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miércoles, 21 de junio de 2017

OPINIÓN

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¿Terrorismo en La Araucanía?

por  21 junio, 2017

Distintos sectores han aseverado que en La Araucanía hay terrorismo. Dichas acusaciones tendenciosas dañan a miles de personas, porque se impide el desarrollo de la región. Sólo basta mencionar que más de 211 mil de jóvenes están sin acceso a la educación superior, alrededor de 90 mil personas de La Araucanía, aún son analfabetas, más de 200 mil personas son pobres, lo que representa un 23,6% según la encuesta Casen 2015, la región más pobre de Chile.
Las cifras siguen: más de 100 mil personas en la IX Región se encuentran en condiciones de extrema pobreza. Un 10,6%, según la encuesta Casen 2013, de gente en la región, se está muriendo de hambre, porque gana menos de lo necesario para la canasta básica. Sin duda, es la región más alejada de la justicia, equidad y el desarrollo en Chile.
Pero, ¿qué culpa tiene el pueblo Mapuche de esta cruda realidad?, para que el discurso de un sector de la élite política más poderosa de Chile, responsabilice al Mapuche, porque según ellos las empresas grandes no invierten, debido a que se estigmatiza a los Mapuche diciendo que son flojos y violentos y, por eso, esta región es pobre y no hay trabajo, mientras un sector del empresariado más grande de Chile, como son las forestales, explotan miles de hectáreas.
La expansión forestal creció un 277% y en el año 2016 el retorno de las exportaciones fue de US$ 5.217,1 millones de dólares, según estadísticas forestales del Ministerio de Agricultura. El diagnóstico comunal de 1992 arrojó que el 60% de los terrenos silvo-agropecuarios están cubiertos de bosque artificial y la tenencia de más del 50% de los recursos forestales artificiales es propiedad de grandes empresas, como CMPC que instaló la celulosa en Collipulli.
Se ha querido mostrar a La Araucanía como la región más violenta de Chile, al parecer, sería violenta sólo porque es la región con altos índices de Mapuche reclamando devolución de tierras que están en manos de las forestales y empresarios agrícolas.
Las comunas con mayor superficie forestada son Lumaco, Angol, Renaico, Los Sauces; Galvarino; Carahue; Ercilla; Traiguen; Purén; Toltén. Paradójicamente, en 1993 estas comunas eran las más pobres de la región de La Araucanía (INE). Más de 20 años después, la encuesta CASEN las ratifica dentro de las más pobres. Hay pruebas irrefutables que las comunas con más de un 20% de superficie forestada presentan tasas de pobreza superiores a los del grupo de comunas con superficies forestadas menores al 5% (expansión forestal OIT e INFOR 1996). Es decir, contrario a lo que han sostenido las millonarias campañas publicitarias de la Corporación de la Madera (CORMA) y sus empresas forestales asociadas, no ayudan a derrotar la pobreza, sino todo lo contrario.
Ya es tiempo de aclarar estos mitos, porque causan un grave daño económico y político a una región que lo único que busca es salir adelante. Los acusadores han tenido éxito comunicacional, ya que, ellos son dueños de esos medios de prensa que ha querido transformar al Mapuche de ciudadano a terrorista.
Eso se aprecia en la última Encuesta Cadem, que arrojó que un 56% cree que existe terrorismo en la zona de La Araucanía. Así las cosas, es necesario aclarar que no hay terrorismo en la Araucanía. El mismo relator de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos y Contraterrorismo, Ben Emmerson, dijo que “en Chile no hay  terrorismo” y, por ello, “la autoridad debe derogar la Ley Antiterrorista o abstenerse de usarla”.
Incluso, tres fueron las recomendaciones que dio al Estado chileno. Primero, que las autoridades eviten invocar la Ley Nº 18.314 sobre antiterrorismo, porque basta con el uso de leyes comunes. En segundo lugar, que se instaure una Comisión con representación Mapuche, para progresar en materias del reconocimiento constitucional y restitución de las tierras.
Tercero, que los delitos cometidos por funcionarios policiales en contra de comuneros Mapuche, sean investigados. Dijo Emmerson: Los fiscales han adoptado una actitud inaceptable de indiferencia frente a delitos de violencia excesiva contra comuneros Mapuche”, “un carabinero que mata a un Mapuche sigue libre y ejerciendo sus funciones, y alguien que quema un fardo cumple siete años en prisión”.
El precandidato presidencial, Sebastián Piñera, da a conocer sus habilidades en los “negocios” y todo lo contrario en política, tanto es así, que en un programa de televisión el martes 13 de junio de 2017, manifestó: “lo que ocurre en La Araucanía es terrorismo y se debió haber aplicado la Ley Antiterrorista hace mucho tiempo". Sostuvo que “el terrorismo es un enemigo formidable, cruel, que mata o quema vivos a una pareja… Si alguien comete un delito terrorista sea de cualquier naturaleza, si es miembro o no de un pueblo originario, en nuestro gobierno sí le vamos a aplicar la Ley Antiterrorista”.
