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domingo, 28 de noviembre de 2010

Relator de la ONU para la tortura fue a su vez torturado

Paulo A. Paranagua / Le Monde
Cual Ave Fénix, son muchas las veces que se ha reinventado en la política. Distraído, inteligente, negociador por excelencia, viene de la vieja guardia en la política, pero hoy con casi 75 años está plenamente vigente como una de las principales voces opositoras en el Congreso. Y tiene cuerda para rato.

Relator de la ONU para la tortura fue a su vez torturado


Por primera vez, el puesto de relator especial de Naciones Unidas para la tortura no es de un europeo, sino de un hombre del Sur, un argentino. Y por primera vez desde la creación de este mandato de la ONU, en 1985, él mismo fue objeto de maltratos.

El abogado y jurista Juan Méndez, de 65 años de edad, fue detenido y torturado en Argentina, en agosto de 1975, por defender a presos políticos.

“Creo tener una particular sensibilidad respecto de las víctimas”, nos confió en Ginebra a mediados de noviembre. Méndez fue detenido mucho antes del golpe de estado militar de marzo de 1976. En esa época arreciaban los enfrentamientos al interior del peronismo.

Varios de sus amigos o conocidos de Mar del Plata fueron víctimas de los escuadrones de la muerte que actuaban bajo protección oficial. “Los asesinos de Mar del Plata y el fiscal que los protegía debieran pronto ser procesados”, dice Méndez.

“Sería el primer proceso por crímenes contra la humanidad cometidos antes de la llegada de los militares al poder”. Juan Méndez fue encarcelado en la “U9”, la prisión de La Plata (capital de la provincia de Buenos Aires) en lugar de “desaparecer” en uno de los centros clandestinos de detención instalados después del golpe.

Sin embargo, la vida dentro de la U9 se deterioró notoriamente cuando los militares tomaron el control del sistema penitenciario. En octubre, el proceso contra ex responsables de la U9 condujo a una docena de condenas. “Leí los testimonios y las sentencias”, dice Méndez. “He permanecido en contacto con varios ex compañeros de prisión”.

La U9 había sido vinculada a treinta homicidios, la mayoría de los cuales tuvo que ver con personas cercanas a presos políticos. Hubo detenidos que fueron muertos en el curso de un supuesto traslado a otra prisión, porque supuestamente intentaron fugarse.

Méndez fue liberado en febrero de 1977, bajo la condición de que se fuera de Argentina.

Se estableció en Estados Unidos, donde inició una carrera universitaria: “En la American University de Washington enseñó derecho internacional, derechos humanos y el derecho de la guerra”.

Además de la enseñanza, ha trabajado con ONGs, con Human Rights Watch y con el Centro Internacional para la Justicia, durante transiciones entre dictadura y democracia o entre conflicto armado y paz.

Se ocupó sobre todo de Liberia, Kenya y Colombia, y ha estado en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

En 2004, fue nombrado consejero del secretario general de Naciones Unidas para la prevención del genocidio. En esa ocasión, le decepcionó la “ambigüedad” de Estados Unidos respecto de Darfur.

“El embajador estadounidense John Bolton me impidió presentar mi informe de misión al Consejo de Seguridad después de mi segundo viaje a la región”, sigue asombrándose Méndez.

El mandato del relator especial no apunta solamente contra la tortura, sino también aborda los tratos o castigos crueles, inhumanos y degradantes, lo que le da competencia sobre la situación en las prisiones.

“Mi antecesor, el austríaco Manfred Nowak, puso la vara muy alta, con viajes e informes detallados sobre 18 países en seis años”, señala Méndez.

Los tres países que desea prioritariamente visitar son Zimbabwe, Kirguistán y Cuba. Nowak no recibió la autorización de La Habana para viajar a la isla antes de terminar su mandato. “Los defensores de los derechos humanos nos piden también que vayamos a Rusia”, agrega el jurista argentino.

Partidario del diálogo, Méndez espera convencer a las autoridades de los diversos países de que sus visitas no implican una condena a priori.

La independencia del relator especial de la ONU, un cargo honorario que cuenta con tres colaboradores pagados, jamás se ha puesto en duda. Méndez estima que “la guerra contra el terrorismo” ha acarreado una banalización de la tortura.

En sus recientes memorias, Decision Points, el ex Presidente estadounidense George W. Bush justifica la utilización del waterboarding (simulacro de ahogo) durante los interrogatorios, bajo pretexto de impedir atentados.

“La tortura es inadmisible y nadie ha demostrado nunca su eficacia”, sostiene Méndez. Quisiera dilucidar el caso de los “hoyos negros” de la CIA, esos centros eventuales clandestinos de detención en otros países. Y deplora que Barack Obama no haya sacado adelante las investigaciones sobre los abusos de la administración Bush ni sancionado a los culpables.


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