Por: Pía González Suau, escritora | Publicado: 06.02.2021
Si hubieses tenido miedo, Francisco, habrías agachado la cabeza, soltado tus cuchillos de lata, habrías caído de rodillas y esposado te suben al furgón. En la comisaría unas cuantas patadas, un par de garabatos, una constancia de cualquier cosa delictiva y ya está, al otro día de nuevo a ganarte las monedas.
Violeta Parra murió un 5 de febrero, hace cincuenta y cuatro años. Dejó un legado de palabras conmovedoras que nos remecen. Cantó:
“Miren cómo se visten cabo y sargento
Para teñir de rojo los pavimentos”
Francisco Martínez murió ayer, 5 de febrero.
Su muerte, mil veces repetida, quedó suspendida en una imagen que nos sobrecoge. Cuesta entender. En pocos minutos pasó de estar mostrando sus malabares en la calle a caer muerto, pocos metros más allá.
En una danza macabra, miramos una y otra vez, una discusión torpe, estúpida, que cualquiera pudo haber tenido y que se transformó en saltos por esquivar los tiros en los pies, que recuerdan cuando el matón de las películas, ese que siempre tenía un arma en la mano, disparaba a su víctima para hacerla bailar, demostrando su poder sobre ella.
Debe haber sentido mucha rabia Francisco para ir en busca de su muerte
Habría sido tan fácil esquivarla, si hubieses tenido miedo Francisco. Habrías agachado la cabeza, soltado tus cuchillos de lata, habrías caído de rodillas y esposado te suben al furgón. En la comisaría unas cuantas patadas, un par de garabatos, una constancia de cualquier cosa delictiva y ya está, al otro día de nuevo a ganarte las monedas.
Pero lo enfrentaste, Francisco. Tu mirada desafiante al uniforme gastado, al policía incapaz de discernir, bastó para recibir el último balazo, ese para rematarte, el que tiñó de rojo el pavimento.
Tu problema Francisco fue no tener miedo. No creíste eso de andarte con cuidado con la autoridad, de que tú no eras más que un pobre tipo, un malabarista más, sin familia ¿A quién le importaría un vago menos en este mundo? ¿Quién lo echaría de menos?
Nos llenamos de vergüenza, porque en nuestro país las verdaderas armas se llaman utensilios y los materiales de circo, son armas letales. Que aquí por los primeros te liberan y por los tuyos te balean.
Seguir viviendo es la consigna, Francisco, resistir es lo único que queda. Desataste la ira, tus respuestas desafiantes, ese correr hacia las balas, tu gesto temerario sacudió las esquinas y se esparció por las mismas calles que tú recreabas con tus trucos de niño grande.
Será muy difícil olvidar tu cuerpo abandonado. No queremos hacerlo, te retenemos para poder seguir resistiendo.
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