Todo hace pensar que para el precandidato, Piñera, la solución para La Araucanía, pasa por militarizarla, rodearla de policías, detener a la mayor cantidad de Mapuche posibles, aunque sea por mera sospecha. Me niego a aceptar que se intente resolver el problema político entre el Estado y el Pueblo Mapuche por medios policiales, judiciales y militares, que son en definitiva violentos. No sólo, porque la historia ha demostrado que esa vía es equivocada y que causa dolor a inocentes, si no porque no se puede lograr la paz, a través de métodos violentos. A menos que confirme que “lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia” como dijo Martin Luther King.
Se ha querido mostrar a La Araucanía como la región más violenta de Chile, al parecer, sería violenta sólo porque es la región con altos índices de Mapuche reclamando devolución de tierras que están en manos de las forestales y empresarios agrícolas. Ya que los estudios públicos de Adimark y Paz Ciudadana, demuestran que el más alto porcentaje de victimización, delincuencia y violencia se registra en el Gran Santiago (45,6 %), seguido por las ciudades: Iquique (52,2 %), Antofagasta (48, 3 %), y Valparaíso (45,2 %). Si la guerra es contra la delincuencia, toda la fuerza represiva de carabineros debería estar en esas regiones, no en La Araucanía.
Sería la región más violenta desde el punto de vista de las forestales que se han clavado como espinas en la espalda de nuestra ÑukeMapu (madre tierra), junto a la fuerza policial y militar que según el epicentro del poder buscan la “paz” con fusiles M-4 americanos, de última generación, que fueron captados en el ataque de carabineros a la escuela de la comunidad Temucuicui.
Las medidas compensatorias para las víctimas de la violencia en La Araucanía, deben ir sin duda al pueblo Mapuche, partiendo por ejecutar las recomendaciones de Emerson. En efecto, si hay violencia, el Estado es responsable, en palabras de Pierre Bourdieu, porque es “El estado quien tiene el monopolio legítimo de la violencia física y simbólica”. Esto, ya que la lógica de los que administran el Estado es perpetuar los privilegios para un pequeño grupo a costa de la desigualdad de muchos.
Ese ejercicio de la violencia simbólica en los medios de comunicación y la violencia física con fuerzas represivas en las comunidades Mapuche, obedece al intento de dominar a una nación originaria; pero, sin duda, han fracasado en ello. Porque no somos una clase social en que se puedan aplicar las teorías del ejercicio del poder para dominar las clases sociales, somos un pueblo que nunca ha aceptado al invasor, es por ello que su intento de colonización mental ha fracasado con el Mapuche.
Esa idea del civilizado y el salvaje, el bueno y el terrorista, les ha servido de excusa para encarcelar e incluso asesinar a algunos hermanos. De tal manera es urgente desmitificar esa figura del terrorismo que han intentado implementar por todos los medios. Es una obligación moral resistirnos a esa categorización mental que históricamente se ha intentado imponer por un sector de la política chilena.
Nos hemos resistido por cientos  de años a todas las formas de dominación, a la hegemonía como diría Gramsci. Sin embargo, esta relación de dominio se puede perpetuar por cientos de años si no somos capaces de cambiar las relaciones de poder, hoy no basta con resistir, y eso, es posible cambiando las relaciones sociales, es decir, debemos unirnos y apoyar los sectores de la sociedad postergados, pobres y marginados.
Ya que la exclusión es progresiva para los grupos que no pertenecen al sector privilegiado del país, ya sea por apellido, relaciones políticas o económicas, de tal manera que la masa social a la que se les niegan las oportunidades junto a los pueblos que se les  niega su identidad, son mayoría.
Nos une inseparablemente ese esfuerzo por salir de la periferia del poder económico y político, de la falta trabajo, nos une por completo lograr la gestión total de la vida de la persona, de la familia y de la comunidad.
La política es el instrumento para transformar y crear nuevas relaciones de fuerza, ya que estas no son estáticas, son cambiantes. Varían de acuerdo a la resistencia, la libertad ética es un modo de resistencia, como diría Foucault. La identidad cultural y la conciencia de pueblo-nación, son nuestra resistencia, pero es más que eso, son la solución una vez que llegue a todos nuestros hermanos.
Quienes administran el Estado deben no sólo abrir el diálogo, sino, adoptar medidas concretas. Ya que nuestro avance es inminente e imparable, de ahora en adelante.
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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