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viernes, 28 de mayo de 2021

Gobierno, poder y para dónde va la micro

    

La política viene siendo una esgrima de vanidades, una ingeniería de intereses y una fuente de riqueza en la que tienen su mejor oportunidad quienes buscan socios en la misma sintonía acomodaticia.

Pero la política es un derecho inherente a la gente, a toda la gente, y algo de eso comienza a hace sus primeros pinitos.

El yerro de la izquierda, uno de ellos, es haber construido partidos que no consideran lo multidimensional de aquello que se ofrece, en el mejor de los casos, superar el capitalismo.

Y ha apostado a la actividad político-parlamentaria dejando de lado al pueblo en su marginalidad, a sus organizaciones a merced del desgaste y la represión, cuando no en manos de dirigentes con más sentido de sus propios intereses.

Del poder, sus condiciones, proyectos, protagonistas y peligros, ni una palabra. O muy pocas.

En poco tiempo las elecciones darán la posibilidad cercana de elegir un gobierno compuesto por partidos de izquierda, según lo dicen el estado de ánimo y las cifras.

Sería interesante saber cuál es el diseño estratégico de esa empresa, sin duda un avance, una inyección de esperanza para las postergadas y burladas aspiraciones del pueblo. ¿Sería solo un gobierno de administración o el primer paso a algo mayor?

¿Está el pueblo comprometido con un proceso de deconstrucción del neoliberalismo y de la construcción de un país tanto necesario como posible, diferente y mejor?

¿Tiene la izquierda, esa que aparece con las mayores opciones de triunfar, un proyecto unitario capaz de aglutinar a las fuerzas de izquierda y sobre todo al pueblo que no milita en nada y que ha criado una explicable aversión a todo lo institucional?

La izquierda, como sea que la entendamos, lleva medio siglo atrasada en el diseño del país que es posible y necesario y del que habla todos los días. En ese lapso no ha ofrecido un horizonte estratégico en el cual se vislumbre el perfil de otro Chile.

No hay una estrategia que ordene la acción política que busque la articulación de quienes compartan algo parecido, los aliados, las formas de lucha y la organización y toma de conciencia del pueblo.

¿Será el próximo gobierno de la izquierda un lapso para que la derecha restañe sus heridas, descanse y vuelva al ataque?

Como resulta obvio, no se trata de proponerse la construcción del socialismo en un par de años ni en un par de décadas o quizás en siglos.

Se trata de avanzar en la deconstrucción de una cultura nefasta que ha penetrado muy profundamente en el pueblo, reduciendo la gente a sujetos de créditos, condenándola a vivir a salto de mata, endeudándolos y ofreciendo una pobreza con celulares y antenas parabólicas, en suma, una vida de mierda.

Se trata de perfilar un país en que se entiende la vida como un proceso que no condena a nadie al sufrimiento, al desprecio y a la explotación, incluso desde antes de nacer.

Nada más simple.

Para el efecto se requiere de una nueva concepción de poder nacido desde abajo, construido por la gente común en su lucha por derrotar aquello que la cultura capitalista ha instalado como verdad inapelable y que vaya más allá de los discursos y las consignas.

Lo indígena, el género, los derechos sociales inexistentes, los derechos sexuales, la vida decente, el agua, el aire limpio, los goles del domingo deben ser entendidos como cosas inherentes al ser humano.

Hasta lo inmediatamente reivindicativo, el alza de los treinta pesos debe contener gérmenes de construcción de poder.

La participación exitosa de la llamada Lista del Pueblo en el proceso electoral constituyente resulta de la mayor importancia si se entiende que es un proceso de acumulación de fuerza, de experiencia y de articulación política a nivel del mundo social que se expresa en todos los ámbitos y con todos los medios. Desde la Plaza Dignidad hasta las urnas de votación.

La experiencia de hacer participar a la gente en los procesos electorales a partir de decidir por sus candidatos ha sido una acción política relevante que ha permitido triunfos y avances importantes.

El voto es un medio para obtener avances y mejores niveles de conciencia social y no son un fin como se ha venido entendiendo en la práctica.

Lo que viene sucediendo en las últimas semanas no puede ser entendido como un triunfo definitivo sino como un primer paso para recién entender que, para asumir una idea de poder, es necesario tener claro la idea del país que se trata de construir y de las condiciones que requieren tener quiénes lo harán.

Una idea que seduzca y enamore.

Porque para construir otro país, ese necesario y posible, se necesita de una movilización popular gigantesca, convencida de que su acción resulta relevante y decisiva.

Es con el pueblo o no es. Es con conciencia de manada, cardumen, bandada, población o colectivo, o jamás será.

Se trata, en el mejor de los casos, de construir un amplio movimiento sociopolítico que articule las fuerzas sociales dispuestas a jugarse por esa idea.

Se trata de entender lo electoral como una muy poderosa arma, cuya eficiencia ya se ha visto, que, imbricadas con un proyecto que seduzca y que asuma todas las luchas del pueblo, debería configurar una amplia fuerza social y política de liberación.

Cierto. Hay que tener en cuenta que, si es complicado acceder al poder, mucho más complejo es mantenerlo. Y, según nos enseña dramáticamente nuestra historia, finalmente todo se resume en saber defenderlo.

De lo contrario, no habrá servido de nada.

Finalmente, todo se reduce a responder la cuestión esencial de la filosofía contemporánea: para dónde va la micro.

 

Por Ricardo Candia Cares

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