Apruebo transformar
por Jorge Sharp 4 agosto, 2022
En una columna de hace algunos días, el exministro concertacionista Francisco Vidal señalaba que entre el aprobar para reformar y rechazar para reformar se jugaba el destino del plebiscito de este 4 de septiembre, haciendo eco del coro de voces –que incluso llega a sectores de la alianza de gobierno– que ha señalado que el texto debe tener cambios.
Lo cierto es que, si bien muy destacados militantes de la llamada centroizquierda se unieron a la derecha en el Rechazo, un grupo significativo de dirigencias se han decantado por la opción Apruebo, pero con apellido. El “Apruebo para reformar” tendría su justificación en la supuesta baja adhesión ciudadana a la propuesta de nueva Constitución que se reflejaría en los resultados de diversas encuestas –cuestión desde luego debatible–, pero principalmente en la convicción que les asiste a estos sectores de introducir cambios profundos al texto elaborado por la Convención en aspectos que no les acomodan.
Esta posición presenta una serie de peligros. Desde ya pone una muy seria dificultad a la implementación de la nueva Constitución, dada por su capítulo de normas transitorias que supone una serie de mandatos al Gobierno, Parlamento y diversas instituciones públicas. También abre una verdadera caja de Pandora para restaurar la política de los acuerdos con la derecha que, como sabemos, también quiere reformar el nuevo texto, haciendo volver el poder constituyente al sistema político prerrevuelta social de octubre. Del rol de la ciudadanía, independientes y pueblos originarios se guarda transversal silencio.
Sin embargo, lo más preocupante de esta posición es que destila elitismo, especialmente aquella versión que sugiere un gran acuerdo nacional previo al plebiscito por reformas a una Constitución que aún no se vota ni menos entra en vigencia. Así, cabe preguntarse: ¿qué sentido tiene entonces que la ciudadanía vaya a votar este 4 de septiembre si el texto sobre el cual se pronunciará no será el que en plenitud rija?
Sería muy interesante saber qué es lo que se desea reformar. ¿La paridad y el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo?, ¿negar el derecho a la seguridad social para seguir legitimando el negociado de las AFP?, ¿la plurinacionalidad, nuestra mejor oportunidad para poner fin al conflicto chileno-mapuche?, ¿negar el derecho a la vivienda para que miles sigan esperando?, ¿quieren seguir lucrando con el agua?, ¿quieren que la naturaleza no sea titular de derechos y seguir con las zonas de sacrificio?, ¿quieren crear un sistema electoral a medida de sus intereses, excluyendo al mundo de independientes?, ¿o quieren, derechamente, restaurar el Senado?
La cuestión es más sencilla. El Apruebo, sin apellidos, es un paso adelante en la transformación de las estructuras políticas, económicas, sociales y culturales de nuestro país. Es la mejor oportunidad para dejar atrás de una vez por todas la pesada noche de la herencia neoliberal de la dictadura, ¿cuándo antes en nuestra historia habíamos tenido esta herramienta democrática para superar el neoliberalismo y transformar nuestro país?
El Apruebo requiere de fuerzas políticas y sociales que, sobre la base de las nuevas reglas del juego que propone el nuevo texto constitucional, estén comprometidas con la construcción de las bases sólidas de un proyecto democrático de sociedad.
Este plano sin duda interroga la capacidad de maduración que tengan los sujetos que protagonizaron la movilización de social de octubre de 2019 en su rol ante el escenario político que se abrirá desde el 5 de septiembre, a fin de que este no tenga como protagonistas –otra vez– al mismo sistema político de los últimos 30 años, del que ya sabemos qué esperar.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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