Se comprenderá que un Príncipe, y particularmente un príncipe nuevo, no puede practicar todas las virtudes que hacen pasar a un hombre por bueno, porque dada la necesidad de conservar el Estado, suele tener que obrar contra la fe, la caridad, la humanidad y la religión. (Nicolás Maquiavelo, capítulo XVIII El Príncipe).
Es decir, el fin justifica los medios (sintetizando la recomendación del tío Nicolás), y nuestra clase política, tan diligente ella para asimilar las recomendaciones de tan excelso maestro de la ciencia política, prestamente se puso manos a la obra. Debemos crear un Acuerdo por Chile que nos sirva de pantalla para darle pega a nuestros colegas ex parlamentarios, o ex ministros o ex cualquier cosa, mismos que se encuentran cesantes y con una muy exigua jubilación… ¡Exacto: conformar una bolsa de trabajo!
Es así, que los partidos políticos escombraron en el baúl de los recuerdos y fueron encontrando restos de antiguos militantes que estaban al borde de la inanición, tanto física como mental, para nominarlos como candidatos a esa cosa gelatinosa llamada Consejo, cuyos miembros, tendrán la inconmensurable labor de estampar su firma de revisión y asentimiento a cada uno de los artículos que contendrá el texto, que vendrá redactado por el equipo de expertos, designados por los mismos partidos. Negocio redondo.
Hasta ahí, todos felices y contentos. Sin embargo, no contaban con que el famoso Acuerdo por Chile, por haber tenido un origen totalmente espurio, non santo, en una frase, haber nacido con un pecado original, se transformaría en un “Acuerdo de la Infamia” (Lawner dixit), y entonces ahí, ta,ta,ta,tan, el diablo aprovechó de meter su cola.
A partir de ese momento, la bolsa de trabajo, se convirtió en una bolsa de gatos, pero no de gatitas de chalet, sino de verdaderos gatos de campo. Para tratar de apaciguar la reyerta “ideológico”- política, un grupo que se hace llamar Socialismo Democrático (que nadie sabe qué significa ni para qué sirve), consulta a su gurú y guía espiritual, fundador de un club social que siempre quiso ser partido político, pero feneció en el intento, un verdadero gato de pelea, quien sentencia de manera categórica: “¡tenemos que ir en listas separadas, pues eso nos permite conservar nuestra identidad!” ¿Identidad?
El otro grupo, que está constituido por partidos políticos, aunque convertidos en organismos genéticamente modificados, recurren a su consejera sentimental, siempre dispuesta a colaborar y luchar por las grandes causas ya sean nacionales como internacionales. Eso sí, pone sus condiciones: voy a la guerra siempre y cuando se conforme una División, (varias Brigadas), y que sea nombrada generala cinco estrellas. Sin embargo, la batalla estaba perdida, pues el gato de pelea había preparado la estrategia con mucha anticipación y al momento de aplicar la táctica de enfrentamiento ya no había nada que hacer, así quedó consumada su victoria.
Ahora si le echamos una mirada al otro lado de la vereda, podemos visualizar que la situación no es mejor; es más, la guerra está desatada y los gatos de campo de ese conglomerado son de armas tomar y si alguno se distrae, sin reconocer antiguas lealtades, es víctima de algún arañazo que lo puede dejar fuera de combate:
Aquí les dejo unos verso de Coplas a la muerte, de Jorge Manrique.
Recuerde el alma dormida,
Abive el seso y despierte,
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando
……
¿Qué se fizo el rey Cristián?
Los infantes Walker y Rincón,
¿qué se ficieron?
¿Qué fue de tanto galán?
¿Qué fue de tanta invención
como truxieron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿Qué fueron sino verduras
de las eras?
Por Hugo Murialdo
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