Opinión
Nueva Constitución y economía
por Matias Garretón 2 septiembre, 2022
Los momentos históricos de cambio acelerado siempre han generado temor en las personas. Nuestra inteligencia individual y colectiva evolucionó para evitar la incertidumbre, por eso nos atraen tanto adivinos y modelos predictivos. Pero esto nos hace vulnerables a la manipulación política del temor al cambio, mediante la tergiversación antojadiza de predicciones.
En el debate por una nueva Constitución abundan los agoreros del desastre económico que esta promovería, azuzando el temor popular de la pobreza y desempleo para prolongar un modelo extractivista, insostenible e injusto. Lo que no dicen, es que el desastre será peor si no evolucionamos pronto a una economía que agregue valor y multiplique la naturaleza.
Desde el año 2000, la humanidad consume recursos naturales más rápido que la capacidad de la Tierra para regenerarlos. Hoy, lo hacemos a más del doble de este ritmo ecológico global. Esto implica que pasamos de una era de abundancia natural a una de escasez natural relativa, en comparación con la abundancia de tecnología. La economía es la ciencia de optimización de recursos escasos, por lo que sería un pésimo negocio insistir en la exportación de madera que seca los campos, de peces que alteran el medio marino y de moliendas de mineral sin trabajar. Si seguimos así, en pocos años no tendremos empleos ni naturaleza. La propuesta de nueva Constitución ofrece herramientas para evitar este desastre económico y de bienestar que, junto a derechos sociales básicos para la vida digna, sostienen un principio general de Buen Vivir.
Tras la pandemia de COVID-19, economistas confiables en todo el mundo proyectan una rápida automatización de tareas en todo tipo de trabajos, lo que no implica necesariamente la desaparición de empleos, pero requiere capacitación masiva para colaborar con asistentes robóticos o informáticos. Estas tecnologías, cada vez más abundantes, pueden aportar mucho valor a procesos de reciclaje, economía circular y soberanía alimentaria, automatizando tareas repetitivas y peligrosas para seres humanos.
Dar valor constitucional a los tesoros naturales de Chile evitará que estos sigan beneficiando desproporcionadamente a muy pocos, los preservará y multiplicará, e incentivará innovaciones productivas sinérgicas con los ecosistemas que ocupan. Nuestros campos, mares y montañas tendrán mucho más valor si los cultivamos y elaboramos, innovando en nuevas energías, economía circular y tecnologías de información. Esto recoge la idea ancestral del Buen Vivir, dar más de lo que se toma de la Naturaleza, cultivarla para que nuestros hijos disfruten territorios más fértiles en vez de tierras muertas.
Se acaba el tiempo para adaptarnos a esta nueva era, ignorar los cambios que ocurren en todo el mundo y persistir en una economía obsoleta solo agravará la incertidumbre. Aprobar la nueva Constitución es necesario para iniciar cuanto antes y con certeza la transición justa hacia una economía sostenible y solidaria.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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