Por: Felipe Avendaño | Publicado: 15.10.2023
“Si hago un balance de mi trayectoria política obviamente me considero un fracasado”, decía en julio de este año el ex secretario de Patria y Libertad. Semanas antes le habían detectado un cáncer. Era terminal, por lo que sabía que el final estaba cerca. En esta, su última entrevista, el otrora dirigente del movimiento que promovió el golpe de Estado de 1973, para más adelante tomar distancia de la dictadura y terminar 50 años después apoyando al Frente Amplio, se despoja de todo pudor y pretensión para entregar su último testimonio alejado del ojo público sentado en un sofá, vestido con pijama y esperando que la muerte venga por él.
Roberto Thieme sabe que pronto se va a morir. Es el 22 de julio de 2023 y hace tres semanas el ex secretario general del Frente Nacionalista Patria y Libertad fue diagnosticado con cáncer de páncreas. Es terminal, por lo que en el mejor de los casos le dará una extensión de vida de 30 a 40 días.
Ganarse la confianza del que fuera el número 2 del Frente Nacionalista Patria y Libertad no era tarea fácil. Estaba cansado de las entrevistas en las que le preguntaban siempre lo mismo y ponían a prueba su paciencia al tildarlo de “fascista”, “golpista”, “ultraderechista” u otro epíteto peyorativo que, según afirmaba, le revolvían el estómago porque distorsionaba el objetivo real de Patria y Libertad.
“A quién le va a interesar las opiniones de un viejo y jubilado carcamal político”, decía en 2017, cuando de manera fortuita nos cruzamos en una calle de Santiago e intentaba tomar distancia y evitar cualquier contacto con la prensa.
Sin embargo, tras años de negarse a dar una entrevista, en 2021 y a días de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en que se enfrentarían Gabriel Boric y José Antonio Kast, Thieme aceptó. En esa entrevista, publicada en el sitio web del canal La Red, lanzó frases que se recuerdan hasta hoy:
“Soy el primero en reconocer mi error e ignorancia política histórica del proceso chileno y si viviera todo eso de nuevo estaría apoyando a Allende”, decía en esa conversación y agregaba que haber sido parte del movimiento que promovió el golpe de Estado de 1973 “ha sido mi tortura durante 50 años, pero la tengo que asumir”.
Separar a la persona del personaje no es sencillo, ya que la historia de Thieme “excede una vida”, como escribió hace algunos días el periodista Juan Cristóbal Peña. Pintor de cuadros en Pakistán, mueblista que confeccionó el escritorio a Salvador Allende cuando el socialista era presidente del Senado, aviador que fingió su muerte para entrar a la clandestinidad, líder militar que internó armas desde Argentina para derrocar a la Unidad Popular, yerno de Augusto Pinochet, a quien después calificó de “traidor”, encarcelado en la Penitenciaría de Santiago por sedición, simpatizante del Partido Humanista, defensor de la causa mapuche y, como se declaraba en sus últimos años: protomarxista, a favor de un Estado plurinacional y a favor de la renacionalización de los recursos naturales: “Hay que expropiar”, afirmaba Thieme, el mismo que medio siglo antes había apoyado el paro de los camioneros saboteando bencineras y haciendo explotar un oleoducto durante el gobierno de la UP.
“Él es mucho más que una película”, decía en 2019 el director de cine, Andrés Wood al estrenar “Araña”, película de ficción que toma elementos de la historia de Patria y Libertad. Para el cineasta, el movimiento fundado por Pablo Rodríguez, “fue instrumento para proteger a una clase social en contra de Allende”. Línea similar a la que sigue el documental alemán «Con el signo de la araña» de los realizadores Heynowski & Scheumann: «Se sabe que el capital no grita abiertamente sus intereses al mundo. Deja gritar a otros”.
En medio siglo acumuló una lista de historias, giros políticos y países en los que se “autoexilió” tan larga como la de sus detractores. Pero hoy, Roberto Thieme de 80 años, deja de lado el personaje. Está vestido con pijama para dar su última entrevista, despojado de todo pudor y pretensión, esperando que la muerte venga por él.
Que se presente de manera tan cotidiana e íntima no quiere decir que no cumpla con las reglas mínimas de etiqueta. Viste un pijama de color celeste con rayas azules y una delgada bata del mismo tono. Del bolsillo superior izquierdo se asoma un pañuelo blanco, un sello de su gusto de siempre estar bien vestido. Se entiende, más que mal se prepara para dar su último testimonio en vida.
“La formalidad, la puntualidad y el orden. Son tres cosas que ningún alemán puede prescindir”, afirma cuando se le pregunta sobre cómo se imagina su último día de vida. “Despedirme, eso es muy importante, las formalidades. Es una cuestión alemana que todavía me queda”, responde.
