Todos los reportes de los gobiernos, los centros de investigación y los organismos internacionales advierten que, si bien la superficie forestal aumenta cada año en Europa, no ocurre igual con las medidas que deben tomarse para evitar que en el verano se propaguen los incendios. Y más cuando no pocas veces son causados intencionalmente o por actividades humanas que se salen de control. En resumen, a más árboles, más superficie expuesta al fuego, daños incalculables a la infraestructura rural y urbana y miles de familias obligadas a abandonar sus hogares para salvar su vida.
En un informe que divulgó en febrero pasado el programa sobre medio ambiente de Naciones Unidas se advierte que en el futuro la presencia del fuego en áreas forestales será mayor por el cambio climático, pues origina un aumento de las temperaturas, suelos más secos y falta de lluvias por largo tiempo. Y que por eso cada país debe establecer políticas más eficaces de prevención. Igual opina la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Por su parte María Neira, directora de Salud y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), señala que todo lo anterior incide especialmente en las personas de mayor edad, los niños, las mujeres embarazadas, los que padecen enfermedades crónicas y quienes trabajan en espacios abiertos sin los equipos de protección adecuados. Neira agrega que con los desajustes que ocasiona el cambio climático queda comprometida la capacidad de nuestro organismo para regular la temperatura interna, y esto puede resultar en una cascada de enfermedades
. Y, además todo eso se refleja en los sistemas sanitarios de los países por el aumento de pacientes que acuden a ellos.
Los efectos del cambio climático en Europa también se observan en los glaciares. El derretimiento de uno de ellos causó una avalancha que mató a 11 personas en Italia. Los expertos anuncian que se están abriendo nuevas grietas en los picos alpinos y que el hielo se está derritiendo incluso en el Mont Blanc, la montaña más alta de Europa occidental. De los incendios forestales no escapa ni el círculo Ártico. Liberan grandes volúmenes de reservas de dióxido de carbono y metano. Una gran parte de las partículas fruto de esos incendios terminarán en las superficies de hielo oscureciéndolas y, de esa manera, acelerando su derretimiento.
Mientras, en México dos tercios de los 2 mil 463 municipios padecen una escasez extrema y/o moderada de agua que obliga a la gente en algunos lugares a hacer fila durante horas para las entregas del líquido de los organismos gubernamentales. Los afectados han bloqueado en algunas ciudades las vías de comunicación para exigir más suministro. Cubren sus necesidades con agua en garrafones y botellas, el negocio más próspero del país. Casi la mitad del territorio sufre ahora sequía, en comparación con cerca de 28 por ciento del año pasado. Y julio fue el mes más cálido de los últimos 69 años.
Llueve en buena parte del país gracias a las tormentas tropicales provenientes del océano Pacífico. Por mala planeación de la obra pública y la deforestación, dejan miles de damnificados. Y, como cada año, el agua que traen tormentas y huracanes se va al mar, no se retiene para alimentar los acuíferos y/o las presas. Hace 70 años, don Eduardo Chávez, entonces secretario de Recursos Hidráulicos, sugirió obras para retener el agua en la cuenca de México y recargar el acuífero. No le hicieron caso. Tampoco ahora en todo el país.
Por Iván Restrepo
Fuente: La Jornada
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