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martes, 28 de febrero de 2023

OPINIÓN “Qué dirá el Santo Padre…”

     

La dictadura de la familia Ortega-Murillo cada vez se parece más a la dinastía de los Somoza, y la única forma para mantenerse en el poder ´es ahogando al pueblo nicaragüense´, como lo sostiene el periodista de tele-azteca, Otoniel Martínez, (en un conjunto de videos muestra cómo la dictadura de los Ortega-Murillo está aniquilando toda posibilidad de respirar), quien alude al título “me duele respirar”, que el periodista tomó de las últimas palabras de un joven – casi niño –  en 2018 minutos antes de morir, en que exclama “me duele respirar”.

En su etapa final la dictadura de Daniel Ortega y familia ha tomado el camino de enfrentarse a la iglesia católica, que cuenta con el apoyo de más del 70% de la gente. Rosario Murillo, la verdadera detentora del poder en Nicaragua, profesa un sincretismo religioso, con recursos a la magia y a la brujería; por su parte, su marido, Daniel Ortega, quien de su primer período de líder sandinista ha pasado a convertirse en un tiranuelo, marca distintas formas de relacionarse con la jerarquía eclesiástica, y para recuperar el poder que había perdido frente a Violeta Chamorro, sumado a los dos gobiernos sucesivos, que terminaron con Arnoldo Alemán, eligió el camino de aliarse con el corrupto ex Presidente liberal, Alemán. Los empresarios y, en el caso de la iglesia católica, con el ultra reaccionario Cardenal, Miguel Obando Bravo, y mientras esta alianza funcionara, el autócrata tirano Ortega y su mujer e hijos, tenían asegurado el poder.

En el año 2018, a causa de una ley sobre las Pensiones, el pueblo – sobre todo los estudiantes – explotaron en un estallido social, cuya duración se prolongó por varios meses, y significó la muerte de más de 300 personas, y varios heridos y detenidos en cárceles en donde se practica sistemáticamente la tortura. Los Templos católicos sirvieron de refugio a muchos estudiantes, y  obispos y sacerdotes tomaron el camino de proteger a los manifestantes, perseguidos por la policía sandinista, una de las más brutales por sus métodos de Centro América.

Los obispos nicaragüenses se ofrecieron como medidores a fin de llevar a cabo el diálogo entre los funcionarios de la dictadura y las organizaciones de la sociedad civil.

La actual familia de tiranos no puede soportar ninguna crítica, mucho menos que el pueblo se rebele. El totalitarismo del matrimonio degenerado, Ortega-Murillo, se empeña en construir una sociedad, centrada en el miedo, que hace imposible, no sólo atreverse a criticar la tiranía reinante, sino también se suma a la práctica de ritos religiosos. Algunos obispos y sacerdotes, por su parte, han elegido convertirse en “la voz sin los sin voz”, de un pueblo humillado y perseguido. El Arzobispo de Managua, Leopoldo José Brenes, se vio forzado a exiliarse a raíz de una serie de amenazas de muerte; por su parte, el Nuncio Apostólico, Waldemar Stanislaw, fue declarado persona non grata y expulsado del país.

La tiranía sólo puede soportar una sociedad condenada al silencio y una Iglesia servil a sus intereses, es decir, que sea “el opio del pueblo”. Ortega-Murillo se declaran católicos, y pretenden que el sandinismo, hoy convertido en “una revolución traicionada”,  sólo sirva para proveer de esbirros a la familia que se ha apropiado de Nicaragua.

En Nicaragua tiene que elegir entre la muerte y el silencio, o bien, la cárcel, la tortura  y el destierro a quien osa oponerse al régimen. Las cárceles están colmadas de opositores a la dictadura, los jueces están vendidos y sólo se dedican a condenar a cualquiera que se atreva a criticar al Presidente y su mujer.

No existe ningún precedente en la historia nicaragüense en que un dictador haya despojado de la nacionalidad a más de 312 personas, opositoras al régimen, (el único caso que se recuerde es el de Augusto Pinochet Ugarte, en Chile, cuando privó de la nacionalidad chilena a Orlando Letelier, quien posteriormente, murió en un atentado previamente preparado por la dictadura reinante, hecho ocurrido en Estados Unidos, donde se encontraba asilado, y a escasos metros del Capitolio).

En otro orden de cosas, la Prensa ha sido expropiada por la dictadura, luego entregada al hijo mayor del matrimonio Ortega-Murillo. El famoso Diario La Prensa, y el Programa Cien por ciento noticias, (el primero, dirigido por Carlos Fernando Chamorro, hijo del famoso periodista asesinado durante la dictadura de Anastasio Somoza, Pedro Joaquín Chamorro, y el segundo, uno de los programas con más rating en Centro América), fueron intervenidos por la dictadura.

En esta ocasión, los Presidentes progresistas tuvieron el valor de condenar a esta monstruosa familia de tiranos, entre quienes destacan Gabriel Boric, de Chile; Gustavo Petro, de Colombia; Alberto Fernández, de Argentina; en forma más tibia, Andrés Manuel López Obrador, de México. El socialismo no tiene nada que ver con los miembros de la dictadura de Nicaragua, que se han apropiado del poder, pues el socialismo y la democracia son consubstanciales, se complementan mutuamente.

El Papa Francisco ha sido criticado por la opinión pública por la acción retardada para condenar la dictadura de Ortega-Murillo, incluso, cuando lo hizo, el domingo anterior, la condena al régimen fue bastante blanda. La valentía del obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, al negarse al abordar el avión que lo llevaría al destierro, prefirió la cárcel, y acaba de ser condenado a 26 años de prisión, sentencia dictada por uno de los jueces, lacayos de la dictadura.

El enfrentamiento con la Iglesia Católica conducirá más temprano que tarde, a un fin de esta bestial tiranía.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

28/02/2022


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