Podemos desea imitar al PSOE y a Felipe González, pero en dirección contraria. Sisar todo lo que pueda de los gobiernos y organizaciones que compren sus servicios. La diferencia con el PSOE es clara. Los socialistas invirtieron fondos en articular una opción socialdemócrata para la región. Su escuela de cuadros en Madrid formó varias generaciones de dirigentes latinoamericanos. Asimismo, entregó dinero a la socialdemocracia salvadoreña, a la contra en Nicaragua, al MNR en Bolivia o al PSDB de Fernando Henrique Cardoso en Brasil. Tampoco olvidemos su relación con el PRI, el Frente Amplio uruguayo y el PPD chileno, con Ricardo Lagos al frente. La Fundación Carolina les sirvió –y sirve– de pantalla para sus políticas de cooptación y en la Fundación Ortega y Gasset recalaron –y lo siguen haciendo– políticos latinoamericanos, que asisten a cursos de gobernanza, gestión pública y completan su formación con maestrías y doctorados. De esta manera, el PSOE ha tejido redes para promover la marca España
en la región.
Podemos, sin embargo, busca sólo su beneficio económico. Se ofrecen para asesorar, realizar consultorías, encuestas de opinión…, lo que se tercie. Su cartera es amplia, cursos de formación, seminarios, talleres de gestión municipal, etcétera. ¿Interés real por América Latina? Ninguno. Están en Chile, México, Colombia, Argentina, Venezuela o Bolivia. Van sin que les llamen. Donde gana una coalición progresista, ahí se presentan. Han estado en Perú, Ecuador o Uruguay, no tienen empacho. Sus rostros son conocidos. Alardean de sus relaciones, se fotografían con presidentes, ministros, diputados, senadores y alcaldes para luego subir las imágenes a la red. Sus servicios se pagan. Nada es gratis. América Latina es su fuente de alimentación y así lo han entendido. Hoy, sus dirigentes están centrados en financiar un canal de televisión con sede en Madrid, de donde nacen y utilizan fundaciones como Neurona o la 25M para cubrirse las espaldas obteniendo pingues ganancias.
España siempre ha mirado hacia América Latina, con ojos imperialistas. El Partido Popular, al igual que el PSOE, invierte para la refundación de la derecha latinoamericana. Hoy se suma Vox. Aznar, FAES o Disenso, presididas por Santiago Abascal, son la tapadera. La diferencia con Podemos es que invierten para obtener réditos mayores, proteger empresas, formar cipayos y garantizar el discurso hispanista en la región.
El PSOE y el Partido Popular comparten una política de Estado hacia América Latina: garantizar las inversiones del capital trasnacional presente en la región. En esta lógica, necesitan aliados y las universidades españolas ocupan un lugar de privilegio. España ofrece becas en Barcelona, Madrid, Sevilla, Bilbao, Valencia o Salamanca para estudiantes latinoamericanos. Maestrías, doctorados, estancias breves, cursos de verano. Ahí se dan citan los futuros ingenieros, matemáticos, químicos, juristas, sociólogos, biólogos, filósofos, historiadores, todo el abanico de disciplinas universitarias. Son parte de la élite de América Latina. Luego, a su regreso, les unirán lazos que harán decantar decisiones políticas hacia España. El círculo se cierra. A esta tarea se suman el banco Santander, BBVA, Repsol, Iberdrola, Endesa y aquellas empresas que tienen intereses en América Latina. Sus dineros hacen posible esta estrategia.
¿Pero qué ofrece Podemos? Seamos realistas: han sido incapaces de generar una alternativa. No han sabido construir alianzas inclusivas y han dilapidado un capital político, bajo el único objetivo de convertirse en la oposición al PP y desbancar al PSOE como opción de poder. En un lustro han perdido 3 millones de votos y transitan hacia la irrelevancia política. Sin embargo, en América Latina se presenta como un partido triunfante. Sólo la ignorancia de sus interlocutores explica cómo han logrado tener eco entre académicos y dirigentes políticos, curtidos en la brega. ¿Se han dejado engañar o tienen los mismos intereses espurios?
Podemos y los progresistas españoles que se aglutinan en ambos lados del Atlántico siguen la estela de los viejos conquistadores. Hace cinco siglos cambiaban baratijas por oro y plata. Hoy, sus herederos digitales venden encuestas de opinión, análisis electorales y estudios de mercado. Sus interlocutores no son ingenuos, entre ambos se retroalimentan, se lucran. Venden humo y tienen claro su objetivo: extraer fondos para su buena vida en España, sin olvidar a sus socios latinoamericanos, cuyos cargos de responsabilidad los hacen aún más corruptos. Las consecuencias no son menores. Su ideología frena las luchas populares, desarticula los movimientos sociales y provoca desafección. Se han convertido en una mafia, merecemos una explicación.
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