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jueves, 17 de julio de 2014

Estrategia de La Moneda la mantuvo a ojos públicos al margen del conflicto

Por qué Bachelet ordenó a Arenas allanarse a polémico acuerdo por reforma tributaria

Nadie ha dicho ni ha apuntado a la Presidenta Bachelet, es más, hasta los diputados más críticos del acuerdo hacen la salvedad de que la apoyarán, aunque no les guste el protocolo. Eso, a pesar de que la decisión de sellar el acuerdo fue de ella, que la tomó entre el viernes y sábado del primer fin de semana de julio –aseguran varios en el oficialismo y La Moneda–, mismos días en los que dio la orden a su ministro de Hacienda de cerrar el acuerdo.
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Una y otra vez se comprueba lo mismo. La Presidenta Michelle Bachelet se mantiene incombustible ante los conflictos, sin recibir ninguna de las esquirlas del fuego cruzado que desató, en este caso, el protocolo de acuerdo firmado en el Senado la semana pasada para asegurar la aprobación de la reforma tributaria. Eso, a pesar de que fue la propia Mandataria la que dio la orden de sellar el pacto con la derecha, sobre la base de un conjunto de factores y consciente del escenario que esto crearía en su propia coalición, demostrando con ello –reconocen en el oficialismo– un pragmatismo político que sorprendió a varios.
Desde el minuto en que se firmó el acuerdo en el Senado, todas las críticas han estado dirigidas al ministro de Hacienda, Alberto Arenas, su deficiente manejo político, el error de haber negociado con el empresariado en el living de Juan Andrés Fontaine, el desaire que se hizo a la Cámara de Diputados, la marginación de la izquierda de la Nueva Mayoría en las tratativas y el rearme de las figuras de la vieja Concertación, considerando el protagonismo que tuvieron para fraguar el protocolo.
Nadie ha dicho ni ha apuntado a la Presidenta Bachelet, es más, hasta los diputados más críticos del acuerdo hacen la salvedad de que la apoyarán, aunque no les guste el protocolo. Eso, a pesar de que la decisión de sellar el acuerdo fue de ella, que la tomó entre el viernes y sábado del primer fin de semana de julio –aseguran varios en el oficialismo y La Moneda–, mismos días en los que dio la orden a su ministro de Hacienda de cerrar el acuerdo. “Demostró ser absolutamente pragmática, evaluó el escenario y resolvió”, reconocen en La Moneda, mientras que en la Nueva Mayoría agregan que aplicó “un buen olfato político”.
Ese pragmatismo lo demostró –afirman– al estar consciente de que se desataría un conflicto con la izquierda de la coalición y que habría ruido, por la imagen demasiado parecida a una reedición de la vilipendiada política de los consensos que caracterizó a la Concertación. “Ella privilegió sólo una cosa, asegurar la recaudación para poder financiar la reforma educacional, porque sin esos recursos no puede implementar la otra”, explicaron en La Moneda.
“Eso es lo importante para la Presidenta, todo lo demás es música y, por tanto, esta fue una decisión política fría que tomó”, sentenció un asesor de Palacio.


