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lunes, 1 de agosto de 2022

Opinión Dignidad

 Opinión

Dignidad

Por: Pía González Suau | Publicado: 01.08.2022
Dignidad|
Se farrearon una sociedad entera, se quedaron en el confort de su metro cuadrado, nos trataron como mujeres según sus leyes y pautas patriarcales, y ahora salen por una puerta, se maquillan y cambian de ropa y vuelven a entrar por otra puerta, más cerquita de micrófonos y escenarios. La única pregunta que queda flotando es ¿por qué llegamos a esto, si tuvieron tantas oportunidades de haber reaccionado a un pueblo angustiado, que apenas sobrevivía?

El siguiente párrafo corresponde a un artículo que escribí el 13 de octubre de 2020. Inicio esta reflexión con estas palabras porque a pesar del tiempo transcurrido, ahora, a punto de aprobar o rechazar la nueva Constitución, otra vez estamos siendo manipulados/as y permitimos que el miedo a los cambios profundos vuelva a esparcirse. Ahora, cuando estamos a punto de lograr ese paso fundamental.

13/10/2020

Después de cierta cantidad de años es posible mirar atrás y revisar el actual estado de las cosas. No sucedió de la noche a la mañana. Ha sido necesario un largo y lento proceso para estar como ahora.

Hubo hitos, como en toda la historia. El golpe de Estado fue uno de ellos, el más radical, el fundacional de otro Chile. Por esto, para los civiles y militares que gobernaban, formular una nueva Constitución se volvió imprescindible. Una que respaldara y sellara los principios que buscaban instalar.

En un cuarto cerrado la escribieron y pudieron aplicarla a punta de metralleta. Habría sido imposible establecer en el país el actual sistema económico con “consenso” ciudadano. Las huelgas y protestas de una ciudadanía empobrecida lo habrían impedido. Porque la instauración de este régimen arrasó con muchas empresas nacionales, generó una cesantía brutal, sectorizó la riqueza, terminó con lo que se había alcanzado en la organización del tejido social, se vino abajo la educación pública, más un largo etcétera. Se impuso a punta de una violencia tanto solapada como de abiertas violaciones a los derechos humanos.

En los primeros años de la dictadura, la derecha económica se encontró sin trabas para imponer el modelo económico. Pero era necesario mantenerlo en el tiempo. Por esto se escribió una nueva hoja de ruta, tan ajustada a esos intereses, como fuese posible.

El dinero es sinónimo de poder y se volvió una carrera frenética de codicia. De a poco, otros valores se fueron restando. Sobre todo, aquellos enlazados al valor del bien común. Poco importó que el modelo se estaba imponiendo sobre una desigualdad de origen, donde no se partía de una base igualitaria, donde los ciudadanos/as no accedían a una educación similar, no se alimentan bien ni contaban con una salud pareja y de buen nivel.

Esto fue ignorado en función de que aquellos y aquellas que tenían los capitales para hacer los negocios, no podían ser trabados con “obstáculos sociales”. La crisis se fue acumulando como una bola de nieve hasta terminar en una avalancha. Fue agotamiento humano, cansancio de padecer y ser testigos/as de una forma de vida impuesta por una clase poderosa, que se enriquecía amparándose en triquiñuelas legales, sin conciencia del medio ambiente, favorecidos por la casi nula organización sindical y con mucho monopolio mediático. Hace cuarenta años necesitaron una Constitución y la tuvieron.

2022

Sabemos una cosa: ya llevamos en la piel el conocimiento de una forma de vida que nos tiene en una desigualdad crónica. Al nacer y vivir con nuestras necesidades básicas entregadas al mercado, nos terminamos convenciendo que no es posible enfermarse sin ser descartado, que las deudas son la única forma de vida de la mayoría, que los únicos ganadores en estos años han sido las grandes fortunas, que el sistema de AFP fue un fracaso (para los pensionados/as) y nadie se pregunta ¿por qué no lo hicieron de otra manera si tuvieron 40 años para experimentar?, ¿qué hubiese pasado si en este largo camino el bien común no hubiese sido dejado de lado?,  ¿estaríamos discutiendo una nueva Constitución? ¡Qué privilegio fue gobernar sin obstáculos y sin conciencia de lo que realmente sucedía!