El apart hotel en que se está quedando, ubicado en el sector oriente de Santiago, tiene una habitación con baño privado y un recibidor con un sobrio sofá de color café, una pequeña cocina con frigobar y un escritorio. Encima del mueble, entre varios libros, destaca uno por sus más de 700 páginas: “La experiencia política de la Unidad Popular (1970-1973)”, memorias póstumas del ex Presidente Patricio Aylwin. «Mi hijo me lo trajo al día siguiente que salió”, señala.
Es sábado, por la ventana de la pieza de hotel se ven algunos edificios de departamentos y las nubes espesas que filtran los rayos de sol. Aunque afuera hace frío, en el interior la calefacción se hace sentir, en ocasiones en demasía. Hace tres semanas exactas fue diagnosticado con cáncer de páncreas, uno de los más fulminantes, por lo que sabe que no hay vuelta atrás.
“Siempre pensé que iba a llegar a la conmemoración de los 50 años del golpe, que iba a estar ahí para dejar el último testimonio de mi compleja trayectoria política. Científicamente no voy a llegar al 11 de septiembre. Si no llego, acá está el testimonio que le estoy dando a usted en exclusiva”, dice sentado en el sofá mientras afuera llueve con fuerza.
Sin duda Thieme fue un personaje controversial. Para algunos contradictorio o derechamente un traidor, para otros autocrítico de su pasado y que supo distanciarse de la dictadura y sus antiguos compañeros de armas.
“Ha sido mi tortura durante 50 años, pero la tengo que asumir”, decía hace un par de años sobre la imagen de demonio que se formó en torno a su figura en la década del 70, cuando era uno de los más buscados por el gobierno de la Unidad Popular. En el recuerdo de algunos, esa imagen nunca más la pudo borrar, a raíz de los actos de sabotaje que buscaban desestabilizar al gobierno de Allende y por ser vinculado al homicidio del capitán de navío, Arturo Araya Peeters, edecán del mandatario socialista que fue asesinado en su domicilio meses antes del golpe de Estado, caso que hasta hoy tiene versiones contrapuestas.
“Si hiciera un balance, si pudiera vivir de nuevo no me habría involucrado en la política chilena. Si hago un balance de mi trayectoria o de mi historia política obviamente me considero un fracasado. Todo el pensamiento nacionalista, poniéndolo en una perspectiva histórica y llevándolo al presente, fracasé. En mi posición personal, ya que el movimiento se auto disolvió el 12 de septiembre de 1973, desde ahí para adelante mi proceso ha sido de tratar de participar, modificar o corregir, influenciar para que adoptaran en cierta medida el pensamiento político, económico, social que nosotros manifestamos tantas veces. Yo sigo leal a eso, pero haciendo un balance: fracasé”.
“Lo que pudo incidir Patria y Libertad en el golpe de Estado está, por supuesto, el Tanquetazo, que tiene un origen ideológico, en la influencia y en los contactos que tenía Patria y Libertad con las Fuerzas Armadas. Particularmente con ciertos generales quienes fueron los verdaderos motores del golpe”, afirma para luego asegurar que había otro plan para liquidar el gobierno de la Unidad Popular si es que el golpe del 11 de septiembre fracasaba.
Este supuesto plan involucraba a las Fuerzas Armadas de Argentina, Brasil y Chile, una especie de reedición del pacto ABC o Pacto de No Agresión, Consulta y Arbitraje firmado en 1915 para fomentar la cooperación entre las tres naciones.
“Si fracasaba el golpe, a través de nuestros contactos en Argentina, Brasil y en Chile, se iban a unir estas Fuerzas Armadas. El plan era cortar el viaducto del Malleco y separar el país en dos: el Chile de la Unidad Popular y el Chile Nacional Popular”, dice Thieme como una manera de ejemplificar hasta dónde habrían llegado los contactos del movimiento nacionalista a nivel continental.
Aunque afirma que Patria y Libertad se disolvió al día siguiente del bombardeo a La Moneda, más adelante señala que en noviembre de ese mismo año se reunió un grupo de militantes del movimiento para reorganizarse y que una de las sedes, ubicada en la calle Rafael Cañas en la comuna de Providencia, seguía funcionando.
Según explica Thieme, el ex oficial de la Armada, Vicente Gutiérrez, fue quien adiestró a los militantes de Patria y Libertad y era el encargado de la parte operativa durante la clandestinidad.
“Este marino en retiro, que ya había adquirido peso y más peso con el golpe mismo, se hizo cargo y ocupó la sede y empezó a reclutar militantes para la DINA. Estábamos en la DINA en formación, en noviembre del 73”, afirma Thieme.
