Los cuatro niños de Macarena Valdés, nuestra compañera asesinada por defender el agua, la semilla y el territorio, perdieron ahora también a su abuelo, Marcelino Collío, quien falleció por secuelas del Covid contraído el año pasado. En palabras de su hijo Rubén, “mi chaw Marcelino Collio Calcomín dio una larga lucha por vivir pero hoy 4 de febrero partió al wenumapu.” Rubén, compañero de vida de Macarena, se queda sin ese puntal y tronco paterno en su lucha por justicia. Para ellos nuestro abrazo, amor y solidaridad que no pueden remplazar las pérdidas sino decirles que nos tienen a nosotres, que tienen a su pueblo, que tienen a la vida con ellos. No olvidaremos a Marcelino, el abuelo, el padre, el luchador mapuche socioambiental a quien conocimos hace mucho.
Marcelino fue parte, a mediados de los 90, de la red Acción Ciudadana por el Medio Ambiente que se reunía cada lunes para ver qué hacer ante los problemas que se vivían en los espacios que habitábamos. Como muchos de su generación, él venía de participar en la lucha antidictatorial y esperaba, tras décadas de represión y penurias, habitar un país en que se cumplieran las expectativas de justicia y de una vida digna para todes.
En diciembre de 1995 fue testigo de un desastre ambiental muy cerca de su espacio vital, el incendio en Lo Espejo de la industria química Mathiesen Molypac que dio lugar a una gigantesca nube de dioxinas y gases tóxicos, exponiendo a la población y a los bomberos a grave contaminación. Desde el inicio de la emergencia Marcelino estuvo junto a los vecinos y Acción Ciudadana, alertando sobre los riesgos y exigiendo medidas de reparación del daño causado. Trabajó luego en un proyecto comunitario con propuestas para que hechos similares no se repitieran, ante la inexistencia de normas sobre la gestión de productos químicos peligrosos. A fines de la década de los 90 Marcelino retomó sus estudios universitarios convirtiéndose en ingeniero ambiental, carrera que estudió junto a su hijo Rubén. Al mismo tiempo se involucró en las luchas del pueblo mapuche que también en esos años iniciaba las recuperaciones de tierra y la denuncia por la usurpación de su territorio por las forestales. Marcelino tenía un gran compromiso con sus raíces mapuche y fue también parte de esfuerzos para conquistar participación política a través del partido Wallmapu en los años 2000 persistiendo en diferentes intentos para alcanzar ese objetivo.
Su hijo Rubén, formado por Marcelino en esos principios de identificación desde la urbe con la cultura y la lucha mapuche, decidió retornar a sus raíces para que su familia creciera entroncada al itrofil mongen y el kimun mapuche. Marcelino fue testigo el año 2016 que para el pueblo mapuche la dictadura de los poderosos no ha terminado. De forma vil un sicario de la mafia empresarial energético-forestal asesinó a Macarena, su nuera, defensora del agua y su territorio junto a Rubén, ante la arremetida de las empresas que intervienen esos espacios sin respeto por la comunidad ni por los bosques ni los ríos.
Y desde entonces, en Santiago y en distintas localidades y regiones, Marcelino, con su voz pausada asumió la emergencia colectiva del grito y la demanda de “Justicia para Macarena Valdés”. Allí lo rencontramos en el Comité Justicia para Macarena Valdés, en la radio comunitaria, en su programa de la tv comunitaria, acompañando la itinerancia de la obra de teatro que relata el feminicidio, y en todas partes.
El contexto bajo el cual sucedió el feminicidio de Macarena, lo llevó a buscar apoyo con organizaciones socioambientales primero y feministas después, entendiendo que su crimen era consecuencia de las políticas de una violencia estructural que afecta a todos los pueblos, pero especialmente se ejerce sobre las mujeres, y más aún las mujeres indígenas. Esta violencia apunta a constituir crímenes “ejemplificadores” o “aleccionadores” para quienes osen nadar contra el vaciado relato del progreso.
Con todo, avanzamos colectivamente portando lienzos, y consignas pero por sobre todo una certeza, pues quien defiende la vida, no atenta contra ella. Y fue desde esa certeza, tan pequeña, pero grande a la vez, que los distintos grupos nos articulamos en torno a la exigencia de justicia para “La Negra”. Desde ahí, pensamos en conjunto en las diferentes estrategias, que nos llevaron a visibilizar una muerte que estaba destinada al doble asesinato, como es el del cuerpo, y el de la verdad.
Marcelino desde la warria tenía redes, pero por sobre todo tenía carisma, y fue así como supo plasmar las memorias familiares sin dar paso a la victimización, y también supo llevar la digna voz de esa demanda por justicia a los diferentes espacios, dialogó con distintos sectores, amigos -y a ratos no tan amigos entre sí.
Nos conmueve profundamente su partida, no nos deja indiferentes su partida sin la obtención de justicia para Macarena, pese a que lográramos levantar su nombre como consigna de un horror a no repetir y como estandarte de las luchas del feminismo de los pueblos. Desde este pesar, Marcelino, aseguramos no bajar tu/nuestras banderas, hasta que toda la verdad salga a la luz.
Hasta siempre lamgen Marcelino, que la tierra te sea leve.
Por Fafi Vega y Lucía Sepúlveda
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