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sábado, 31 de agosto de 2013

La incansable búsqueda de la chilena Abuela de Plaza de Mayo en Argentina por encontrar a su nieta: "Fue dramático encontrarla viva"

Por Óscar Reyes P., desde Buenos Aires
Buscarita Roa es chilena y nació en Temuco. Es uno de los máximos referentes de las Abuelas de Plaza de Mayo en Argentina. Tiene 75 años y la mitad de su vida la ha dedicado a buscar a su hijo, a su nuera y a la hija de ambos. José, su primogénito, y Gertrudis, su mujer, integran la lista de detenidos desaparecidos de la dictadura trasandina. Su caso remeció a la sociedad de ese país: fue la primera abuela que, después de 22 años, recuperó a su nieta. Esta es su historia
-¿Le preguntaste a tú padre por qué te puso Buscarita?

-Nunca me dijo por qué. Con los años descubrí sin querer por qué me llamo así... Mi misión es buscar, buscar y buscar a mi hijo y a mi nuera. Hasta que tenga fuerzas y salud.

Buscarita Roa es, desde hace ya 35 años, la única chilena que integra las "Abuela de Plaza de Mayo" de Argentina, organización que nació como las "Madres de Plaza de Mayo" e integrada por las madres de detenidos desaparecidos trasandinos que exigían justicia y verdad para sus hijos y que hoy, también, buscan a sus nietos arrebatados por la dictadura.

La mujer nació en Temuco hace 75 años. Al poco tiempo se cambió a Santiago junto a su familia. A los 16 años tuvo a su primer hijo: José Poblete Roa. Se separó y luego tuvo otros cuatro con su segundo marido.

Tras separarse otra vez, trabajó en distintos hospitales como auxiliar de enfermería para mantener a su numerosa familia. A inicios de los 70 vivía en el paradero 23 de la Gran Avenida, en La Cisterna, y tenía inclinaciones por la DC. "Era más bien freísta", dice desde su oficina en Buenos Aires en lo que los argentinos llaman solamente -y con respeto- la sede de "Las Abuelas".

Durante más de treinta años, todos los jueves, cerca del mediodía, las Madres (hoy Abuelas), desfilaron silenciosamente alrededor de un obelisco ubicado frente a la Casa Rosada, la sede de Gobierno. Llevaban las fotos de sus familiares detenidos desaparecidos pegadas en el pecho y pañuelos blancos sobre sus cabezas. Entidades que investigan los crímenes por violaciones a los derechos humanos cometidos por la dictadura militar argentina señalan que fueron cerca de treinta mil los trasandinos y trasandinas que murieron o fueron hechos desaparecer a manos de los uniformados.

Como en Chile, la mayoría de los cuerpos de los detenidos desaparecidos argentinos fueron lanzados al mar o al Río de la Plata, como lo hicieron con los que eran aprehendidos en la provincia de Buenos Aires.

La brutalidad era similar: en Argentina les colocaban una inyección que hacía "dormir" al detenido/a luego de las terribles torturas. Enseguida, un grupo de "exterminio" los subía a varios helicópteros. Luego de 20 o treinta minutos de viaje, eran lanzados al mar o al río. Algunos de los cuerpos iban dentro de toneles para que no flotaran y se hundieran rápidamente.

En nuestro país, "la sofisticación de este trabajo" era distinta: a los cuerpos les adosaban un riel de ferrocarril. Uno de ellos se desprendió de la brutalidad y de la maldad: Marta Ugarte, una profesora de Santiago, apareció en una playa en Longotoma, en la Quinta Región.

Buscarita Roa no lo dice, pero lo insinúa. Es muy duro decir que su hijo y su nuera están en alguna profundidad del mar Atlántico argentino: "Es lo más probable que estén ahí, pero yo los seguiré buscando", asegura con profunda tristeza.

La historia de José

José Poblete era un joven líder en Chile. A los 16 años era presidente del centro de alumnos en su colegio en la zona sur de Santiago, había leído la historia del Che Guevara en Cuba y era un joven inquieto políticamente.

En una gira vacacional su vida cambió absolutamente. Iba de Santiago a San Fernando en un tren y cayó a la línea férrea. Resultado dramático: la máquina le cercenó sus dos piernas. Pasado el trauma y la recuperación, siguió estudiando. Gobernaba Salvador Allende y él era un activo simpatizante suyo.

El joven quería seguir estudiando y, además, rehabilitarse de mejor manera. En Chile no existía la Teletón y en Buenos Aires estaba lo que él deseaba: educación gratuita y de calidad y un gran centro médico sin costo. Tenía 17 años.

