En esta entrevista, el sociólogo chileno Manuel Antonio Garretón ofrece un análisis profundo de la coyuntura política actual, específicamente en el contexto del gobierno del Presidente Gabriel Boric. Garretón aborda la complejidad política y económica que enfrenta el gobierno, así como la postura intransigente de la oposición de derecha que busca obstaculizar las transformaciones económicas y sociales en curso. A lo largo de la entrevista, se explora el entrampamiento del proceso transformador y la resistencia a la implementación de cambios significativos.
En esta conversación el sociólogo apunta a dos escenarios políticos posible. El ingreso en un periodo largo de estancamiento, de empantanamiento político, o la regresión conservadora.
El Clarín: ¿Cuál es el momento político que estamos viviendo hoy día? ¿Tiene generalidades o singularidades que debemos destacar?
Manuel Antonio Garretón: Tengo la impresión de que hay una significación más profunda y quizá de coyuntura más larga que tiene que ver con el entrampamiento, empantanamiento del proceso transformador que estaba viviendo el país. Puede ubicarse su inicio en distinto momento, pero fundamentalmente después del estallido tuvo dos expresiones. Uno es el proceso constituyente que lo que buscaba, lo que hacía en su primera parte, era institucionalizar, o legitimar institucionalmente las demandas del estallido en un proceso de elaboración de una nueva Constitución que resolviera los dos grandes problemas que en ese momento vivía la sociedad chilena.
EC: ¿A qué dos problemas se refiere en concreto?
MAG: Por un lado, la persistencia del modelo económico social impuesto por la dictadura a sangre y fuego que, a diferencia de otras dictaduras latinoamericanas, había impregnado toda la vida social. Aunque había sido parcialmente corregido y en parte algunos aspectos habían sido superados por los gobiernos de la concertación, esa corrección no había sido global, sino que había sido parcial y se habían profundizado algunos otros aspectos que mantenían, digamos, los temas fundamentales de desigualdad y de percepción en la gente del abuso.
Por otro lado, un proceso que reconstruyera una nueva relación entre política y sociedad que el mismo estallido había mostrado. Este proceso tenía señales anteriores, como el hecho que el proyecto de sociedad que emana y se transforma en programa del segundo gobierno de Michelle Bachelet planteado por las movilizaciones del 2011 y 2012, y que es devuelto a la sociedad en forma de programa de gobierno, vota menos del 50% de la población. Era la primera vez que había un proyecto de transformación desde la sociedad porque todos los otros habían venido desde los partidos políticos en la historia de Chile. Todos.
Ese programa tenía tres planteamientos centrales: Reforma educacional, reforma tributaria y nueva constitución. Eso era lo nuevo en el programa, a lo cual después el Partido Comunista le agregó el tema de las reformas laborales que también formaron parte del proyecto. Es el único punto planteado directamente por una fuerza política, por decirlo así. Ese programa, en la elección presidencial, lo vota menos del 50% de la población.
Entonces esos dos temas constituían el núcleo de un proceso de transformación que continúa la tradición chilena de grandes procesos de cambio. La del 38, con interrupciones después del 47 al 64, desde la primera reforma agraria a la vía chilena al socialismo. Todas esas transformaciones fueron propuestas desde los partidos, que expresaban a la sociedad y a los movimientos sociales en aquella época.
EC: ¿Podría detallar más el proceso transformación en curso?
MAG: El segundo aspecto del proceso transformador era no solo la superación del orden impuesto por la dictadura, sino una nueva forma de relación con lo político que básicamente se expresa en la lucha contra la élite, la protesta contra elite, la deslegitimación de cualquier tipo de elite y por lo tanto también de las instituciones. La superación de este problema era avanzar hacia una profundización de la democracia o a un nuevo sistema político, una nueva forma de relación entre lo político y lo social y eso tenía un doble cauce: desde el estallido para adelante a través del proceso constituyente y a través del gobierno, del primer gobierno de izquierda propiamente tal, minoritario, por cierto, después de Allende.
EC:¿Por qué enfatiza en la idea de gobierno de minoría?
MAG: Esto puede expresarse también de otra manera. En el plebiscito de 1988 el 44,1% votó por Pinochet y el 55,9 votó por la democracia. Exactamente en la misma proporción, cambiando al electorado por supuesto, que en la elección del presidente Boric, donde de alguna manera Kast encarnaba lo que fue Pinochet. Por supuesto en democracia, pero encarnaba un proyecto de restauración conservadora. De vuelta a lo que había sido en democracia, el proyecto económico social de la de la dictadura. Y Boric expresaba lo contrario de ello.
Esa elección volvía a expresar el principal clivaje de la sociedad chilena manifestado en el bombardeo a La Moneda. El bombardeo de La Moneda genera la nueva historia de Chile. Por supuesto hay intentos de superarlo, hay una parte que se supera con la transición a la democracia, pero ese clivaje estaba abierto. Y aun cuando se habían ido sumando otros tipos de clivajes, de género, de los pueblos originarios, el ecológico, el territorial, el generacional, no se logra superar ese clivaje principal. No se supera la sociedad heredada de la dictadura y el orden político institucional solo logra superarse en parte. Eso es lo que estaba en juego. El proceso constituyente y el gobierno de izquierda expresaban a mi juicio el cauce de ese proceso transformador. Sin embargo, lo que ha ocurrido con el proceso constituyente, como con el gobierno, que tiene un apoyo minoritario aun cuando haya sido mayoría electoral, que son los dos instrumentos de un proceso transformador que podía vivir el país, están riesgo de estancarse o de sufrir una regresión conservadora, que no es lo mismo.
EC: ¿Puede profundizar más en esa idea?
