Recién al recibir el trozo de madera con el número del casillero del supermercado y seguir caminando como si nada cuando se cruzaron en el puente, Armando se percató que Luisa llevaba unos delicados guantes de género blanco con encajes que hacían juego con el traje de dos piezas endosado para la ocasión. Estaba caracterizada como una perfecta viñamarina de clase media.
El reloj marcaba 11.07 de la mañana de aquel 15 de agosto del año 85 y la primera etapa de la acción de propaganda planificada para conmemorar el vigésimo aniversario del MIR había sido sorteada con éxito.
Hacía poco tiempo que oficialmente se les había reconocido la calidad de militantes a Luisa, Iván, Tamara y Armando, integrándose al Partido en la Base “Carlos Díaz Cáceres”, nombre que había sido propuesto precisamente por la compañera Luisa junto con relatarles las características políticas y humanas de este importante combatiente del MIR, a quien ella, además, había conocido personalmente. Claro que los cuatro ya se consideraban miristas desde muchos años antes y con mayor razón desde hacía alrededor de dos años y medio, cuando se integraron orgánicamente al trabajo político social.
Desde mediados del mes de julio los integrantes de la Base “Compañero Agustín” empezaron a plantearse como podían participar en aniversario del MIR del próximo 15 de agosto, argumentándose que ahora siendo militantes oficiales de la organización no podían estar ajenos a esa emblemática fecha y, por lo tanto, era necesario realizar alguna acción de propaganda.
Así se lo plantearon a Gaspar, enlace y encargado político de la Base, después de una reunión en donde efectuaron un debate de los documentos partidarios y las líneas de trabajo y acción derivadas desde dichos planteamientos para ser adecuados y concretados en el frente social en que estaban insertos. Gaspar recibió con entusiasmo la proposición manifestándoles al terminar el encuentro estar gratamente sorprendido con la iniciativa y que comunicaría a las instancias superiores, les dijo antes de retirarse.
Partieron con la idea de realizar un rayado o lanzamiento de panfletos, acciones que ya estaban acostumbrados a ejecutar, pero que ahora les parecían, dado el simbolismo de la fecha y su calidad de militantes, de menor envergadura, por lo que finalmente decidieron confeccionar y colocar una bomba falsa en algún lugar céntrico de la ciudad. La acción, después de ser discutida largamente ya que escapaba a todo lo que habían realizado anteriormente, fue aprobada y colectivamente fueron definiendo las distintas tareas necesarias para su planificación y ejecución.
Poco a poco fueron descartando distintos espacios de la región hasta llegar a seleccionar un supermercado muy concurrido ubicado a un costado de la plaza de Viña del Mar.
Durante varios días Armando, Luisa, Tamara e Iván hicieron un minucioso estudio del lugar, incluyendo los horarios más convenientes para llevar adelante la acción programada con el objetivo de que esta provocara un revuelo que pudiese ser observado por la mayor cantidad de personas posibles. El vigésimo aniversario del MIR no podía pasar desapercibido, comentaban.
Cada una de las compañeras y compañeros que formaban parte de la Base cumplieron disciplinada y sigilosamente las respectivas tareas, compartiendo las observaciones y teniendo los cuidados necesarios para minimizar al máximo las posibilidades de error, resguardando el secreto, la seguridad y proponiendo diferentes formas para concretar de la mejor manera posible lo que se habían propuesto.
Como militantes consideraban que siendo aún una acción distinta a las que estaban acostumbrados a realizar, se trataba de una tarea de baja complejidad, pero teniendo en cuenta el contexto dictatorial en que se ejecutaría y el accionar clandestino en que se desenvolvían, tenían también la convicción de que debían pensarla, planificarla y ejecutarla como si se tratara de una acción de gran envergadura.
Luego de que Luisa dejara la bolsa en la custodia del supermercado una bolsa que contenía una caja de zapatos junto a dos banderas del MIR confeccionadas en papel -caja en cuyo interior pusieron un paquete de sal cubierto en aluminio, con varios cables y unas pilas de manera que pudiera semejar una bomba- entró al recinto comercial para comprar un producto y retirarse del lugar.
Desde un paradero de micro ubicado al otro lado del puente Libertad, Armando la vio atravesar la plaza y comenzó a caminar lentamente por el puente para que, a mitad de este, igual como hacen los atletas que pasan el testigo unos a otros, le entregara esa especie de llavero de madera con el número del casillero. Miró disimuladamente el número y se dirigió hasta un teléfono público para marcar el número del local y comunicarles que en el casillero número tanto de la custodia habían colocado una bomba para conmemorar el vigésimo aniversario del MIR. Describió minuciosamente las características de la bolsa donde se encontraba el artefacto y terminó la comunicación telefónica con la consigna ¡Sólo la lucha nos hará libres!
