El incendio de Vilcún y el fracaso del Estado en La Araucanía
- Diego Vrsalovic Huenumilla
- Estudiante de Pedagogía en Historia, Geografía y Educación Cívica de la Universidad de la Frontera.
Por la fila del Correo de Temuco han pasado todos quienes forman
parte de algún sector social de La Araucanía. Por igual, han enviado
cartas los descendientes de colonos, los mapuche que residen en sectores
rurales y los más tuiteros, los mestizos y los turistas, los de las
grandes empresas y los del negocio de barrio, los de ingresos altos y
quienes tienen a su familia en la cárcel. La semana trascurría normal
hasta que el incendio de Vilcún nos remeció la agenda.
Chilenas, chilenos, este incendio no es casual ni coyuntural. Es
producto de una larga historia que intentaré resumir en breves líneas.A juicio del profesor y actual Premio Nacional de Historia, Jorge Pinto, el Estado nacional se propuso “cerrar el círculo de su propia creación”; no obstante, aún se mantiene abierta una herida que ha impedido concretar el discurso de unidad nacional que impulsó nuestra clase dirigente en el siglo XIX. La frontera entre la modernidad y el atraso se encuentra en la modernidad y el progreso, quien se sume tiene asegurado un puesto en la escena nacional. En palabras de Leonardo León, la violencia mestiza y la automarginación mapuche complotaron contra los anhelos de unidad, lo que los excluyó automáticamente.
El error de las autoridades chilenas de la época, entonces, fue dirigir su fuerza militar contra los mapuche, que por siglos demostraron su voluntad de pactar acuerdos, siendo los mestizos quienes no cedieron sus espacios de autonomía y libertad. Todo ello derivó en la situación de conflicto y violencia post-ocupación. A partir de 1900, mientras que brotaba la violencia, a nivel oficial todo hacía pensar que la ocupación había traído prosperidad y progreso. Según Rodrigo Andreucci, la mayoría de las propuestas de ocupación adolecieron de errores comunes –y que se repiten hasta el presente-: ignorancia generalizada sobre los problemas de la zona, incomprensión de la idiosincrasia mapuche y falta de información sobe el espacio físico.
Sin ir más lejos, mientras en 1881 se comentaba a las autoridades de Santiago que Temuco estaba pacificado y que crecía floreciente, la situación era diametralmente opuesta: los días 27 de febrero, 9 y 10 de marzo y 9 de noviembre se demostró que la población originaria defendería lo suyo hasta ofrendar su vida. Coronando una larga historia de expoliación, el Cautín corrió rojo de sangre dejando una cifra cercana a los dos mil muertos. Se cuenta, por ejemplo, que en el silencio de la noche se oía fuerte la fusión del ruido del caminar de los caballos con el pisoteo de los cráneos de los mapuche muertos en batalla.
Cincuenta años después, Óscar Arellano comentaba que el araucano virtualmente vencido, sumiso y manso “no podía ya, buenamente sentirse con ánimo de rebelión, a menos que se le exasperara con injusticia y arbitrariedades”. Una visión que mantenían los extranjeros como Gustave Verniory, quien en febrero de 1896 comentaba que vio frente una ruca “a un indio pegándole a una mujer fuertes bastonazos. Como le reprocho su crueldad, me responde tranquilamente, sin cesar de darle golpes: “Feika mapuche kewai kure” (“Es así como los mapuches corrigen a sus mujeres)”. Rodolfo Lenz escribía ese mismo año que ““Han aceptado la lengua i los pantalones del español i con estos solos dos hechos se han convertido en huasos chilenos”.
Lo anterior es parte de la acción de la alianza Estado-oligarquía-ejército sobre los mapuche. La ocupación no fue solo militar, también lo fue en lo político, económico, simbólico, cultural, social, familiar e íntimo. Es decir, desde lo territorial hasta lo sexual.
Los colonos hicieron otro tanto. La familia Luchsinger es descendiente de aquellos colonos que huyeron de sus países de origen por la difícil situación económica en que se encontraban y que llegaron a las nuevas tierras como héroes pioneros. Su comportamiento no era el más ejemplar, a juzgar por las palabras del columnista José Jesús Sepúlveda en El Cautín del 28 de enero de 1888. Comenta que “se quieren dar el instinto de creerse señores feudales en (sus) pedazos de terreno, por como tratan a los campesinos: ya amarrándoles un buey, ya cerrándoles las sendas por dónde sacan carbón, madera y hasta por dónde sacan las cosechas”. Por más que se le reclama a la autoridad, ésta hace oídos sordos, y cuando se da una solución siempre es favorable a los extranjeros. Es más, si hacemos un cálculo moderado aproximado en donde $1100 actuales equivalen a $1 de 1881, probablemente compraron tierras a precios que fluctúan entre los $3850 y $62.700 por hectárea. Todo un negocio.
Todos han fracasado en esta historia: Los gobiernos de la Concertación por reducir todo a tierras y becas y porque bajo su administración se asesinó impunemente; personeros de la Alianza por llamar constantemente al Estado de Sitio; la multigremial y Emilio Taladriz por su actitud de confrontación y progreso ciego; Carabineros de Chile por los allanamientos cruentos que hace a las comunidades y la violación abierta a los Derechos Humanos cuando amenaza y detiene sin contrapeso legal –subiendo niños a helicópteros bajo amenaza de lanzarlos al vacío si no “confiesan”; el Gobierno por ponerse únicamente del lado empresarial.
Si pasa por Ercilla o Collipulli podrá ver los pinos eucaliptos a la entrada de las casas, un verdadero campo de batalla para Carabineros y, de noche, una carretera sin nada de iluminación o seguridad. No hace falta declarar Estado de Sitio pues la actual dictadura virtual se expresa en todo su esplendor.
Chilenas, chilenos: hay gente a la cual le conviene que la situación de La Araucanía se mantenga así pues el valor del suelo baja, la mano de obra es más barata, se consolida el eterno poder de la gente de siempre, se deja a los mapuche casi sin tribuna para responder y se depositan aquí todos los estigmas que permiten a los gobiernos decir que “se frena la violencia”. Chequeen la información que ven en televisión por lo menos dos veces, discutan sobre el tema, aporten con soluciones. Pero, por sobre todo, inviten ustedes mismos a todos los involucrados a generar una gran Mesa de Diálogo regional para buscar una solución propia a este conflicto de más de ciento cincuenta años. Paremos la violencia física, simbólica y discursiva de una buena vez. Cultivémonos en la democracia que harto que le costó a las generaciones anteriores.
Solo así toda la gente podrá hacer la fila del Correo sin esos estigmas que nos carga la violencia y la inseguridad. Y, como respondió Pedro Cayuqueo a Sergio Villalobos, dejaremos de ser un relato muchas veces inverosímil “de lo que fuimos para proyectar juntos un futuro posible” para ser una comunidad de hermanos y hermanas, de peñi y lamngen que se dan la mano e intentan superar ese trauma que nos dejó la llegada del Estado de Chile hace ya muchos años atrás.
Fuente: http://www.elmostrador.cl/
No hay comentarios:
Publicar un comentario