Las razones que tuvo Bachelet fue considerar que con la reforma tributaria “había demasiados flancos abiertos que debían rápidamente ser cerrados” y que, entre esos, el principal fue el temor por los efectos económicos en un año en que todos coinciden que hay un ciclo de desaceleración que será difícil y que la reforma original podía agudizar, dado el rechazo que generaba en el mundo empresarial. “Eso iba a ser un búmeran contra el propio gobierno que se quiso evitar, ya que todos los pronósticos apuntan a que en los dos últimos años de mandato habrá cifras azules”, afirman en La Moneda.
También pesó, se sabe, que se quiso evitar un traspié mayor en las filas oficialistas, porque todo indica y así lo reconocen en la propia DC, no estaban los votos de la Nueva Mayoría en el Senado para aprobar la reforma tributaria original, que había salido de la Cámara de Diputados. “Se dejó claro que ninguno de los siete senadores del partido la iba a aprobar”, han reconocido en la falange.
En Palacio aseguran que la Presidenta sabía que pactar con la derecha le traería problemas con el ala izquierda de la Nueva Mayoría y que, consciente de ello, “resolvió privilegiar en esta pasada al centro político y apagar ese foco de tensión”, apostando a girar de la línea de crédito que la Mandataria tiene con el mundo progresista de la coalición, donde es considera una de las propias, no así en el centro.
A la lista se suma el poco apoyo que la iniciativa tenía en las encuestas, más aún, el rechazo que generaba. Fueron los sondeos de gobierno y los resultados de la Adimark –dados a conocer el jueves 3 de julio– los que marcaron un punto de inflexión, que gatillaron varias reuniones en La Moneda a puertas cerradas ese día y una dura crítica interna a la derrota comunicacional que había ante la derecha en la pelea de las reformas. “Más que los números en sí, fue la tendencia que mostraba, que claramente no era buena en la percepción ciudadana”, comentaron en el gobierno.
La derecha, afirman, había asestado un correcto y efectivo primer golpe comunicacional a la reforma tributaria –misma línea que siguen con la de educación– al poner el acento en la clase media e infundir temor por los efectos de los cambios impositivos. No sólo eso, en Palacio reconocen las falencias internas para contrarrestar aquello, diagnóstico que pasa desde la falta de buenos interlocutores que salieran públicamente al paso de las críticas cotidianas hasta el error de jamás haber salido del discurso excesivamente técnico en el debate mediático.
Ya lo dijo el senador UDI Hernán Larraín, quien leyó correctamente lo que primó en La Moneda para sellar el protocolo: “La baja en las encuestas y la desaceleración de la economía son aspectos que nos hacen pensar que en estas materias hay que ir con flexibilidad y no solamente conseguir la aprobación de una reforma, sino que su legitimidad se logre con un acuerdo político”.

El Olimpo

En el duro round privado en el que ha estado la Nueva Mayoría, la Presidenta Bachelet ha permanecido totalmente blindada. “Ella está en el Olimpo, es cierto, pero la diferencia con su primer gobierno es que ahora está en el Olimpo, pero totalmente empoderada, tomando todas las decisiones, ella es la que resuelve”, afirman en La Moneda.
Eso quiere decir que no está al margen de nada, aunque públicamente no se le vea salpicada por la tormenta oficialista y eso lo logra, agregaron asesores de Palacio, porque en esta ocasión cuenta con un brazo derecho con el cual sostener e implementar sus decisiones: el ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo.
“Es igual a ella”, afirman en la Nueva Mayoría, otros en Palacio agregan que “tiene el mismo olfato político y pragmatismo de la Presidenta, es su hijo político, ella lo formó” y que, por eso, la mayoría considera que “es una dupla que funciona, que hace lo que tiene que hacer y aquí tomaron una medida drástica: ordenar sellar el acuerdo”.
Hasta ahora la estrategia de blindarla y tener a la Presidenta sin pagar los costos del protocolo ha servido, a pesar de los errores de implementación y la obligación de La Moneda de tener que salir a hacer control de daños en sus propias filas oficialistas. “Se firmó el acuerdo y no hubo relato político, sólo posaron para la foto, no se explicó ni se defendió”, asume un asesor de La Moneda.
“Hubo apresuramiento ese martes en la noche”, añade otro inquilino de Palacio, mientras que otro apunta a la falta de rigurosidad en la puesta en escena, al no manejar correctamente el papel de la “vieja Concertación” en las negociaciones, abriendo –“con justa razón”, dicen– la puerta para que se instalara el temor a la reedición de la política de los consensos.
Por eso el lunes, en el comité político y tras un análisis previo de los daños en La Moneda, se enfocó toda la discusión a la necesidad de hacer la diferencia pública entre acuerdo y consensos, desmitificando al primero y atribuyendo al segundo los males del statu quo que conlleva.
El impacto real de la maniobra de la Presidenta y lo acertada o no de su pragmática decisión, se sabrá en agosto, cuando se den a conocer los resultados de la primera encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) del segundo mandato bacheletista. El sondeo ya está en su trabajo de campo y, por ende, afirman en el oficialismo, podrá medir en toda su magnitud el apoyo al acuerdo y la negociación, como también si fue acertado el olfato político de Bachelet o las consecuencias llegan hasta el Olimpo y la conviertan en una simple mortal.

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