Los políticos y políticas que se farrearon una sociedad entera, que se quedaron en el confort de su metro cuadrado, que nos trataron como mujeres según sus leyes y pautas patriarcales, ahora salen por una puerta, dan vuelta la manzana, se maquillan y cambian de ropa y vuelven a entrar por otra puerta, más cerquita de micrófonos y escenarios. La única pregunta que queda flotando es ¿por qué llegamos a esto, si tuvieron tantas oportunidades de haber reaccionado a un pueblo angustiado, que apenas sobrevivía?

Cuando comenzó el proceso constituyente apareció otro Chile, uno que mostraba orgulloso que había mucho más de lo que hasta ahora nos habían presentado como lo “normal” lo conocido, lo seguro. Y el poder económico se aterró. ¿Cómo ganar si la gente comenzó a tener rostro y cuerpo? Una cosa es esparcir el miedo a quien caiga y otra muy distinta es enfrentarse a un grupo de personas, con títulos, con formas de hablar distintas, con opiniones diversas, con equidad de género, pero, sobre todo, habiendo sido elegidos por votación popular. Esto era inédito en el mundo y echaba por tierra los malos y catastróficos augurios de una derecha que toda la historia de Chile ha defendido lo contrario.

Era urgente enfocarse en el desprestigio. La mejor táctica que facilitan las redes sociales. Resultaba evidente que habría errores, que alguno estaría mintiendo (el simulacro de enfermedad de Rojas Vade) y que, al ser esto un camino nuevo, se equivocarían y también serían certeros, porque era un grupo humano. La cuestión era aprovechar las debilidades, destacar las discusiones como instancias de desencuentros e ir dando la idea de que esto no resultaría de ninguna manera y para ello se inventaba lo necesario. Y así, Loncon se bañó desnuda en la piscina del hotelse emborrachaban en las salidas a regiones y nadie entiende qué torpeza extraordinaria había tenido el pueblo de Chile para elegir un grupo de constituyentes tan ocioso, farrero y sinvergüenza. Una vez más, la ciudadanía era una ignorante, no tenía ninguna capacidad de discernimiento a la hora de guiar el país. Una idea creada y cuidada a través de la historia hasta el día de hoy por los mismos/as que ahora levantan la mano para decirnos que no habría nada mejor para una nueva Constitución que un grupo de “expertos”, elegidos por ellos y ellas mismas. Donde es obvio que terminarán siendo los parlamentarios quienes se consideran a sí mismos los elegidos/as para retomar el sartén por el mango.

¿Ya se entretuvieron con esto de escribir una nueva Carta Fundamental? Ahora nos toca a los que realmente sabemos. A los que hemos gobernado estos 40 años y “no la vimos venir”.

El desprestigio es una de las fórmulas más eficaces para destruir, porque no se atacan las ideas sino a las personas que las representan, permitiendo así un amplio espectro para bombardear. Entonces se comenzó, desde el día uno, a intentar convencernos de que los convencionales eran personas para rechazar. Antes que abrieran la boca y antes que entregaran el borrador. Apareció incluso un grupo de color amarillo diciendo que rechazaban lo que todavía nadie conocía más que por chismes, murmuraciones mal intencionadas y noticias groseramente falsas. ¡Ni siquiera esperaron tener en sus manos el documento! Y estamos hablando de un grupo de élite, con intelectuales de antaño, políticos/as antiguo/as y uno que otro joven con estudios.

La segunda parte de la campaña era y es descalificar el texto contra toda lógica. No es muy difícil alterar un texto constitucional, puesto que, por razones obvias, no contiene las leyes que permitirán su aplicación. Por tanto, inventar y tergiversar, con total falta de escrúpulos y mucha mala intención, es lo que han venido dirigiendo y financiando los mismos/as de siempre. ¿Que se puede disentir del texto? Por supuesto, pero una vez leído y comparado. Y si no hay tiempo ni ganas de hacerlo, entonces aplique su experiencia de vida, los años que llevamos con abusos y, sobre todo, de dónde vienen las voces que le hablan, si antes no le dijeron lo mismo e intentaron asustarlo y asustarla con mensajes igual de catastróficos de un futuro que nunca se ha cumplido.

Pía González Suau
Escritora.

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