Ese mismo mes, dice Thieme, viajó a Arica junto al también militante de Patria y Libertad, John Schaeffer para reagrupar a los que quedaban del movimiento y entregar apoyo a las nuevas autoridades. Se reunieron con el entonces gobernador, el general Odlanier Mena, quien años después sería el jefe de la Central Nacional de Informaciones (CNI), organismo que en 1977 reemplazó a la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).
“Nos sentamos los dos en su escritorio. Nos dice ‘gusto en conocerlos señor Thieme, señor Schaeffer’. A mí me dice: ‘Señor Thieme, recuerde lo que le pasó a Manuel Rodríguez. Ese es el único consejo que le voy a dar’”. Era una clara advertencia a Thieme de que si no detenía sus operaciones corría el riesgo de terminar como el líder de los Húsares de la Muerte, quien fue asesinado en Til Til.
Burlándose de la muerte
Es 23 de febrero de 1973 y Roberto Thieme está piloteando un avión rumbo al aeropuerto Carriel Sur de Concepción. Sin embargo, nunca aterrizará en la capital penquista.
Quince minutos después del despegue se comunica con la torre de control del aeropuerto alertando que había un incendio en la cabina y que se precipitaba al mar. Fue la última comunicación que tuvo. En el avión había un galón de combustible que lanzó al océano. Los equipos de rescate no encontraron el avión, pero sí la mancha de combustible. Mientras lo daban por muerto, Thieme comenzaba, en absoluto silencio radial, el descenso hacia el fundo El Lavadero, de propiedad de Paul Schäfer: el número 2 de Patria y Libertad aterrizaba en Colonia Dignidad.
Mientras un grupo de colonos alemanes comenzaba los trabajos de repintado de la avioneta y cambio de matrícula chilena por una argentina, Thieme era llevado a la casa principal donde, junto al líder del enclave alemán, comenzaron a quemar los documentos y bitácora de la aeronave para que a primera hora del día siguiente cruzara la cordillera rumbo a Argentina. El plan era organizar un frente de operaciones con el objetivo de internar armas en Chile y derrocar al gobierno de Allende.
Mientras Thieme, ya en Argentina, se contactaba con militares vinculados a la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse para conseguir el armamento necesario, en Chile se realizaba su funeral, el que incluyó un ataúd vacío y las tropas de Patria y Libertad marchando por las calles de Santiago. «Para nosotros Roberto Thieme fue en vida un capitán y una bandera», fue parte del discurso que realizó Pablo Rodríguez, fundador de Patria y Libertad en el monumento a Manuel Rodríguez.
Medio siglo después de su falso funeral, Thieme está sentado en el sofá de su pieza enfrentándose a la muerte. Luce visiblemente delgado, pero mostrando la energía que siempre lo caracterizó. Con esa misma determinación afirma que no quiere pisar un hospital, ni llegar a la fase final de la enfermedad.
“Me iría sin pisar un hospital ni una clínica de nuevo. Yo le pondría fin a lo mío, así de claro. Pero dadas las circunstancias, primero familiares y segundo políticas por los 50 años del golpe, voy a tratar de prolongar mi vida como sea para llegar al 11 de septiembre. De ahí… good bye”.
Finalmente, ni sus pronósticos ni su idea inicial de decidir cómo y cuándo morir se cumplieron. Esto porque el 1 de octubre su familia informó sobre su fallecimiento. Dos días después se realizaron sus funerales de manera “estrictamente privada” en el Parque del Recuerdo. A su despedida asistieron no más de 20 personas, entre hijos, nietos y algunos amigos cercanos. Frente al ataúd cerrado se escucharon palabras de cariño, respeto y admiración. Al final de la ceremonia y mientras el féretro descendía lentamente, desde un parlante sonaba la canción My Way interpretada por Julio Iglesias y Paul Anka.
Dos meses antes, así cerraba su última entrevista: “Le voy a confesar algo de lo emocional. Yo lloro varias veces al día. Y me emociono con películas hasta con libros, pero trato de controlar eso y seguir firme en el timón del tiempo que me quede y administrarlo bien. Sin duda tampoco soy un indolente o de reírse de la muerte, al contrario. Ayer escribí relativo a la política y a una situación que creé hace 50 años en Concepción volando en avión. Yo me burlé de la muerte y ahora la muerte se ríe de mí. Terminamos ahí”.
*Esta entrevista quedó registrada en video como último testimonio de Roberto Thieme, tal como expresó en vida. Partes de este registro serán publicados próximamente por El Desconcierto.
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