La intención del director era mostrar al tirano como “un ladrón” porque, subrayó, “absurdamente” hay quien cree que “un soldado como él puede efectivamente matar y cometer violaciones de los Derechos Humanos de cualquier nivel y magnitud pero no robar”. “Es algo bastante peligroso y que está sucediendo hoy en día en el mundo. Cuando un dictador o una persona en un extremo, generalmente en la derecha, tiene que retirarse, en ese momento es cuando más locos se vuelven y cuando deciden garantizar su pensión”, afirmó.
El cineasta chileno Pablo Larraín estrenó este jueves en el Festival de Venecia su película “El Conde”, una sátira en la que retrata al dictador Augusto Pinochet como un vampiro para denunciar la falta de justicia tras la dictadura: “Creo que la impunidad tiene fracturado Chile”, sostuvo en la presentación.
“Pinochet nunca enfrentó a la justicia y esa impunidad lo hizo eterno, lo convirtió en vampiro”, alegó el realizador en la rueda de prensa de la Mostra, en la que compite de nuevo por el León de Oro.
“El Conde” no solo retrata al dictador como un vampiro centenario y sediento de sangre sino que lo muestra, a él y a su dinastía, como un avaro ladrón, precisamente cuando Chile conmemora el cincuenta aniversario del Golpe de Estado contra Salvador Allende en 1973.
Además, recientemente siete exmilitares han sido condenados por el asesinato del cantautor Víctor Jara, aunque uno de ellos se suicidó antes de ser arrestado.
“Lamentablemente ese caso es conocido y llega bastante tarde, pero también sabemos que cantidad de personas que cometieron algunos de esos crímenes están libres y esa cantidad de personas es mucho más alta que quienes han afrontado procesos judiciales”, dijo Larraín.
Y agregó: “No sabemos dónde están muchos de esos cuerpos, no sabemos quiénes hicieron esos crímenes, no sabemos quiénes produjeron las torturas. Hay algunas personas que están presas. Esa impunidad yo creo que es lo que tiene fracturado Chile”.
Larraín, que ya pasó por Venecia con títulos como “Post Mortem” (2010), “Jackie” (2016) o “Spencer” (2021), defendió “el deber” de “retratar al mal”.
“Hay ciertas personas que creen que Pinochet no debe ser filmado, que creen que su figura no debe ser filmada o nunca o que todavía es muy reciente. Yo creo que el mal si puede y debe ser filmado, debe ser retratado”, alegó.
En esta ácida sátira Pinochet (Jaime Vadell) y su familia, encabezada por la esposa del dictador Lucía Hiriart (Gloria Münchmeyer), viven en una casa ruinosa a la que los hijos de ambos llegan en busca del inmenso patrimonio que acumuló en la dictadura.
La intención del director era mostrar al tirano como “un ladrón” porque, subrayó, “absurdamente” hay quien cree que “un soldado como él puede efectivamente matar y cometer violaciones de los Derechos Humanos de cualquier nivel y magnitud pero no robar”.
“Es algo bastante peligroso y que está sucediendo hoy en día en el mundo. Cuando un dictador o una persona en un extremo, generalmente en la derecha, tiene que retirarse, en ese momento es cuando más locos se vuelven y cuando deciden garantizar su pensión”, afirmó.
Y puso como ejemplo al “Caso Riggs”, un proceso contra Pinochet por malversación de fondos públicos en un entramado estadounidense.
Larraín cree “muy difícil” adivinar la acogida de la película en Chile, un país “muy polarizado”, pero augura que habrá “bastantes opiniones”, algo que tildó de “sano”.
Y también comparó a Pinochet con el dictador español Francisco Franco: “Compactan el placer por la maldad y la poca inteligencia. Fueron un poco los bufones de otros grupos de poder que quisieron ponerlos ahí o apoyarlos en ese ejercicio”, arremetió.
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