Con un permiso notarial otorgado por Buscarita, su madre, pues él era menor de edad, cruzó la cordillera en un bus Cata que lo dejó en Mendoza. De ahí tomo otro a Buenos Aires.

Con un par de datos, logró acomodarse en esta ciudad. Los argentinos le brindaron cariño: se puso a estudiar y comenzó su rehabilitación en el Instituto Barrancas de Belgrano. También trabajó en distintas empresas.

El espíritu social y político del joven José se acrecentó en Buenos Aires. Creó la Unión de Lisiados y Cristianos para la Liberación. Ahí, con su liderazgo, los discapacitados argentinos pudieron obtener sillas de ruedas, bastones especiales y tratamiento para sus dolencias.

En Chile, ya se había producido el Golpe de Estado y Buscarita Roa tomó una decisión trascendental para la familia. Vendió todo lo que tenía en su casa en la Villa 4 de septiembre de la comuna de La Cisterna y se fue a vivir con su hijo mayor a Buenos Aires. Llevaba consigo a los otros cuatro: el mayor tenía 14 años y la menor seis. "Yo no salí a ningún exilio político. Sólo quería estar con mi hijo y aquí había democracia", cuenta con emoción.

Sus primeros años bonaerenses fueron difíciles. Trabajó "en lo que viniera" para alimentar a sus niños. Pero estaba con José.

En 1976 se produjo el golpe de Estado en Argentina. Y llegó la brutal represión contra las personas con ideas distintas.

José Poblete estudiaba sicología y ya tenía 24 años. Usaba dos prótesis en sus piernas. Su mujer, la argentina Gertrudis Hlaczik, tenía 21 años y cursaba la misma carrera. Tenían una pequeñita de nombre Claudia Victoria.

El 28 de Diciembre de 1978 -singularmente, el día de los Santos Inocentes- una patrulla de militares y civiles llegó a la casa del matrimonio Poblete-Klaczik y secuestró a José, a Gertrudis y a la guagua, que tenía ocho meses.

Los tres fueron llevados a un centro de torturas, El Olimpo, en la zona norte de Buenos Aires. La mayoría de los que pasaron por ahí aún están desaparecidos.

Los torturadores separaron al bebé de sus padres y pusieron a Claudia a disposición de familias de militares argentinos que no podían tener hijos. Su pista se perdió. También podrían haber sido uniformados de Uruguay o Chile, como ocurrió con Anatole Boris y Eva Lucía, de dos y cuatro años, respectivamente.

Los niños fueron secuestrados por militares argentinos junto a sus padres en Buenos Aires. Éstos fueron asesinados: Roger, en el mismo operativo represivo, y Victoria, en un lugar de exterminio en Buenos Aires.

Los pequeños quedaron huérfanos. Por ese brutal "intercambio" de bebes robados de las dictaduras, llegaron a Chile, a Valparaíso, a vivir a la casa de un marino o militar cuya esposa no podía tener hijos. Sin embargo, la mujer no los quiso, porque "estaban muy crecidos" y los abandonaron en una plaza del puerto.


Luego fueron adoptados en forma legal por un médico y su esposa, que no tenían relación con la dictadura chilena. Hoy Anatole es abogado y Eva es sicóloga.

Luego de secuestrados sus familiares, Buscarita Roa comenzó sus búsquedas. Y se unió a las Madres de Plaza de Mayo.
Como singularidad, en plena dictadura ella trabajó en la Casa Rosada como administrativa part time dictadura. "Salía oculta del palacio de Gobierno. Me ponía el pañuelo escondida y desfilaba silenciosamente. Fue durante muchos años, No me reconocieron nunca", cuenta.

Cómo recuperó a su nieta

Todas las semanas, Buscarita hacía lo que ella denomina como "ronda" en el Obelisco de la Plaza de Mayo, a un costado de la Catedral de Buenos Aires, No desfalleció. Con frío, con calor, con amenazas, con represión, nunca dejó de acompañar a sus amigas en la búsqueda incansable por encontrar a sus familiares.

Quinientos niños pequeños fueron secuestrados por los torturadores trasandinos de sus padres, los detenidos desaparecidos: 109 guaguas han sido recuperadas.

En Argentina la justicia comprobó un Plan Sistemático de Apropiación de Menores. Un terrorismo de Estado brutal: los militares robaban los menores y los traspasaban sin ningún papel de adopción a quien quisiera un bebé, en lo posible que integrara la familia militar.

Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo profundizaron el trabajo de búsqueda de sus familiares. Llegó la democracia y han sido laureadas en todo el mundo por su trabajo incesante. Han sido cinco veces postuladas como candidatas al Premio Nobel de la Paz.

En esa búsqueda de un dato para encontrar a sus nietos o nietas, se han disfrazado de empleadas, "nanas", auxiliares, asistentes, etc. Todo llega a través de un dato o un aviso.

"Me habían llegado varios anónimos. Hace muchos años, un amigo mío me dijo que había un matrimonio que tenía un bebé, que la esposa nunca estuvo embarazada y que cuadraba con la fecha de los secuestros. Me instalé varios fines de semanas en el antejardín de una casa vecina del matrimonio y la vez que vi salir a la guagua, sólo por intuición me di cuenta que no era mi nieta Claudia", dice Buscarita a Cambio21.

"Luego averiguamos y supimos que ese matrimonio había hecho una adopción con todas las de la ley", añade.

Pero un día del año 2000, luego de una intensa campaña que hubo a través de los medios de comunicación para recuperar los bebés, llegó un dato a la sede de la agrupación: un conserje de un edificio dijo que conocía a un coronel retirado del Ejército que tenía una hija mayor, que él siempre supo que la esposa del militar nunca pudo tener hijos y tampoco la vio embarazada.

Los números y fechas calzaban. Comenzaron la investigación y entablaron acciones judiciales contra el coronel Ceferino Landa. Exigieron contrastar el ADN de la joven, que a estas alturas tenía 22 años.

Las Abuelas tienen un banco genético y se han hecho asesorar por médicos genetistas, antropólogos, siquiatras, sicólogos y otros profesionales.

Luego de múltiples muestras sanguíneas, le avisaron a la chilena Buscarita Roa que habían encontrado a su nieta desaparecida hacía 22 años, a los ocho meses de edad.

El ansiado reencuentro

Buscarita recuerda el día de su encuentro con Claudia en los tribunales: "La vi llegar. Yo estaba con otras Abuelas. Y me emocioné. Inmediatamente mi intuición me dijo que era mi nieta, sin saber que era ella la hija de Pepito, mi hijo detenido desaparecido". Por primera vez en nuestra entrevista, Buscarita llora emocionada.

"El Coronel era un anciano que trataba de buscarme con la vista para saludarme. Lo mismo que su mujer. Yo no los saludé", dice. Ceferino Landa fue detenido junto a su esposa por el robo de esta guagua. Al cabo de un tiempo quedó en libertad. Los datos genéticos señalaron que la joven era 99.98 por ciento hija de José Poblete y que no tenía nada que ver con el Coronel y su mujer.

"Fue dramático para ella, a los 22 años, darse cuenta que no era lo que le habían construido, encontrar su verdadera identidad. Que no era hija de esa gente. Que a sus verdaderos padres los habían asesinado y que, probablemente, ese mismo Coronel podría haber tenido participación en la muerte de sus papás...Te puedes imaginar el dolor de ella". Y vuelve emocionarse y a llorar.

El momento del reencuentro de Buscarita con Claudia, hoy Ingeniera en Sistemas, fue duro. Muy duro.

"Ella no me conocía y obviamente desconfiaba. Con una tía por parte de su mamá, mi nuera, le entregamos un montón de fotos y un paquetito. Y le dije: yo soy tú abuela y lo que necesites, estoy a su disposición. Y me contestó secamente: No necesito nada", cuenta.

Pasaron algunos años, unos cuatro o cinco, para que Claudia y Buscarita se pudieran abrazar, "para que me dijera Abu y se sintiera protegida conmigo".

Dice que ahora es absolutamente distinto. Se ven seguido, se llaman frecuentemente. Le ha dicho varias veces: "gracias Abu por buscarme y encontrarme". Hoy su nieta está casada y tiene dos hijos.

En un reciente homenaje de los legisladores bonaerenses a esta abuela chilena como Personalidad Destacada en los Derechos Humanos, su nieta Claudia Poblete dijo en un discurso que es su abuela con minúsculas porque "le hace fideos los domingos". "Y es mi Abuela con mayúsculas, porque todos los días busca a los nietos que faltan por encontrar". Emocionada, expresó ante la audiencia: "Gracias por tener la paciencia de buscarme y encontrarme y en especial por traerme a Pepe, mi papá".

La única chilena de Abuela de Plaza de Mayo finalmente responde con tranquilidad en el espíritu: "Ahora sé porque me pusieron el nombre de Buscarita. Mi misión es seguir buscando y buscando a mi hijo y a mi nuera. Y no descansaré hasta encontrarlos".

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