Hemos resistido por años, pero debemos también ser parte de ese cambio que la ciudadanía espera: que los temas de las mujeres salgan de los sectores más acomodados y del debate político y se traduzcan al diario vivir de las chilenas. Necesitamos menos academia y mucha más calle y realidad.
Existieron varios intentos de devolver las calles a la ciudadanía y que las luchas por alguna causa justa se escucharan fuerte en la clase política. Como olvidar la revolución pingüina o la marcha de los paraguas, etcétera… Las movilizaciones no dejaron de crecer estos últimos años y una que creció con fuerza fue la del movimiento feminista en 2018, superando a las movilizaciones estudiantiles de 2011.
Las calles plagadas de mujeres fueron la antesala para lo que se venía después. Mujeres y niñas protestando por la violencia histórica y estructural que ha permitido miles de abusos a nuestra dignidad a lo largo de la historia. Una vida libre de violencia, educación no sexista, aborto libre y seguro y tantas demandas que se generan en torno a nuestros cuerpos que son públicos.
Históricas, sí, y hoy esas demandas que nacieron desde las calles, donde las mujeres fuimos tremendamente relevantes en el estallido social de octubre de 2019, están presentes en el borrador de la nueva Constitución, que consagra nuestros derechos sexuales y reproductivos en donde se incluye el aborto, un trabajo de muchas mujeres de resistencia en las calles.
Me aterroriza que nuevamente nuestros derechos queden a merced de la derecha cavernaria de este país. Sí, esos mismos que nos han tratado de asesinas, nazis y cuánta locura más por defender nuestras vidas y cuerpos. De los que se opusieron a la pastilla del día después, de esos que piensan que una niña violada de 11 años está lista para ser madre. O parte de la DC, los mismos que sistemáticamente se oponían al aborto por inviabilidad fetal.
Un claro ejemplo de este sector son los dichos de la ex convencional de derecha Rocío Cantuarias, que señaló que “la paridad es una estupidez”, invisibilizando la lucha de las mujeres que por siglos nos han devuelto espacios que nos han quitado y que habían sido siempre liderado por hombres. ¿Sabrá la señora Rocío, o tendrá por ahí en su librería llena de libros de derechos, que si no fuera por estas mujeres jamás hubiera estudiado en una universidad y menos Derecho?
El hecho de que estos sectores sientan incomodidad nos entrega ya bastante información; temen perder sus privilegios y vivir en una sociedad más justa, se acostumbraron a vivir en un país donde existen personas de primera y segunda clase.
Hemos resistido por años, pero debemos también ser parte de ese cambio que la ciudadanía espera: que los temas de las mujeres salgan de los sectores más acomodados y del debate político y se traduzcan al diario vivir de las chilenas. Necesitamos menos academia y mucha más calle y realidad. Para que el movimiento feminista vaya en la dirección adecuada, permear a cada una de las mujeres y niñas de este país.
Aprobar la nueva Constitución es esperanza para cada uno de nosotros. Para nosotras, es dignidad para avanzar y que nuestras vidas no dependan de sectores adoctrinados; es un pasaje a nuestra real emancipación, esa que tanto cuesta conseguir. Por todas y las que vienen aprobamos este 4 de septiembre.
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