MAG: En el primer caso lo que tendríamos es una situación parecida al resto de los países en Latinoamérica. Prácticamente ninguno de ellos vive en un proceso propiamente tal. Asume un gobierno, hace algunas transformaciones, toma algunas medidas, escucha a tal o cual sector y al período siguiente es elegido un gobierno de signo contrario. Entonces, no hay propiamente un proceso. Hay gobiernos, de distinta índole y con creciente distanciamiento o permanente distanciamiento de la política y de la sociedad en que la sociedad lo que hace es simplemente rechazar lo que está en el poder.
EC: Algo así podríamos observar desde inicios de la década pasada. ¿Lo comparte?
MAG: Yo diría que el último gran proceso que hubo en Chile fue el cambio de la dictadura a la democracia, pero no era la transformación total de la sociedad, sino que era solamente del régimen político y de algunos déficits muy evidentes. Pero el proceso de transformación propiamente tal del orden social impuesto por la dictadura y también de lo que quedó como sistema político de ruptura entre lo político y social, había comenzado en el 2011 y 2012 y que se expresa en toda su magnitud en el estallido social del 2018. A partir de ahí hay un cierto proceso encausado institucionalmente a través de la elección del gobierno de Gabriel Boric y el proceso constituyente.
EC: Que está estancado.
MAG: Sí. Pero con el riesgo de convertirse en una regresión conservadora, es decir, en algo más que un puro estancamiento, sino con una cierta estabilización de la derechización de la sociedad chilena que tiene su expresión, yo diría fundamentalmente, en dos cosas. En la capacidad de hegemonizar, no digo que vaya a ser, pero en la potencialidad hegemónica que tiene la figura de José Antonio Kast y el Partido Republicano por sobre el resto de la derecha que ya ha perdido su proyecto. Y en este caso tampoco se trataría, en el caso de Kast, de un proyecto, como pudo haber sido, independientemente de la crítica que uno puede hacerle, el proyecto neoliberal. Este era una regresión respecto a los indicadores sociales, pero era básicamente un proyecto, muy equivocado, lo que se quiera, pero era un proyecto que se afirmaba en la idea de un tipo de modernización. Pero aquí el proyecto de Kast es de vuelta atrás. Es una ideología conservadora con valores culturales conservadores, relativamente homogéneo y con capacidad de hegemonía.
EC: ¿Capacidad de hegemonía de un proyecto conservador y regresivo?
MAG: Sí, este aspecto de la capacidad de hegemonía tiene un componente, a mi juicio, interesante. Y es que, si uno toma los dos grandes proyectos transformadores, dejando de lado el de democratización que era parcial respecto al régimen político y que era condición para otras posibilidades; si uno toma el proyecto transformador de Salvador Allende de la de la vía chilena al socialismo, lo que tenemos ahí es que desde el inicio, y antes del inicio, desde que se percibe la posibilidad de proyecto transformador, que fue un proyecto transformador de gran capacidad movilizadora pero minoritario en lo político, si uno toma ese proyecto, la posición de la derecha desde el comienzo es la posición más extrema posible. ¿Y, cuál es la posición más extrema? En aquella época es que no llegue a Allende al poder o si llega se le derroque.
Eso es lo que está planteado desde el comienzo. Desde el comienzo el derrocamiento o impedir que llegue, ya sea por la vía de la visita de Agustín Edwards a Richard Nixon, por las declaraciones de Estados Unidos o ya sea por la vía del asesinato de Schneider. De los atentados que empezó a organizar Patria y Libertad, por lo que está detrás del paro de octubre o por la estrategia de derrocamiento. Y al final eso termina en la estrategia más viable y disponible que es el golpe militar. O sea, todo lo que hace la derecha es implementar y hacer hegemónica una propuesta extrema frente a un proceso de transformación.
EC: ¿Cuál es la propuesta extrema en el caso del proceso actual?
MAG: Claramente es el rechazo a la propuesta transformadora. Desde el comienzo, porque recordemos que el rechazo convoca en la primera consulta a solo un 20%. Ahí está la racionalidad, ahí está la lógica de la postura extrema.
Eso es lo que se trata de desarrollar: la propuesta más extrema posible en democracia en un escenario en que ya no hay golpe militar visible. Y entonces es interesante que, ante un proceso de trasformación, la derecha busca una posición extrema de rechazo aunque carezca de proyecto. De hecho, salvo derrocar a Allende, no había proyecto de la derecha, salvo devuélvanos la fábrica, las empresas, las tierras y ustedes militares maten y hagan todo lo que quieran. Bueno, aquí también hay eso. Hay que estar en contra del proceso constituyente y en contra del gobierno de Boric, pero ahora ha ido surgiendo, ya con algunos elementos en la campaña presidencial de Kast, ha ido surgiendo la posibilidad de una regresión conservadora que tiene y este es el segundo aspecto, que tiene como base de apoyo políticamente a la derecha y la capacidad que va a tener el Partido Republicano de imponer esta visión como la estrategia hegemónica. Pero lo importante es que, en el proceso de ruptura entre sistema político partidario, entre el sistema y la sociedad, lo que tenemos son sectores populares y sectores medios, sectores populares muy importantes y muy grandes, tal como ha pasado en otros países, se han ido a posiciones de extrema derecha. No por ideología, sino por rechazo a lo elitario, a un orden político, pero no para proponer una transformación, sino para resolver los problemas que tienen que ver con su vida cotidiana, con sus intereses que hoy día se llaman seguridad, certidumbre, etcétera. Entonces existe la posibilidad que para resolver esos problemas inmediatos en coyunturas políticas por parte del republicanismo, se transformen en una propuesta de regresión conservadora. Que vaya más allá del puro rechazo a la situación. Que una adhesión puramente coyuntural se transforme en un proceso de derechización reaccionario o de conservadurismo cultural más estable.
Por Paul Walder
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