Muy controvertido el lío jurídico que detiene en la oscuridad de las cárceles de Santiago de Chile a Matías Rojas y Alejandro Carvajal. Condenados, absueltos, y luego llevados de nuevo a juicio, la historia de esos jóvenes parece digna de las historias del libro de Lewis Carroll, “Alicia en el País de las Maravillas”. Desafortunadamente, Chile no es el País de las Maravillas, y las injusticias y los abusos que viven esos jóvenes son bien reales.
Matías y Alejandro están perseguido por dos casos distintos:
- Alejandro Carvajal, perseguido por el incendio del edificio de la Universidad Pedro de Valdivia del 8 de noviembre 2019, el mismo día en que Gustavo Gatica perdió a sus ojos. Condenado en primera instancia a libertad vigilada, se vio anulada su instancia por una demanda del Ministerio del Interior y de la misma Universidad Pedro de Valdivia. Tiene ahora que cumplir la sentencia de 5 años y un dia.
- Matías Rojas, perseguido por el incendio del Hotel Principado y la fabricación de bombas molotov, eventos ocurridos durante las manifestaciones relacionadas al Estallido Social, en noviembre de 2019. Fue condenado y luego absuelto. A petición del Consejo de Defensa del Estado su absolución fue revocada y se pide ahora la ejecución de una parte de la condena, aunque esa petición fue mal planteada y, en sí no tiene validez legal.
Matías y Alejandro se encuentran juntos, este miércoles 5 de octubre, en el Centro de Justicia de Santiago de Chile. Sus historias no son tan distintas, a pesar de estar acosados por el Estado chileno por dos hechos diferentes: aunque ya habían sido sometidos a varios juicios, existe en contra de ellos una querella del Consejo de Defensa del Estado, un órgano creado en la época de la dictadura de Pinochet. El Consejo de Defensa es un servicio público descentralizado, dotado de personalidad jurídica, sujeto exclusivamente a la vigilancia del Presidente de la República.
El Consejo de Defensa del Estado tuvo el derecho de hacer caer la absolución que había sido emitida por el caso de Matías Rojas y querellar nuevamente a este joven, después de haber pasado ya 3 años en la cárcel por un crimen que no había cometido. Una petición mal planteada que hace que la vuelta de Matías a la cárcel sea un hecho muy grave. Además, el juez, Leonardo Valdivieso Lobos, ni siquiera tenía en su posesión todos los documentos relacionados con la petición del Consejo de Defensa. Su manera de actuar la audiencia de ayer, tenía apariencia de humor inglés de mal gusto.
Lo que acusa a los dos jóvenes, es haber sido condenados por videos hechos por policías infiltrados, más bien conocidos como los “intramarchas”.
En efecto, durante el estallido social, Carabineros de Chile se infiltró en las manifestaciones con agentes encubiertos, con el propósito de realizar seguimientos, detenciones y encarcelamientos, pese a no contar con autorización del juez de garantía o las instrucciones de un fiscal.
En el video relacionado con el caso de Alejandro Carvajal se escucha al Carabinero que graba alentar a los encapuchados: “Que arda la weá hermano. Que arda. Que arda esa chuchá”. El video, publicado por El Desconcierto, había sido emitido anteriormente por Canal 13 el mismo día del incidente, pero sin el sonido del audio. La estación de TV presentó el video como “incautado por Carabineros desde la mochila de uno de los detenidos”.
La publicación de esos videos, si en parte han podido absolver parcialmente a Matías Rojas, son las muestras más flagrantes de la ausencia de justicia en este País.
El juez emitió la nueva audiencia por el 13 de diciembre, pero Lorenzo Morales, el abogado de los jóvenes, asegura que seguirán luchando por la libertad de Matías ya en estos días, sin esperar al 13 de diciembre. Matías ha pasado demasiado tiempo injustamente en las cárceles.
