Texto de Ana María Sanhueza en Casos Vicaría UDP
La tensión podía cortarse con cuchillo. Humberto Gordon, director de la Central Nacional de Informaciones (CNI), fue el primero en llegar a La Moneda. Allá lo esperaba el comandante en jefe de la Armada, almirante José Toribio Merino, segundo en la sucesión del mando de la Junta Militar. Habían pasado sólo unas horas del atentado contra Augusto Pinochet, en la cuesta Las Achupallas, camino al Cajón del Maipo, y un hecho había quedado en evidencia: los organismos de inteligencia, comandados por Gordon, no habían sido capaces de prever que el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) planeaba eliminar al comandante en jefe del Ejército. Si bien el capitán general había sobrevivido, cinco de sus escoltas estaban muertos y otros 11 quedaron heridos.
Esa tarde del domingo 7 de septiembre de 1986, Gordon no tenía palabras para explicar a la Junta Militar lo que había sucedido en el Cajón del Maipo. Ni siquiera estaba en Santiago su brazo derecho, el jefe la División Antisubversiva de la CNI, el mayor Álvaro Corbalán Castilla. El agente, uno de los más temidos durante la dictadura, se enteró en el balneario de Papudo, donde iba a descansar todos los fines de semana, del atentado a Pinochet, por lo que viajó a toda velocidad por la carretera para tomar el mando en el Cuartel Borgoño de la CNI.
Las horas transcurrían y el régimen debía reaccionar rápido. Mostrar cuanto antes todo su poder. No bastaba con haber decretado, apenas ocurrido el atentado, el Estado de Sitio, que restringía las libertades individuales y entregaba enormes facultades a la justicia militar. Tampoco era suficiente que el país estuviera con toque de queda. Había que hacer algo más, un golpe de fuerza, un acto ejemplificador que colmara de temor a la oposición.
Pero esa reacción no podía esperar. Tenía que ser esa misma noche.
Poco antes de las 22 horas, Gordon ya estaba instalado en el Cuartel Borgoño. Venía desde La Moneda. Ahí lo aguardaba Álvaro Corbalán, que había regresado de la playa.
Esa noche la presencia de Corbalán era clave. No sólo porque era el agente favorito de Pinochet. Como jefe de la Unidad Antisubversiva de la CNI, manejaba la mayor cantidad de información sobre militantes de la izquierda, especialmente miristas, frentistas, socialistas y comunistas. Llevaba años liderando los seguimientos y detenciones a los opositores al régimen y nadie más que él podía comandar las acciones para reaccionar frente al atentado.
Quienes estuvieron en esa reunión en la CNI, recuerdan que Gordon era el más ofuscado. Frente a él estaban el comandante de la División Política Metropolitana, Manuel Provis Carrasco, y Corbalán, analizando la emergencia mientras afuera una docena de agentes esperaban ansiosos las instrucciones. Fue entonces cuando Gordon dio la orden:

-Salgan de inmediato a vengar la muerte de nuestros caídos.
Pero el mandato fue más allá:
-Que sea en proporción de dos a uno.
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