Recapitulemos. Octubre de 2019 vio un reventón sin precedentes que resultaba de decenios de abusos y desprecios por una cultura neoliberal perfeccionada por los gobiernos postdictadura.
La crisis escaló en medio de una brutal represión al extremo de poner en duda la continuidad del innecesario gobierno de Sebastián Piñera. Sin tener más opción que la renuncia, Piñera se la juega por poner en juego la constitución, reivindicación que, si bien figura desde siempre entre las exigencias de la izquierda, no era algo que estaba entre los top cinco de las peticiones del populacho que se tomó las calles y barrios.
Por donde se mire, la iniciativa buscaba desinflar las movilizaciones populares por la vía de encender bengalas de distracción.
La gente en las calles y barrios, sin conducción política alguna, se dejaba llevar por un instinto primario que le decía que había que salir a la calle y hacer presente su bronca anidada.
Los partidos, el congreso, el gobierno y las instituciones armadas, en especial Carabineros eran castigadas con la mayor de las desafecciones populares: según las encuestas su popularidad bordeaba el cero.
¿Cómo se salía de la crisis?
El 15 de noviembre Piñera convoca a las fuerzas políticas para diseñar un itinerario que se encargaría de convocar a un proceso para cambiar la actual constitución.
La gente en las calles y barrios, sin conducción, sin objetivos ni organización, afectada por el cansancio estéril y la componenda firmada por los partidos al que se negó solo el Partido Comunista, fue abatida desde las oficinas del poder.
¿Dónde quedó la energía desplegada en semanas interminables de enfrentamientos? ¿Dónde quedaron lo muertos, heridos, mutilados, torturados y presos? ¿Dónde quedó las exigencias que dieron curso a las protestas cuyo momento de mayor concentración de gente fue el 25 de octubre?
El último rastro visible, con buena voluntad, se encuentra en las elecciones para constituyentes en la cual los partidos casi todos, sufrieron estrepitosa derrota, dando paso a un novísimo grupo de gente sin partidos que casi copa la Convención. Por cierto, no faltó un idiota de nombre Rojas Vader que se creyó el más vivo de todos y dio el puntapié inicial a la táctica de desprestigio de la Convención.
La derecha se la jugaba en un plan perfectamente delineado que constaba de una secuencia lógica: A: Lograr un acuerdo; B: Ganar la mayoría de la Constituyente; C: Ante la derrota, desprestigiarla al máximo; D: Ganar el plebiscito de salida. E: Comenzar tempranamente a preparar las condiciones para conspirar contra la democracia que eventualmente se venía.
A su favor, la derecha y sus socios de la exConcertación tenían un arma secreta e infalible: el convencimiento empírico de que a la gente le gusta que le mientan.
Y sin prisa, pero sin pausa, desplegaron una campaña de mentiras cuyo efecto ni siquiera fue contrarrestado por la vía de la denuncia y la demostración palpable de esas falsedades: a la gente silvestre le fue más fácil creer una mentira: la gallá no leyó una puta línea del texto, pero creyó a fardo cerrado todo lo que escuchó de soslayo en la tele.
Resultado: una paliza de rasgo histórico que despidió la posibilidad de levantar una constitución que reemplace de verdad la del Pinochet80/Lagos05.
De la energía del reventón popular de octubre de 2019, nunca más se supo.
Y he aquí que se confirma lo que la historia ha dicho una y otra vez: las constituciones se imponen siempre desde el poder cuando la impulsa y defiende una mayoría movilizada, es decir consciente y decidida, seducida por una causa.
Dicho de otra manera: desde el punto de vista del pueblo, es preciso primero tener cierto grado de poder, organización, dirección y un proyecto político antes de aventurarse a nuevas constituciones, más aún si no han salido de la voluntad y la fuerza del pueblo organizado.
¿Pueblo organizado? Es cuando la carreta va detrás de los bueyes.
Sobresale en este punto la irresponsabilidad, desidia o desinterés de las organizaciones sociales, por si usted no se ha enterado tenían un comando por el Apruebo, que no han sido capaces/no han podido/no han querido, ponerse a la cabeza de la lucha política que exige el momento histórico para mostrar un camino: le han dejado sistemáticamente la conducción a los partidos desgastados, anquilosados, inútiles.
Atrapados en cuestiones menores, atados a dirigentes sin visión, inteligencia ni capacidad, salvo contadas, relevantes y honrosas excepciones, dejaron que los partidos políticos mediante las maniobras verbales de Karol Cariola y Vlado Mirosevic, quienes abusaron del más irresponsable de los optimismos, dirigieron una operación fracasada.
¿Dirán estas personas algo más que esta boca es mía?
La derecha se ha alzado con el triunfo. La gente más consciente ha debido morder el polvo de la derrota más triste.
Como triste es ver que, por ejemplo, la gente de Quintero cuyos niños mueren asfixiados por el veneno y de cáncer que esta economía arroja por sus chimeneas, votó en un 58% por el rechazo y que los habitantes de Petorca, a quienes lo poderosos los condenan a la sequía eterna, no le permite ni lavarse humanamente, les mata su animales y reseca sus tierras, lo hicieron por medio de un 56%.
Y así en todo el país.
¿Qué hacer ante estas irracionales respuestas de la gente silvestre que hizo gala de una inconsciencia de tono mayor?
Lo bueno es que muchos ya no temerán que el Estado les quite sus fondos de pensiones que les roban a diario las AFP. Y otros tantos van a dormir tranquilos porque ya nadie les va a quitar la casa que no tienen y que jamás van a tener y que, de tenerla, será del banco que le prestó la plata.
Y así hasta el próximo fracaso…
Por Ricardo Candia Cares
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