestra era) se encargó de ordenar el naipe, y de quitarle al pueblo toda pretensión de influir en lo que se suponía era su iglesia. Desde entonces María es virgen y el Papa infalible. Tal vez no tanto, visto que debe componer con los 'pesos pesados' de la nomenklatura vaticana, los pezzonovante. Arturo A. Muñoz pone el dedo en la llaga...


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¿Quién manda en el Vaticano? ¿El pontífice, la curia romana o los “pezzonovante”?


Esta nota no apunta a los misterios de la fe, sino a ciertas acciones de una iglesia que ya es más materia que espíritu.

escribe Arturo Alejandro Muñoz


“Con la iglesia hemos dado, Sancho”; frase inolvidable de la obra magnífica del manco de Lepanto, Miguel de Cervantes, que ha traspasado siglos y fronteras. También con esa iglesia estamos topando en Chile y en gran parte de occidente. Es cierto que los vaticanistas han ido perdiendo influencia en estos últimos decenios, pero todavía mantienen poder sobre algunas acciones de la administración política de una nación, e influjo sobre vastos sectores de la sociedad de esa misma nación.

Hoy, ser cura o sacerdote sigue contando con granjerías indisimulables, algunas de las cuales sobrepasan las legislaciones vigentes, aquellas que el Estado aplica sin miramientos al 97% de la población, pues el restante 3% pareciera poseer derechos divinos ya que se sientan en las leyes. Sin duda alguna, la curia eclesiástica católica cuenta con granjerías que, honestamente, resultan insultantes para el grueso de la población.

Ejemplos de lo anterior hay por montones. Basta recordar lo acontecido con algunos ‘eméritos’ obispos que la propia curia protegió sacándolos del país justo a tiempo para escapar de la mano legal que los requería por actos de pederastia, como fue el bullado caso del ‘curita’ Cox que huyó desde La Serena para refugiarse en un monasterio europeo, lugar donde hoy lleva la vida del oso mientras los niños que él abusó enfrentan una juventud traumada.

Es solamente un ejemplo que certifica otros casos, entre los que se encuentra el de aquel sacerdote de una institución de niños de la calle, muchos de ellos abusados por el ‘padrecito’, tal cual lo demostró la justicia…pero ese ‘padrecito’ fue finalmente rescatado por la curia –con el beneplácito servil de las autoridades de turno- y llevado no a Europa sino a otra comuna chilena donde, de seguro, continuó su prédica de sexo aberrante.

En una entrevista concedida a un periódico italiano, el Papa manifestó: "Según fuentes fiables aproximadamente el 2% del clero es pedófilo y está decidido a confrontar el problema (…) otro grupo, más numeroso, calla sabiendo. Esto es intolerable". El Vaticano salió de inmediato a “aclarar” los dichos del pontífice, informando que si bien esas no fueron sus palabras "exactas", reflejan el espíritu del mensaje que el Papa quiso entregar.

Tomando aquel porcentaje (2%) como dato duro, es posible determinar las siguientes cifras a nivel planetario:

Total de obispos: 5132 // Obispos pederastas: 102
Total de sacerdotes: 413.418 // Sacerdotes pederastas: 8.268
(Fuente respecto de los totales de obispos y sacerdotes:
www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=31563)

¿Será necesario referirse a sacerdotes como O’Reilly, o Karadima, quien abusó de niños pertenecientes a ‘familias bien’ de Santiago arriba? Tampoco parece imperioso hacer referencias específicas a curas como Ezzati, Barros, González y otros de la misma calaña, pues sus omisiones, complicidades y pecadillos son sobradamente conocidos.

La iglesia debería ser la sumatoria de todos los creyentes: “allí donde se junten dos o tres de ustedes, estaré yo”, dijo el hijo del carpintero de Galilea. Pero, miles de frailes lo impiden, aunque en apego a la dura realidad los sacerdotes, pastores, obispos y monjes son sólo eso: curas. Sería un error cargarle al humilde Jesús la responsabilidad del desacierto y bandidaje de esos monjes que han convertido a la iglesia en una empresa bolichera y politicastra.