“En el caso de Matías Rojas Marambio se padece una tragedia griega. Él está condenado con una pena que no existe, que nosotros, porque el prisionero político tuvo la osadía de venir a presentarse, hemos explicado al juez y que el juez vio el equívoco que hay en la tramitación de la causa. Me parece bueno que se haya visto aquello y nosotros vamos a revisar ese caso y su sentencia y también vamos a reclamar ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos” declara el abogado Lorenzo Morales saliendo de la audiencia. “Es pertinente, y no solamente por ellos dos, tenemos 34 casos donde vamos a ir, no colectivamente, sino caso a caso, a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Hubo gente acá que estuvo encarcelada y que hoy ha sido absuelta, pero que estuvo más de 394 días en prisión preventiva. ¿Entonces eso no es un caso para ir a la Corte Interamericana? Por supuesto que sí”.
Chile: la alegría todavía no viene
Era también un miércoles el 5 de octubre de 1988, cuando Chile dijo NO a la dictadura de Pinochet. Tampoco allí la alegría vino. Aunque de facto la dictadura ya no estaba en este País, el Neoliberalismo y los Chicagos Boys habían dejado huellas que no permitieron una vuelta atrás.
Boric hoy no es que una imagen más de esa democracia de fachada, que oficialmente apunta a un retorno a la normalidad y oficiosamente permite a las cosas quedarse como tal. Y todo lo que queda, como los presos políticos, desaparece detrás de su sombra.
“Matías estuvo dos años preso en Santiago, uno por la quema del hotel. Estuvo siete meses con arresto domiciliario total. Tuvimos el juicio. En el primer juicio se le condenaba por el 12 y el 14 de noviembre del 2019. Cuando apelamos a la Suprema, lo dejó en espera. Se supone que había que tener una audiencia para ver el tema del día 14. El Estado le puso una orden de detención sin sentido. Esa audiencia. Ahora, en este momento estamos aquí porque vengo a entregar a mi hijo, porque él no es un delincuente”.
Cuando veo la madre de Matías tener tanta valentía a llevar a su hijo ante el Centro de Justicia, porque quiere que su hijo “no sea un prófugo, un clandestino, y que pueda vivir una vida, que pueda tener un futuro”, me pregunto si gente como Boric, crecida en el fasto de una familia burguesa que hace como si fuera de izquierda y que ni siquiera sabe que significa luchar para llegar hasta fin de mes para no morirse de hambre.
Ya no sé dónde quedó la izquierda.
Me acuerdo de la euforia que surgió después del 18 de octubre de 2019. Por fin, había la esperanza de cortar con las herencias de la dictadura, que no era solo la represión y los desaparecidos, era un sistema económico llamado neoliberalismo.
Talvez que la euforia y la esperanza por un País distinto ya se habían ahogado en el río Mapocho ese famoso 14 de noviembre de 2019, cuando se firmó el Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución. Ese día la oligarquía burguesa de izquierda, se había asegurado de mantener a sus privilegios.
Si, sus privilegios, porque luchar por un mundo solidario no es un mito de izquierda, porque muchos, dentro de esta misma izquierda, han subido por las escaleras de las clases sociales, se han acomodado, y ahora no quieren perder a sus privilegios.
El problema, talvez, no es tanto que la derecha no quiera que las cosas cambien, es que la izquierda, tampoco lo quiere.
Y por eso, hacen trampas a las voces de los que sobran. Lo olvidan en cárceles oscuras junto a delincuentes comunes. Cierran los ojos.
La última vez que llegué a Santiago, me acuerdo la Plaza de la Dignidad, llena de banderas, de gente, de sueños. Hoy, está llena de autos, los semáforos funcionan de nuevo, la luz ha vuelto en el Parque Forestal. Una luz ciega y helada.
Al final de ese proceso hermoso que fue lo del Estallido Social, queda el fantasma de una estatua y una entrada del metro cerrada, a monito de museo.
Y yo me pregunto: ¿Cuándo la dignidad será por fin costumbre en este País?
Elena Rusca, Santiago de Chile, 6.10.2022
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