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viernes, 15 de febrero de 2019

OPINIÓN


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Venezuela: ¿a favor de quién corre el tiempo?

por  15 febrero, 2019
Venezuela: ¿a favor de quién corre el tiempo?
La prolongación de la crisis coloca a la población venezolana en el lado de los perdedores. Por ello, todo indica que el mejor escenario es construir un camino político y negociado de solución. Eso sería lo mejor para Venezuela y para la región, Chile incluido. En definitiva, más diplomacia, más política de Estado y menos ideología.

En todo conflicto el paso del tiempo es una variable vital. Su transcurso implacable se instala como parte del escenario en el que se despliega el enfrentamiento. Su paso puede favorecer o debilitar a los bandos.
En la actual crisis venezolana, que a su vez posee varias facetas (crisis económica, migración, dimensión internacional), cabe preguntarse a quién favorece el paso del tiempo. ¿A Maduro? ¿A Guaidó? O mejor dicho, ¿al bloque oficialista o a la oposición?, para superar las interpretaciones a veces demasiado subjetivas y hasta sicológicas a las que asistimos en estos días.
Partamos por lo mas obvio. Quien pierde con la prolongación de este conflicto, y de la crisis que la origina, es la población venezolana. Los millones de venezolanos que deben enfrentar una aguda inflación junto a un desajuste económico de proporciones, con todas las consecuencias que ello implica. Para muchos de ellos, la única salida que tienen, mientras la política fracasa día a día, es la emigración, buscar el doloroso camino del abandono de lo propio.
La coyuntura política actual está marcada por el desafío que al Gobierno le plantea la decisión de la Asamblea Legislativa de nominar a Juan Guaidó como Presidente Encargado, desconociendo la autoridad de Nicolás Maduro.
Ese hecho marca el inicio de una nueva ofensiva de la oposición. No es la primera vez que la oposición al chavismo se lanza en una ofensiva frontal; en el pasado hemos asistido a varios episodios. La diferencia es que en esta oportunidad la oposición logra reanimarse después de mas de dos años de aletargamiento, posee un renovado liderazgo y, hasta la fecha, logra el mando único de sus huestes.
Pero no es todo. Esta vez la ofensiva de la oposición está bien afinada con sus simpatías internacionales, empezando por la Casa Blanca y los países del Grupo de Lima, pese a que este ha disminuido de sus 14 originales a 11. Como parte de la ofensiva, la oposición ha desplegado varias maniobras convergentes.
Una de ellas es disputarle la representación al gobierno de Maduro en el plano internacional mediante la designación de representantes de la Asamblea ante terceros países. Se crea con ello confusas situaciones porque varios países “reconocen” a estos representantes, pero no le otorgan un estatus diplomático ni tampoco desconocen al Gobierno de Caracas. Es el caso de Chile, que mas allá de las acciones comunicacionales, para todos los efectos prácticos (petición de autorización de vuelo, coordinación de acciones de extranjería y migración, entre otros) nuestra Cancillería se comunica formalmente con la Cancillería bolivariana.
Lo anterior es por un hecho de la vida real: el control del país, del territorio y del aparato de gobierno en Venezuela lo tiene la administración de Nicolás Maduro.
Pero el Presidente Encargado y sus aliados internacionales han puesto en acción otra maniobra: el acopio de alimentos y medicamentos en la frontera. Obviamente, salvo que estos insumos fuesen introducidos a la fuerza, no se ve cómo puedan ingresar sin el concurso de las autoridades o funcionarios venezolanos.
Políticamente, Guaidó ha puesto una condición para dialogar: la renuncia de Maduro, a quien considera un “usurpador”. En la práctica, es plantearle una rendición incondicional. Mas allá de las argumentaciones políticas o jurídicas, la pregunta realista es si Guaidó posee la fuerza necesaria para formular esa demanda. Un bando le plantea al otro una rendición incondicional cuando ha ocupado su capital y destruido lo principal de sus fuerzas, el dilema para el derrotado es rendirse o asumir la aniquilación total, como los rusos se la impusieron a los alemanes al ocupar Berlín.
Por el lado del oficialismo, la resistencia es activa, y esta vez el Ejecutivo resalta la dimensión internacional de la ofensiva opositora, ligándola al accionar del gobierno de los EE.UU. Frente a ello, además de las acciones civiles, Maduro ha emprendido una nutrida agenda de presencia y movilización con las FF.AA. tras una demanda de soberanía. Trata de rayar la cancha en torno al eje intervención o soberanía.
Este es otro rasgo de la crisis: ambos bandos buscan la adhesión de las FF.AA. en forma abierta y ya sin mediaciones. La oposición ofrece amnistía a los militares que se alcen contra el Gobierno; este ultimo despliega una ofensiva dentro de los cuarteles donde el alegato supera lo nacional y se entremezcla con valoraciones políticas. El 24 de enero el ministro de Defensa, General Padrino, reiteró que no iban a intervenir, que respetarían la Constitución y que solo lo harían en dos situaciones: si se produjesen enfrentamientos entre civiles, y si estuviese amenazada la soberanía.
Guaidó ha fijado condiciones y puesto plazos: el 23 próximo la ayuda estaría ingresando a Venezuela. ¿Y si no ocurre? ¿Y si persiste la actual situación?
En este cuadro, el tiempo correría a favor de la oposición si es que lograse mantener el ritmo de su ofensiva: aumentar día a día la movilización interna, un incremento sostenido de la desobediencia civil y militar, junto con deserciones del oficialismo.
Por el contrario, una ofensiva que estanca, se desgasta. El tiempo evidenciaría día a día su impotencia. Mostraría a los venezolanos y al mundo que el Presidente Encargado no manda en su país. Repetimos: una ofensiva que se paraliza inicia su desgaste, como les sucedió a los alemanes al llegar a Moscú. ¿Hipótesis? Un estancamiento de las actuales condiciones, aun cuando asumiese las características de un empate catastrófico (la oposición no logra deponer al Gobierno y este no logra recuperar la hegemonía política y cultural, lo cual podría incrementar la migración ante la evidencia de que la situación no cambiará para la población).
Adicionalmente, del lado del oficialismo, si lograse contener la actual ofensiva, y aunque se desgastase la oposición y Guaidó evidencie que es Presidente de un Gobierno que no tiene control territorial ni imperio, tampoco las cuentas pueden ser muy alegres. Si no logra construir un camino de solución de la crisis a largo plazo, su aislamiento político en Occidente y la asfixia económica no augura buena navegación.
Por cierto, para el Alto Mando venezolano, mas allá de la política, no debe ser bien visto que los presidentes de EE.UU. y Colombia se reúnan para analizar la situación de su país.
Lo que sí se puede asegurar, es lo que señalamos al principio: la prolongación de la crisis coloca a la población en el lado de los perdedores. Por ello, todo indica que el mejor escenario es construir un camino político y negociado de solución. Eso sería lo mejor para Venezuela y para la región, Chile incluido. En definitiva, más diplomacia, más política de Estado y menos ideología.

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