Ya sabemos que Francisco I, el papa latinoamericano, no ha actuado estrictamente como un ortodoxo pastor de todos los católicos, vale decir, humilde y cuidadoso de sus dichos. Los osorninos saben de ello. El ‘caso Barros’ lo certificó, aunque más tarde, con el tonelaje de la verdad aplastándole el alma, dio pie atrás.

Sin embargo, para algunos católicos el pontífice no es responsable directo de sus propios dichos. Quien fuera vocero del movimiento ‘Laicos de Osorno’, Juan Carlos Claret, en los momentos más ardorosos de la disputa con el Vaticano por sacar de la catedral de esa ciudad al cura Barros, dirigió sus dardos no contra el jefe de la Iglesia Católica, sino contra el nuncio Ivo Scapolo. "Más que apuntar al Papa por lo que dice, hay que señalar a los que le informan lo que él repite. Los dardos no deben dirigirse contra Jorge Mario Bergoglio, sino que contra el nuncio apostólico, Ivo Scapolo", señaló Claret.

Es cierto que existe una curia vaticana (también llamada ‘curia romana’) , la cual es un conjunto de órganos de gobierno de la Santa Sede conformada por un grupo de instituciones, llamadas dicasterios, bajo la dirección del Papa, los que ejercen las funciones legislativas, ejecutivas y judiciales. La potestad de la curia romana se considera vicaria del Papa. Se encarga de coordinar y proporcionar la necesaria organización central para el correcto funcionamiento de la Iglesia y el logro de sus objetivos.

Pero, según el escritor estadounidense autor de obras como “El padrino”, Mario Puzo (y también según muchos analistas), quienes mandan en el Vaticano son unos curas que se conocen con el mote de “pezzonovante” (‘peso noventa’), los que conforman el sólido caparazón que envuelve, coopta y atrapa a quienes fungen como pontífices. Le ocurrió a Juan Pablo I, quien terminó falleciendo en su cama pocas semanas después de haber sido ungido Pastor de la Iglesia de Pedro, tal vez asfixiado por el poder de esos “pezzonovante” mencionados por Puzo. Luego le correspondió el turno al inefable Benedicto XVI, quien pispó que le sería imposible imponer sus términos en esa sociedad de frailes, y optó por renunciar al pontificado para vivir sus últimos años eclesiásticos en un lugar alejado de las maromas y contubernios de la mafia vaticana.

La institución financiera en manos del Vaticano era el ‘Banco Ambrosiano’, cuya quiebra en 1982 fue motivo de escándalo económico y mediático. Entre otras cosas, se acusaba a la organización bancaria ítalo-vaticana de lavado de dinero, tráfico de armas a favor de grupos de ultraderecha en Latinoamérica, financiamiento de publicaciones fascistas en el país de la bota y desvío de fondos vía operaciones de ultramar (Bahamas y Sudamérica) para blindarse de cargas impositivas y normativas existentes en Italia, donde se encuentra sito el Estado vaticano. Esta última maniobra tenía como fachada al ‘Banco Ambrosiano Andino’, filial de la institución en Sudamérica, cuyas oficinas se acuartelaban en el Perú, exactamente en sucursales en la ciudad portuaria de El Callao y en Lima, la capital.

Pero, Francisco I llegó al sillón de Pedro dispuesto a renovar su iglesia. Por ello, si sus planes se llevaran a la práctica, la estructura del poder vaticano sufriría una reforma sin precedentes, hasta el punto de poder desaparecer tal como hoy se le conoce. Recordemos que en el año 2014, en una de las tradicionales salutaciones vaticanas, delante de casi todos los exponentes de ese poder (la llamada curia romana), el Papa se despachó ante ese colectivo unos términos purísimos.

Acusó a los miembros de la curia de "Alzheimer espiritual", "esquizofrenia existencial", "petrificación mental y espiritual", "terrorismo de habladurías", "enfermos de rostro fúnebre" y denunció su "arribismo", su "arrogancia", su "hipocresía de una vida oculta y a menudo disoluta", su "persecución de una gloria vana", su "vacío espiritual", su "mediocridad", su "maledicencia", y también ser "asesinos a sangre fría del buen nombre de sus colegas".