Después del aló inicial, la telefonista del supermercado permaneció en silencio escuchando lo que se le relataba y a través del auricular Armando pudo escuchar ruidos que interpretó de personas moviéndose rápidamente de un lugar a otro. Terminada la comunicación, cortó el teléfono, se alejó tranquilamente del lugar y en otro distante sector del estero Marga-Marga, cuidándose de no ser observado, arrojó al agua el trocito de madera con el número de la custodia que lentamente se hundió y desapareció en las turbias aguas del estero de Viña.
Iván y Tamara, también integrantes de la Base, se quedaron observando desde lugares estratégicos, alejados del supermercado, pero que les permitía mirar todo lo que acontecía sin ser a su vez observados fácilmente. Pudieron tomar nota del tiempo que se demoraron las fuerzas represivas y los equipos especializados en llegar al local, la cantidad de las mismas, la forma y lugares por donde concurrieron y una serie de detalles como vestimentas y vehículos, elementos todos necesarios a tener en cuenta para la evaluación posterior de la acción de propaganda antes de entregar el informe respectivo al enlace y encargado de las comunicaciones con los estamentos superiores de la organización partidaria.
Al mismo tiempo, pudieron ver la agitación y el movimiento de desalojo del supermercado ante la curiosa mirada de los transeúntes que detenían su andar, congregándose en un gran número frente al establecimiento comercial para intentar comprender a qué se debía tanto alboroto.
Como tenían previsto, chequearon y contra chequearon el sector atentamente antes de la acción y con mayor razón al retirarse del lugar de los hechos.
Las caras alegres y de satisfacción de las compañeras y compañeros cuando se reunieron para analizar e intercambiar pareceres y opiniones en relación con la exitosa acción de propaganda realizada, aunque esta no haya aparecido mencionada los días posteriores en los medios de comunicación, obedecía principalmente al haber sido capaces de mostrarle a la dictadura la vitalidad de lucha de resistencia y sentirse parte activa de un Partido con cuyos planteamientos político militares se identificaban totalmente.
Estaban listos para informar al MIR y así lo hicieron en la próxima reunión.
Gaspar recibió el informe verbal de Armando con bastante sorpresa puesto que, como les confidenció, pensaba que harían algunos rayados en los muros de los cerros porteños, manifestándoles su satisfacción por lo realizado y entregándoles su total respaldo. Les solicitó un informe detallado y escrito para hacerlo llegar al Partido, petición a la cual se opusieron tenazmente los integrantes de la Base lo que motivó una ardua discusión donde el principal argumento para no realizar dicho documento fue el de la seguridad. Ante la firme y decidida determinación der Armando, Luisa, Tamara e Iván, Gaspar tuvo que aceptar lo que se le planteaba, garabateando algunos apuntes en una pequeña libreta negra antes de retirarse.
Ansiosos esperaron la próxima reunión con Gaspar para ver la opinión de los dirigentes, esperando que les propusieran más adelante recibir otro de tipo de instrucción que les permitiera ir formándose y transformándose poco a poco en cuadros político militares mejor preparados para la lucha de resistencia.
Las cosas tomaron un rumbo inesperado y en vez de felicitarlos por su iniciativa y decisión combativa, fueron duramente reprendidos por mezclar los planos, poner en peligro el trabajo social y la integridad de la organización popular en la que estaban insertos.
No entendían nada de lo que Gaspar les estaba comunicando y por más que discutieron tal determinación usando una infinidad de argumentos, no hubo vuelta atrás. La decisión ya estaba tomada, les dijo Gaspar, no había nada más que discutir y la reunión se dio por terminada.
Dolidos y desilusionados continuaron discutiendo, rumiando su rabia al interior de la Base “Carlos Díaz Cáceres” para finalmente, conscientes del valor de la disciplina partidaria, acatar lo decidido sin derecho a réplica por los militantes de mayor rango. Nunca aceptaron ni pudieron comprender el no poder compatibilizar los dos aspectos del trabajo militante, puesto que con su práctica concreta habían diferenciado y separado muy bien los distintos planos de acción, sin descuidar absolutamente el trabajo político social desarrollado en distintos sectores poblacionales y en los equipos de la orgánica popular a la que pertenecían.
Volvieron a seguir desarrollando exclusivamente el trabajo político social abierto y la militancia formal no cambió en nada el quehacer que hasta ese entonces realizaban. La lucha de resistencia contra la dictadura se limitó fundamentalmente, a partir de esa decisión partidaria, a ese campo de acción, pero las integrantes y los integrantes de la Base “Carlos Díaz Cáceres” mantuvieron siempre la disposición para poder acceder a la instrucción necesaria para enfrentar manera más resuelta a la dictadura.
A lo mejor, tal vez, más adelante, quién sabe, se dijeron. La lucha es larga, remató Iván.
Armando Historias Rebeldes, 15 agosto 2022
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