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lunes, 30 de octubre de 2023

El destino de una asociación trágica

 

Coraje
 

Llamar a la cordura cuando la ilusión del poder militar remplaza la razón... parece no tener futuro. Sin embargo es el único camino. Una nota de Héctor Vega, destacado intelectual chileno.


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Miles de personas en una manifestación pro Palestina en París, que el gobierno de Macron había prohibido...




por Héctor Vega - Santiago, octubre 2023


75 años han transcurrido desde la partición de la Palestina en la que se reconoció el estado de Israel, excluyendo en dicho reconocimiento a los palestinos residentes ancestrales de dichos territorios.

Presente en la invasión y ocupación de Gaza, está la lógica del terror de la población civil y la eliminación del mapa de las milicias de Hamas.

Enfrentados Netanyahu y Yoav Gallant, ministro de defensa, a la contradicción que significa el rescate de los rehenes y la eliminación total del adversario, ambos rechazan de plano tal contradicción y anuncian la guerra total. Sin salida posible de la población gazatíe, con ello se avala implícitamente el genocidio con la entrada de tropas israelíes en la franja de Gaza.

Tradicionalmente la guerra total y la guerra preventiva han sido los métodos justificados por el Grupo de Santa Fe (Cf. documento Santa Fe IV publicado al comienzo de la presidencia de George W. Bush) que preconiza la intervención unilateral contra “Estados peligrosos”, aún cuando el Estado que mereciere tal calificación por la autoridad estadounidense no hubiese incurrido en agresiones, con lo cual, se consagra el principio de la guerra preventiva con licencia para matar. Esta lógica predomina en la era pos 11 de septiembre de 2001 y sin duda en plena operatividad en este período.

Más que el temor a una crisis económica global, hoy, el tema es la seguridad frente a la amenaza de una guerra de otro tipo. La concepción de las guerras de Estados Unidos estaba basada en el mito de la guerra imperial. Esto es, la afirmación de una superioridad táctica y estratégica de tal magnitud que, por su propio peso, conduce a la supresión del combate. Su aceptabilidad, sin traumas ni divisiones en la sociedad americana, estaba dada por el único resultado políticamente aceptable, victoria con cero muertes.

Hoy esa noción pertenece al pasado, pues el 11 de septiembre probó que la guerra podía llegar al seno mismo del Imperio con medios aparentemente inocuos. Por eso, su agenda de dominación se readecúa a las nuevas condiciones, donde todas las armas son lícitas, incluido el terrorismo de Estado, porque no hay límites para el terror.

Inmerso en una alianza trágica, Israel, se ve sobrepasado por intereses pos nacionales incubados al interior de sus fronteras. Hoy, pese a las advertencias de Biden en visita a Israel, de caer en una lógica peligrosa, Estados Unidos, en nombre de la seguridad internacional, (en los hechos, su seguridad), subordina sus intereses de estado al poder de las transnacionales e industrias de la guerra. Las mismas que alentaron las guerras del siglo XX y lo que va del siglo XXI.

Evidentemente, la clase política no ha aprendido nada.

Palestinos e israelís. El conflicto árabe-israelí y la tragedia de Gaza demuestran la incapacidad de Naciones Unidas frente a una crisis donde el Imperio aplica, una vez más, su política de guerra preventiva. Está claro que no será la última, pues la globalidad basada en una concepción hegemónica universal se basa en escenarios de lucha por el predominio mundial, donde los componentes regionales –políticos, históricos, culturales, étnicos– pasan a segundo plano o desaparecen.

Por eso, es el momento en que se escuche la presión de los pueblos, concretamente junto a los pueblos de la región –palestino, israelí, libanés, sirio, etcetera –, deberá escucharse la voz del pueblo americano.

Quiero decir concretamente la voz del pueblo judío americano.