Han pasado algunos años desde aquella intervención, entonces, ¿podrá provocar los cambios que desea? ¿Le dejarán camino libre los ‘pezzonovante’ de la curia vaticana?

Digámoslo sin ambages; hoy la iglesia católica es más empresa que iglesia, más banca y negocio que templo. Más materia que espíritu. Además de ser una empresa realmente poderosa en lo económico y en lo financiero, tiene otro punto a considerar, el cual dice relación con el mundillo político, con las relaciones ante los poderes del estado de cualquier nación occidental (especialmente las iberoamericanas), con la diplomacia y con las luchas partidistas. No es poca cosa tener –para realizar todo aquello- una experiencia de dos mil años… veinte siglos trabajando, aprendiendo, avanzando, en materias de alta y de baja política… como también en los negocios, la banca y las finanzas.

Estos aspectos de la iglesia son los que la han hermanado con posiciones políticas de extrema derecha, de conservadurismo y clasismo sin fronteras, el que se observa –entre sus múltiples actividades comerciales- en los negocios de Educación, administrando establecimientos destinados casi exclusivamente a hijos de familias con poder económico significativo. Es cierto, y no hay duda en ello, que en tiempos coloniales esa misma iglesia quiso educar a los hijos de los campesinos y de los pobres. Fueron los jesuitas quienes mayor empeño pusieron en tal labor, pero el resto de las órdenes vaticanas (otra vez los “pezzonovante”), de la mano con la monarquía de la época, decidió expulsarlos de las colonias que España tenía en América (y expulsarlos también de la propia España).

Esa lucha constante al interior de la iglesia católica, apostólica y romana, viene sucediendo desde tiempos antiguos, enfrentando a un sector minoritario con las poderosas órdenes que la manejan casi sin contrapeso. Los resultados están a la vista, y la lucha referida es observable en los contenidos de algunas de las principales encíclicas papales, esas especies de ‘cartas circulares’ que los pontífices hacen llegar a obispos, sacerdotes y fieles de todo el planeta.

"Rerum Novarum" (1891): Léon XIII involucra a la Iglesia católica en temas sociales, denuncia las condiciones de trabajo de la clase obrera e impulsa a los trabajadores a organizarse.

"Vehementer nos" (1906): Pío X condena las leyes que separan la Iglesia del Estado, adoptadas en Francia en 1905.

"Ad beatissimi apostolorum principis" (1914): Benedicto XV denuncia los horrores de la guerra y defiende la caridad cristiana.

"Mit brennender sorge" (1937): Pío XI condena el paganismo y el racismo nazi.

"Divini Redemptoris" (1937): El papa Pío XI vuelve a condenar el comunismo ateo.

"Pacem in terris" (1963): Juan XXIII defiende la paz, fundada en la verdad, la justicia, la caridad y la libertad y condena la carrera armamentista.

"Populorum Progressio" (1967): Pablo VI se pronuncia a favor del desarrollo sostenible del mundo.

"Humanae vitae" (1968): Pablo VI condena los métodos anticonceptivos.

"Evangelium vitae" (1995): Juan Pablo II condena el aborto y la eutanasia y hace un llamamiento para combatir contra las leyes que las autorizan.

"Fides et ratio" (1998): Juan Pablo II pide a los científicos que ante los avances científicos y tecnológicos tengan en cuenta los valores filosóficos y morales.

Es difícil en extremo que la iglesia católica cambie de manera sustantiva y se acerque, por fin, a aquella que nació con un objetivo muy diferente a los propósitos y deseos que hoy la mueven. En su interior hay golondrinas que no hacen verano, pero son exactamente eso, casos puntuales de sacerdotes convencidos de realizar la verdadera labor para la cual nació su iglesia, pero no logran convencer al resto de la gran bandada vaticana de imitarlos.

Al parecer, es más que posible que los “pezzonovante” (ultraderechistas, clasistas, machistas, misóginos, comerciantes, especuladores financieros), sigan al mando de las cuerdas que mueven a los pontífices.

 

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