Como se propone en el Informe sobre el Origen del Conflicto Palestino-Israelí, de Judíos por la Justicia en el Oriente Próximo (2002)*, “lo menos que los judíos estadounidenses tienen que hacer es declarar categóricamente que no podemos aprobar la ocupación ilegal por Israel de tierras palestinas” … “Los intereses a largo plazo de Israel son protegidos de la mejor manera apoyando a grupos israelíes por la paz, como Gush Shalom, no al gobierno israelí y su brutal represión, que solo lleva a una violencia interminable. Los grupos por la paz israelíes critican con razón a su gobierno y nosotros también debiéramos hacerlo”.

Todo esto supone pensar en una nueva globalidad porque no es el gobierno estadounidense, que actúa en base a principios hegemónicos según sus intereses mundiales, el que traerá paz a la región Palestina.

No se entiende que la paz llegue con la actual política del gobierno de Estados Unidos de proporcionar ayudas militares gigantescas, como único medio de lograr la viabilidad del Estado de Israel, esto es ocupando, contra todo principio, territorios palestinos.

No es borrando los antecedentes históricos del conflicto que ayudará a restablecer la paz. Por el contrario, es obligatorio referirse a ellos para entender el deseo de los fundadores del Estado de Israel, de buscar un refugio contra la centenaria persecución y aniquilamiento que registra la historia europea.

Es necesario que los sionistas entiendan que no es posible instalarse y expulsar de sus territorios a los palestinos, en desprecio total de sus vidas, sus propiedades, en fin, de su historia. Dura realidad que los sionistas americanos y europeos, “lobistas” en los Estados donde viven actualmente, se niegan a asumir.

Reparar en este caso preciso, significa facilitar por todos los medios “la creación de un Estado palestino soberano en toda Cisjordania y Gaza, con su capital en Jerusalén Este” (Ibidem). Terminar con las discriminaciones contra los habitantes no judíos de Israel. Compensar a los palestinos que vuelvan a sus antiguos territorios, con plenos derechos ciudadanos como corresponde a un Estado soberano.

Es mi convicción que los halcones de la política estadounidense no darán pie atrás en lo que estiman es su derecho a proteger la seguridad de su país. De allí la importancia que tiene en el proceso que hoy vive el Medio Oriente la voz de los judíos americanos. Noam Chomsky escribe en su ¿Paz en el Oriente Próximo?:

“En la comunidad judía estadounidense, hay poca disposición a enfrentar el hecho que los palestinos árabes han sufrido una injusticia histórica monstruosa, tengas las dudas que tengas sobre las exigencias opuestas. Hasta que esto sea reconocido, la discusión sobre la crisis del Oriente Próximo no puede ni siquiera comenzar”.

Cierro este párrafo-recuento sobre el Imperio, citando El Origen del Conflicto Palestino-Israelí:

“A largo plazo, los israelíes podrán vivir en paz con sus vecinos solo si admiten su culpabilidad y reparan los daños. Solo entonces podrá restaurarse la centenaria tradición judía de ser un pueblo de un alto carácter moral. Y solo por este camino se puede conseguir una verdadera seguridad, paz y justicia para ese antiguo país”.

Prisionero Israel de una alianza con el Imperio, debería esperar que este dé el primer paso, admitiendo que su presencia en la Palestina y en el mundo no corresponde a sus intereses. En un horizonte inmediato esto es imposible.

EEUU, la mayor maquinaria de guerra que la historia de la humanidad haya conocido, ha obviado el arbitraje fundamental entre seguridad al precio del terror y el mercado, reflejo de sus intereses en el mundo, traspasando al mundo los costos de la guerra.

NOTA. Han transcurrido poco más de 15 años desde que escribí este párrafo sobre palestinos e israelís y nada ha cambiado (La Fortaleza Americana. Editorial Arcis. Clacso Coediciones. 2009). Podrán pasar otros 15 años y todo seguirá igual a menos que la lógica del terror, como elemento esencial del acto de guerra sea erradicada de los territorios ancestrales de la Palestina.



▪Judíos por la Justicia en el Oriente Próximo (2001, mayo 9). El Origen del Conflicto Palestino-Israelí (I) y (II). Tercera Edición Z-net en Español. Texto en Rebelión y en Fortín Mapocho. Sección Internacional.
 

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